Revista Académica Divulgativa Arjé
ISSN: 2215-5538 Enero a Julio, 2022 Volumen 5, Número 1
Artículo reflexivo
DOI: https://doi.org/10.5281/zenodo.6949643
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Educación Costarricense: ¿es inclusiva la diversidad sexual y la identidad de
género?
Costa Rican Education: Does it really includes sexual diversity and gender
identity?
Resumen
Parte importante de los cimientos ideológicos que orientan la educación
inclusiva subyacen del modelo social de discapacidad. Por esta razón, en
Costa Rica, en diversos contextos todavía se interpreta de esta manera. No
obstante, a nivel global, la educación inclusiva es entendida como un
espacio en el que todas las personas en su diversidad, ya sea cultural,
genérica, sexual, física, mental, entre otras, es aceptada, respetada y cuenta
con los mismos derechos de participar del proceso educativo.
La educación costarricense se ha caracterizado por realizar esfuerzos que
permitan la inclusión de todas las personas en el plano educativo. Sin
embargo, estas acciones se han gestionado por separado en diferentes
grupos: discapacidad y necesidades educativas especiales, igualdad de
género, diversidad sexual, entre otros. En consecuencia, la aceptación y el
reconocimiento de estas poblaciones no ha tenido el mismo alcance; por
ejemplo, la visibilidad e inclusión de la población LGBT en los centros
educativos continúa siendo escasa. Lograr que se entienda la educación
Reyna Arroyo Quirós
Universidad de Costa Rica, Costa Rica
Contacto: reyarfolis@gmail.com
https://orcid.org/0000-0001-7066-4484
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inclusiva como una causa que involucre a todas las personas, sin importar el
motivo de su diversidad, es una manera de progresar en conjunto hacia una
legítima inclusión en la que se acoge a todos los ciudadanos costarricenses.
Palabras claves: Educación inclusiva, inclusión, diversidad sexual, identidad
de género, población LGBT, discriminación, Ministerio de Educación Pública
(MEP)
Abstract
An important part of the ideological foundations that sustain inclusive
education are based on the social model of disability. Therefore, in Costa Rica,
in several contexts it is still interpreted through this approach. However,
internationally, inclusive education is described as a space in which every
single person is accepted, respected, and has the same right to participate in
the educational process, regardless of its culture, gender, sexuality, racial
origin, disability, mental status, or any kind of diversity.
Costa Rica´s educational programs exhibit an important effort to pursue
inclusive education. However, this effort has been addressed separately by
each minority group such as disability and special educational needs, gender
equality, sexual diversity, among others. Accordingly, acceptance and
acknowledgment of these different populations has not reached the same
scope; for instance, LGBT visibility and inclusion in our public educational
centers continues to be limited. Understanding inclusive education as a cause
that involves every person, no matter its diversity-related motive, is a way to
progress altogether into a legitimate inclusion that embraces every Costa
Rican citizen.
Key words: inclusive education, inclusion, sexual diversity, gender identity, LGBT
population, discrimination, Public Education Ministry of Costa Rica (MEP)
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Introducción
La educación, al igual que prácticamente todos los aspectos de la vida, se
encuentra en un constante cambio. Esto se debe a que siempre aparecen
nuevos conocimientos, se adquieren nuevas experiencias y, con esto, nuevos
retos. La educación inclusiva es un claro ejemplo de lo anterior, pues en sus
inicios fue propuesta con la intención que se asegurara el derecho de estudiar
a aquellas personas que, por tener alguna discapacidad, se les había negado
la posibilidad de aprender y/o asistir a instituciones educativas.
No obstante, las mismas experiencias y aprendizajes adquiridos han
demostrado que la inclusión no se cumple únicamente con lograr que las
personas tengan acceso a la educación, sino que es necesario asegurar el
espacio para que estas sean parte activa de todo lo que ofrece el currículo
educativo.
Igualmente, el devenir social y cultural ha demostrado cada vez más variables
en los contextos educativos que requieren atención. Dueñas (2010) expone
entre estas, el desarrollo de valores sociales como la convivencia, la igualdad,
el pluralismo, la creciente multiculturalidad, la variedad de grupos sociales
inmersos de diversos intereses, condiciones, características y maneras de
expresarse.
