Revista Académica Divulgativa Arjé, Julio - Diciembre 2020, Volumen 3, Número 2
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Historias que trascienden
barreras
uando algún funcionario llega al Área
de Medicina Laboral de la Universidad
Técnica Nacional, es frecuente con-
tactarse con Andrea, no por ser la enfermera
del consultorio, sino por su carisma y forma de
tratar a los que llegan a esperar ser atendidos.
Esta historia que trasciende inicia cuando An-
drea Salazar Arias comparte su experiencia de
vida con nosotros, como los hilos de su vida se
fueron entretejiendo. Desde sus primeros me-
ses de vida, su madre la entrega a sus abuelos
paternos, quienes, sin dudar, la aceptan y la
acogen, lo cual transforman sus vidas desde
ese preciso momento.
Ella nació en marzo de 1980 en la provincia de
Alajuela, oriunda del distrito de Carrizal (ubica-
do al este del centro de Alajuela) un pueblo
que se caracteriza por tradiciones y rodeado
de cafetales y parajes hermosos.
Siempre estuvo al cuidado y atenciones de
sus papás (abuelos), en un hogar cobijado de
amor. Esa dedicación se convirtió en un cons-
tante impulso para salir adelante. Su niñez la
transcurrió en aulas del kínder y el centro edu-
cativo del mismo pueblo, años que transcurrie-
ron llenos de alegría.
Al concluir su primaria asume sus primeras de-
cisiones al querer seguir estudiando, por lo que
ingresa al colegio del Roble de Heredia, esa
decisión significaría mucho esfuerzo por parte
de sus padres. El proceso educativo no fue fá-
cil para ella, lo que decide darse un tiempo,
pero su hermana Julia siempre la estimulaba y
la aconsejaba a seguir estudiando; consciente
de esto decide avanzar, por lo que se matricu-
la en el colegio nocturno y ahí estuvo por cua-
tro años.
Fue así como complementó sus estudios en
conjunto a diversos trabajos que le gustaban,
ya que siempre consideró que “todo lo que
se hace con amor fructifica en acciones”.
Estos iban desde cuidar niños, limpiar casas y
atender sodas, en horarios de seis de la ma-
C
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“El tiempo que trabajé como conserje, lo hacía con
amor, dedicación y sabía que algún día tendría mi
recompensa”.
Andrea
Andrea Salazar Arias
Compiladora
Kattia Rebeca Rodríguez Brenes
https://orcid.org/0000-0002-7684-5769
krodriguezb@utn.ac.cr
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ñana, ―que salía de su casa― hasta las 10 de
la noche, ―hora que aproximadamente llega-
ba― después de estudiar en el colegio.
Gracias a ese entusiasmo y dedicación al ha-
cer sus trabajos, le ofrecen laborar en la
soda del antiguo Centro de Investigación y
Perfeccionamiento de la Educación Técnica
(CIPET) ubicado también en Alajuela y, al año
siguiente, le ofrecieron cubrir el puesto como
conserje.
Por la dinámica que realizaba en el CIPET,
pudo colaborar en otras actividades, como en
la biblioteca, archivo, en publicaciones y re-
cepción, en fin, siempre tenía un sí, pues consi-
deraba que todo era un aprendizaje.
La vida le permitió conocer al que ella llama
“mi compañero, amigo”, el que se convertiría
en su esposo unos años después. Pasado un
año de su matrimonio tiene a su primer hijo, por
lo que deja de estudiar en el colegio noctur-
no y decide concluir el año que le faltaba por
medio del sistema de educación por madurez.
Sin duda, fueron momentos difíciles, pero ¡quién
no ha experimentado tiempos adversos cuan-
do empieza algo! Continuó trabajando entre
sus obligaciones, responsabilidades y activida-
des familiares; había materias que aprobaba y
otras no, recuerda ir a presentar la asignatura
de matemáticas embarazada, y estar sentada
por mucho tiempo concentrada en el examen.
Otra de las asignaturas era inglés, la cual le
generaba angustia, pero no se rendía y seguía
presentándose, por fin en el año 2011 obtuvo
el título de bachillerato por madurez, ¡hubo
muchos sentimientos encontrados! Pero era in-
creíble ver a toda su familia acompañándola.
La graduación se realizó en el Auditorio Nacio-
nal ubicado en el Museo de los Niños en San
José, ―no podía creer tanta alegría―.