A partir de lo expuesto, se ha abierto la comprensión de lo que es la inclusión
educativa, y al mismo tiempo, surgido la necesidad de acoger en esta a todas
aquellas personas, que han sido excluidas por razones que les diferencian de
la mayoría.
En la educación costarricense, uno de los grupos con mayor dificultad de ser
visibilizado en la inclusión educativa es la población Lesbiana, Gay, Bisexual,
Trans e Intersex (LGBTI), a pesar de que el Ministerio de Educación Pública
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(MEP) ha dispuesto diversos recursos para hacerlo. La escasa formación
docente y sensibilización en estos temas, ha dificultado que se cumplan los
objetivos planteados.
Por tal razón, se torna indispensable la ejecución de acciones, que permitan
ir mudando hacia comprensiones más contextualizadas y propicias con
respecto a la inclusión. Para esto, es indispensable realizar ajustes estructurales
e integrales, en los que se incluya a todo el personal de todos los niveles
educativos, así como la participación de todos los colectivos que vienen
trabajando desde sus áreas diferenciadas, (educación especial, igualdad de
género, diversidad sexual, entre otros) por y para la inclusión.
Educación Inclusiva y población LGBT
En Costa Rica, la educación inclusiva, mayoritariamente, se relaciona con
necesidades educativas especiales o discapacidad. Esta vinculación
instintiva, tiene que ver con el enfoque, que tradicionalmente se le ha
atribuido a la palabra inclusión en el ámbito educativo. No obstante, de
acuerdo con (Booth et al., 2000, como se citó en Salas y Salas, 2016), “la
inclusión implica el aprendizaje y la participación de todo el estudiantado que
pudiera sufrir presiones excluyentes” (p. 77).
Esta interpretación, permite comprender de manera más amplia este término,
en tanto abre la posibilidad de integrar a otras poblaciones que también han
sido excluidas y/o discriminadas históricamente por razones como; el origen
étnico, el color de piel, el género, la nacionalidad, la orientación sexual, la
identidad de género, entre otras. En el ámbito educativo, estas
discriminaciones se materializan principalmente por medio del acoso escolar,
conocido también como bullying.
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Cabe señalar que, todas las condiciones anteriormente mencionadas,
requieren la misma relevancia, con el fin de eliminar la discriminación que les
atañe, no obstante, este artículo busca enfocarse en la exclusión por
orientación sexual e identidad de género. A continuación, se presentan dos
aspectos que demuestran la importancia y urgencia que se atienda e incluya
a esta población, y, así mismo, se validen sus derechos en el marco del
respeto.
El acoso escolar por homofobia tiene rasgos específicos en
comparación con otros tipos de discriminación
La UNESCO (2015) señala que existen rasgos distintivos del bullying
homofóbico”, es decir, aspectos característicos de este tipo de violencia, que
afectan específicamente a estas poblaciones en los centros educativos. Entre
estos se encuentran:
La invisibilidad: la diversidad sexual, es un tema del que poco se habla
y que incluso es considerado aún por muchas personas como tabú,
razón por la cual, es común que pase desapercibido, casi como si fuese
invisible. Lo mismo sucede con las agresiones derivadas por estos
motivos, las cuales en numerosas ocasiones permanecen inadvertidas
(es una lógica simple: si no existen personas que pertenezcan a esta
población, no puede existir discriminación por estas razones). Sin
embargo, es frecuente la discriminación por orientación sexual e
identidad de género.
Violencia estructural: la discriminación por estos motivos está arraigada
a aspectos culturales, que justifican este tipo de violencia. Una de las
manifestaciones de violencia estructural más común es la
heteronormatividad, la cual, de acuerdo con (Butler 2007, como se citó
en Ricci, 2018, p. 12), es “la regulación política que iguala identidad
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heterosexual a expresiones de género socialmente esperadas (varón-
masculino; mujer-femenina) como lo único posible, normal y natural”.
Esto quiere decir que, todo comportamiento que no guarde esta
asociación es considerado como anormal y por lo tanto “regulado”.
Continuo de la exclusión: la exclusión no se limita a las aulas. La
discriminación que vivencia la niñez y la adolescencia por motivos
como la orientación sexual e identidad de nero, en ocasiones
proviene de la familia a la que pertenecen o de las personas cercanas
con quienes conviven. Al sumar esta situación, a los maltratos que sufren
en sus centros educativos, la salud sica y psicológica de estas personas
es profundamente vulnerada.
Contagio del estigma: es la creencia de que si se está cerca o se
empatiza con una persona está siendo acosada, existe el riesgo de sufrir
por los mismos motivos. Por ejemplo, es muy común que haya
estudiantes que están en desacuerdo con la discriminación por
orientación sexual o identidad de género que vive alguno de sus pares,
sin embargo, no le defienden ni dicen nada al respecto por temor a
que se les tache de la misma manera.
Desempoderamiento: las personas agredidas llegan a sentirse
resignadas a la discriminación que sufren. Esto puede ocurrir por
diferentes razones: en ocasiones porque sienten que al denunciar se
pueden exacerbar los actos de homofobia que reciben, otras veces,
por temor de mostrarse como son, -en especial si nunca lo han
expresado a nadie-. Otro de los motivos, es el miedo a ser señalados
como homosexuales sin ser parte de esta población.
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La discriminación y estigmatización que sufre la población LGBT pone en
riesgo la salud y la vida de estas personas
La UNESCO (2015) señala que, dentro de las secuelas que produce el bullying
homofóbico se encuentran: el bajo rendimiento académico, dolores de
cabeza y estómago, trastornos alimenticios, dificultad para dormir, ansiedad,
irritabilidad, consumo de drogas o alcohol y agresiones autoinfligidas.
Asimismo, Movement Advancemet Project (MAP, 2017), en estudios
realizados, ha observado que es mayor la cantidad de personas gays,
lesbianas y transgénero, que relatan haber tenido intentos de suicidio en
comparación con personas heterosexuales. Ante esto, señala que dentro de
los factores que se asocian a la prevalencia de intentos de suicidio, se
encuentra el rechazo familiar y la ausencia de leyes que protejan ante esta
discriminación.
En virtud de lo anterior, es evidente que la discriminación por orientación
sexual e identidad de género debe ser atendida con urgencia. La carga que
sobrelleva la niñez y adolescencia que sufre estas vulneraciones es muy
pesada, especialmente, porque es usual que la vivan en soledad, poniendo
en riesgo latente a estas personas.
Con relación a esto, Costa Rica ha venido desarrollando desde hace ya
algunos años, gestiones importantes para eliminar este tipo de discriminación
en su sistema educativo por medio del MEP. A continuación, se presenta un
recorrido en el tiempo para conocer, a grandes rasgos, las acciones que se
han implementado:
La diversidad sexual y la identidad de género en la educación costarricense
El MEP ha realizado esfuerzos para incluir la diversidad sexual y la identidad de
género en su currículo. Desde el 2008, este Ministerio ha gestionado acciones
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y proporcionado documentos con la intención de acoger a la población
LGBTI en sus instituciones educativas. Dentro de las cuales se pueden
mencionar las siguientes:
El Manual Buenas prácticas para la no discriminación a personas
insertas en el sistema educativo (MEP y CIPAC, 2008), a como el
Manual Día contra la homofobia, lesbofobia y transfobia (Solano, 2012).
El Programa para la Sexualidad y la Afectividad (MEP, 2012).
La declaración del (MEP) como un espacio libre de discriminación por
orientación sexual e identidad de género (MEP, 2015).
La calendarización del 17 de mayo como día contra Día Nacional
contra la homofobia, lesbofobia y transfobia (Mora, 2015).
La publicación del Protocolo de atención al bullying contra la población
LGBT insertas en los centros educativos (MEP, 2018).
Como es posible observar, el MEP ha realizado un importante trabajo
proporcionando distintos recursos para abordar estos temas con las personas
estudiantes. A pesar de esto, las acciones dispuestas han sido insuficientes
para erradicar la discriminación por orientación sexual e identidad de género;
en tanto, continúan ocurriendo actos discriminatorios hacia la población
LGBTI en los centros educativos, cometidos por la población estudiantil, así
como por el personal docente y administrativo de algunas instituciones.
Muestra de esto, el MEP en el 2015 expuso por medio de la entonces ministra
de educación, haber atendido 6 casos de discriminación por estas razones, e
indicó no descartar que hubiese más (Ruiz, 2016).
Igualmente, de acuerdo con un sondeo realizado por el Centro de Estudios
Internacionales (CEI, 2012) seis de cada diez personas homosexuales
participantes, afirmaron haber recibido ofensas, burlas y castigos por parte de
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sus compañeros y compañeras de aula, así como del personal docente
(Barrantes, 2014).