En ese momento, comprendió que lo que ella
se proponía lo lograría, que solo con voluntad y
una buena actitud los sueños se cumplen. Fue
ahí donde deseó estudiar tantas cosas, quería
Psicología, Derecho, inclusive Educación Bilin-
güe, pero un día pensando en el don de servir,
valoró la carrera de Enfermería y una noche
conversando con su hermana Julieta, le co-
mentó su deseo e inició los procesos para ins-
cribirse ―no lo pensó mucho y se fue por ello―.
Por supuesto, el proceso no fue nada fácil, ya
que pensaba en el tiempo que debía invertir
para el estudio, el costo y las responsabilida-
des, sin contar que su trabajo y familia le de-
mandarían más que el estudio. Pero, ella esta-
ba convencida de su sueño y se inscribió en
una universidad que se encontraba en la capi-
tal, asistiendo a clases tres veces a la semana.
Este proceso introductorio duró ocho meses, lo
que en realidad fue muy agotador, sin mencio-
nar que el dinero invertido también era mucho.
Es así como su familia le sugirió buscar una uni-
versidad que quedara más cerca de su casa y
también la posibilidad de solicitar un préstamo
para costear sus estudios.
Solicita, así, el préstamo para continuar sus
estudios en otra universidad, ya que era su
momento, ¡nada la detendría!, era necesario
continuar su carrera de Enfermería y con ello
cumplir su sueño.
Sin horas libres para otra cosa que no fuera el
estudio, después del trabajo se iba a la biblio-
teca de la universidad, para luego ir a su casa
a atender las obligaciones con su familia y en
las noches se quedaba estudiando. Recuerda
que muchas ocasiones, veía como sus hijos se
quedaban dormidos a su lado, y ella solo pen-
saba que todo eso era también para ellos.
Definitivamente, su carrera le apasionaba a
pesar de tantos sacrificios. Al cambiar de uni-
versidad fue todo diferente, pues estaba más
cerca de su hogar y de su trabajo, pero el tiem-
po seguía siendo limitado, ya que las condicio-
nes que le indicaron al solicitar el préstamo,
era que tenía que cumplir con el bloque com-
pleto, lo que implicaba matricular cuatro ma-
terias, más los cursos de campos clínicos. Por
este motivo, iba cuatro veces a la semana a la
universidad, trabajaba en horarios de mañana,
tarde y noche, así continuó durante el resto de
la carrera.
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En ocasiones escuchó comentarios pocos alen-
tadores, pero a pesar de esas palabras nega-
tivas, siempre tenía la idea de seguir adelante.
Sin duda alguna, lo que más la motivaba era
ver la cara de su mamá (abuela) cuando la
veía vestida con el uniforme blanco de enfer-
mera, ―esa cara nunca la ha olvidado―. Lasti-
mosamente, su mamá (abuela) murió antes de
que Andrea concluyera su carrera, fue un gol-
pe muy duro, ya que no pudo verla graduarse,
pero recuerda que siempre le decía que ayu-
dara a los más necesitados.
El apoyo que obtuvo de su familia, amigos, her-
manas, esposo y compañeros fue fundamen-
tal, ya que sin ellos jamás hubiera logrado todo
lo que ella se había propuesto. Por eso, finalizó
los estudios del bachillerato y licenciatura, re-
cuerda que en su acto de graduación estuvo
presente su familia. Sin duda alguna, recuerda
las palabras del maestro de ceremonias de la
graduación, que decían ¡vuelvan a ver a sus
familiares y dedíquenle ese título!, entonces
fue instantáneo el dulce recuerdo de su mamá
(abuela), que sabía que desde el cielo le son-
reía.
En octubre de dos mil dieciocho, se abrió una
plaza para trabajar en el Área de Medicina
laboral en la UTN. Era la oportunidad que ella
siempre rogaba que sucediera. Para el mes
de noviembre del mismo año, se encontraba
laborando y haciendo lo que por fin quería y
por lo que había dedicado tanto esfuerzo y
empeño. Esta espera la combinó ayudando
a asociaciones como CHEPE se baña, en la
comunidad donde vive y en el Buen Samarita-
no, siempre entregando su cariño y buen trato
para con los demás.
Actualmente, su mayor logro es ver a sus hijos
crecer felices e inculcarles el valor de dar sin re-
cibir nada a cambio, porque la mejor forma de
sentirse bien es ayudar... Porque Dios recom-
pensa, pero todo en su tiempo y de su mano.