Además, en los resultados de una investigación realizada en dos instituciones
educativas de Alajuela, se contabilizaron diecinueve casos de discriminación
llevados a cabo de estudiante hacia estudiante y cinco casos más,
perpetrados por parte del personal docente y administrativo hacia
estudiantes. Estos datos, hacen referencia a las experiencias vividas por el
personal docente y administrativo durante su trayectoria laboral en el MEP
(Arroyo, 2020).
Estas situaciones demuestran la necesidad de una mayor atención y
valoración acerca de lo que sucede en los centros educativos. Asimismo, se
torna alarmante el hecho de que parte de los actos discriminatorios que
acontecen en los centros educativos, provengan de quienes son responsables
de educar y evitar que estos ocurran. Lo cual lleva a preguntarse, ¿qué tan
preparado está el personal docente para educar en estos temas?
Con relación a esto, la exministra de educación Sonia Marta Mora, expresó
que, “pese a que hay un manual sobre cómo abordar este tipo de violencia
en los colegios, la capacitación de los profesores es débil y perpetúa
estereotipos” (Barrantes, 2014, párr. 2). Asimismo, en el 2017, ella mencionó
que, al revisar el Plan para la afectividad y sexualidad, encontraron que hay
temas, (entre estos el de diversidad sexual) que resultan difíciles de trabajar
para las personas docentes, quienes expresaron necesitar mayor
capacitación al respecto (Vizcaíno, 2017).
Aunado, de acuerdo con una investigación realizada en primaria en el 2020,
al consultarles a las personas docentes si conocían o habían escuchado
acerca de las acciones que ha implementado el MEP acerca de la diversidad
sexual y la identidad de género, la totalidad de las personas entrevistadas
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respondió no conocerlas. Asimismo, ninguna de ellas afirmó saber del
contenido de alguno de los protocolos o documentos relacionados con este
tema (Arroyo 2020).
Con relación a secundaria, en un estudio aplicado en el colegio Mauro
Fernández en el 2018, de las cinco personas docentes entrevistadas solo dos
mencionaron haber recibido formación sobre la orientación sexual y la
identidad de género. Además, sólo una de estas personas expresó conocer
el Protocolo de atención al bullying hacia la población LGBT (Mora, 2018).
Anteriormente, fue posible corroborar la ardua labor que el MEP ha realizado
en fortalecer los contenidos educativos y brindar herramientas para que se
trabajen estos temas. No obstante, queda en evidencia que los documentos
por solos no son sufrientes, sino que requieren ir acompañados de una
verdadera formación, especialmente, en temas que continúan siendo
socialmente considerados como tabúes. Ante esto, (Casassus, 2006, como se
citó en Medina, 2017, p. 7) explica lo siguiente:
La información que se vierte en los libros y en el currículo, pasa por
el filtro de la escuela, y, particularmente de sus profesores. Ante un
mismo evento y en un mismo momento, la interpretación que
haga el profesor o profesora dependerá del estado de
consciencia que haya logrado desarrollar al respecto.
De aquí la importancia de considerar otros aspectos además del contenido,
como lo son la comprensión y el nivel de conciencia que las personas
docentes manejan. En tanto, si no existe una adecuada preparación,
sensibilización y conocimiento en estos temas, se pueden generar ideas
estereotipadas que impiden alcanzar lo que los mismos documentos sugieren.
Aunado, (Díaz de Greñu, 2010, como se citó en Sánchez, 2021, p. 256) explica
que,
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Uno de los grandes obstáculos que encontramos en la actualidad
para normalizar el tratamiento de la cuestión de la diversidad de
género en los centros educativos son los numerosos estereotipos
negativos que tienen el profesorado y la insuficiente formación
recibida por parte de este sobre esta temática.
Asimismo, (Pichardo, 2015, como se citó en Sánchez, 2021, p. 256) señala que
las falencias en la formación específica de estas temáticas:
Se convierte en un hándicap que se hace más evidente cuando
hay acoso como consecuencia de cuestiones de género o
sexualidad, situaciones ante las cuales una parte nada desdeñable
del profesorado dice no actuar porque no sabe cómo hacerlo o no
se siente con la seguridad suficiente para intervenir.
Lo anterior, refleja la necesidad de una formación docente cimentada en
conocimientos claros y específicos, forjados desde el acompañamiento y la
sensibilización. En cuanto a esto, de acuerdo con lo referido por
representantes de vida estudiantil del MEP, el departamento de Salud y
Ambiente realiza capacitaciones en instituciones educativas cuando éstas lo
solicitan. No obstante, la cantidad de personas encargadas de estas
capacitaciones es insuficiente en comparación con la enorme cantidad de
centros educativos que tiene el MEP (Arroyo, 2020).
Ante esto, se podría decir que es evidente que esta situación debería
mejorarse a nivel de Ministerio, lo cual es innegable; sin embargo, realizando
una reflexión con mayor profundidad surge la interrogante de si, ¿es
únicamente competencia del MEP realizar esfuerzos para que las personas
docentes estén educadas y preparadas en estos temas?
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La Ley Fundamental de Educación (1957), en el artículo Nº23 del Capítulo III
establece que, el Estado: “formará a profesionales docentes para los
diferentes niveles de enseñanza” (p. 5). Igualmente, instituye en el inciso b del
siguiente artículo que, la formación de profesionales en docencia deberá:
“Asegurar al educador una cultura general y profesional y los conocimientos
especiales necesarios para el buen servicio docente” (Ley Fundamental de
Educación, 1957, p. 6).
Por lo tanto, la educación hacia el personal de docencia es competencia del
Estado en sí, el cual, en materia educativa en Costa Rica, va desde el
Ministerio de Educación Pública, hasta la educación superior. Por lo tanto, las
universidades también tienen la posibilidad, - además del deber- de incidir de
manera positiva en estos temas tan necesarios.
Una manera de realizarlo es la estructuración de currículos educativos que
contengan un enfoque de Educación Inclusiva en los cursos de formación
docente. Estas acciones, junto con la aplicación de este mismo enfoque en
el trabajo educativo de las instituciones de primaria y secundaria, podría ser
la estrategia adecuada para avanzar en la eliminación de este tipo de
discriminación y respetar las diversidades presentes en los espacios
educativos.
Avanzando hacia una educación inclusiva en la diversidad
La educación inclusiva, por mucho tiempo estuvo entendida y asociada
principalmente con la discapacidad. De acuerdo con Dueñas (2010), esto se
debe a que, tanto los referentes teóricos como ideológicos de la orientación
inclusiva, se consolidaron por medio del avance en los derechos humanos y
el modelo social de discapacidad. No obstante, esta concepción ha ido
cambiando con el tiempo.
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De acuerdo con Salas y Salas (2016) en el contexto mundial globalizado, así
como en algunos países latinoamericanos, cada vez hay mayor apertura
hacia las manifestaciones de la diversidad de género, étnica, sexual,
discapacidad, entre otras. Lograr que Costa Rica vaya mudando hacia esta
comprensión de la inclusividad, representaría un logro importante y necesario
para la educación costarricense y de la región.
Para esto, es indispensable que tanto en el plano universitario como en la
educación general básica y diversificada, se adopten y refuercen aspectos,
que van desde el currículo hasta la mediación pedagógica, contribuyendo
con esto, a que aquellas personas estudiantes que por distintos motivos han
sido discriminadas o excluidas, puedan sentirse validadas, aceptadas y
respetadas. A continuación, se detallan algunos de ellos:
Comprender la diversidad como enriquecimiento
(Serra, 2000, como se citó en Dueñas 2010), explica que la inclusión es “la
aceptación implícita de la diversidad, como variable positiva y
enriquecedora del grupo que crea sus propias relaciones dentro de un
entorno multidimensional” (p. 362). Lo cual, quiere decir que, al acoger la
diversidad en el estudiantado, respetando su manera de aprender, de
expresarse, de interactuar, entre otros aspectos, se es enriqueciendo de
manera implícita al grupo y, a su vez, se está brindando al estudiantado la
oportunidad de aprender de las experiencias vividas con las demás personas.
Abrirse a esta concepción permite un mayor desarrollo, tanto en aspectos
académicos como personales.
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Visibilizar la amplitud de la diversidad para la inclusión
Abordar a todas las poblaciones que existen al hablar de diversidad en la
inclusión. De acuerdo con Ocampo (2016), se podría considerar que hay al
menos cuatro núcleos temáticos, que requieren modificaciones en las
condiciones universitarias para así dar respuesta a la creciente
heterogenerización, entre los cuales se encuentran: las personas estudiantes
en situación de discapacidad, las personas estudiantes en situación
vulnerable (por ejemplo aquellas con una baja condición económica), las
personas estudiantes parte de identidad de género, género y diversidad
sexual y las personas estudiantes con énfasis étnicos o de distinta
nacionalidad. Todas estas personas merecen ser visibilizadas, nombradas,
incluidas y apoyadas en todas las áreas educativas, y no solamente en el
ámbito universitario, sino en todo el sistema educativo.
Educar en y para la justicia social
De acuerdo con Montané (2015), “La esencia de la representación de la
justicia es la dignidad humana inviolable y el principio de igualdad de trato”
(p 94). Aunado, (Iser, 2013, como se citó en Montané, 2015) explica la justicia
social como una forma de reconocimiento elemental, resaltándola de la
siguiente manera:
a) reconocimiento en términos de respeto, en el que se reconoce la
igual dignidad de otros en términos morales; b) reconocimiento en
términos de estima o consideración, en el que se reconoce el valor
de ciertos elementos particulares de la identidad de individuos o
grupos que usualmente han sido negados por la existencia de un
grupo dominante y c) reconocimiento en términos de amor y
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amistad, en el que se reconoce la necesidad de acceder a ciertas
relaciones afectivas de cuidado.
Como se mencionó anteriormente, estos aspectos son aplicables a todo el
estudiantado independientemente de su condición o características
personales, pero específicamente con relación al tema de estudio de este
artículo, el reconocimiento de la diversidad sexual y la identidad de género
es uno de los puntos que más ha demostrado tener falencias, especialmente,
por ser un tema del que poco se habla. Hacerse parte de la justicia social
entendida como la aceptación de la particularidad de todas las identidades
y el respeto a las distintas manifestaciones de afecto es indispensable para
avanzar en la inclusión.
En este sentido, Montané (2015), agrega con relación a la manera de
proceder de las personas docentes lo siguiente:
No se trata, por lo tanto, de simplemente aceptar y ser solidario
si no de saber vivir en y con la diferencia. Asimismo, es
importante reconocer todas las dimensiones de la injusticia
como denegación del reconocimiento: la humillación, el
maltrato o el menosprecio (Montané, 2015, p. 110-111).
Por lo tanto, es indispensable no sólo entender y reconocer la justicia social,
sino que hay que actuar con justicia, velar porque las personas no sean
vulneradas por su manera de ser o de expresarse, y como sostiene la autora,
saber vivir en y con la diferencia, de esta manera, no solo es posible
reconocer al otro, sino que además permite que las personas puedan
reconocerse a sí mismas, pues sólo en un ambiente de aceptación y libertad
se puede realmente ser y desarrollarse.
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Reforzar los programas de estudio universitario y las capacitaciones en
docentes del sistema educativo de primaria y secundaria
Es vital el reforzamiento de los contenidos en los planes de estudio de las
carreras de Educación, de manera que se incluya de forma explícita a todos
los grupos que, por alguna razón, han sido discriminados o excluidos en el
ámbito educativo. De esta forma, aquellas personas que se desarrollarán
como docentes, contarán con una adecuada información para conocer las
realidades y particularidades del estudiantado que atenderán y que cada
vez es más heterogéneo.
Es importante, que dicha información vaya acompañada de estrategias
didácticas y metodológicas para atender a estas poblaciones, de manera
que puedan realmente ser reconocidas e incluidas en el ejercicio educativo.
Igualmente, se propone que se continúe capacitando a las personas
docentes del sistema educativo de primaria y secundaria.
Como una estrategia para avanzar, se podrían establecer alianzas con
distintas organizaciones que existen en el país y que trabajan estos temas para
apoyar al MEP en esta ardua, pero importante tarea. Asimismo, las
universidades podrían contribuir brindando material humano y de
conocimiento para reforzar estas capacitaciones y con esto acrecentar su
progreso.
Ciertamente, en Costa Rica se ha venido trabajando y desarrollando la
educación inclusiva, no obstante, la comprensión más amplia de esta todavía
no ha alcanzado el auge necesario. Para lograr que sea una realidad, es
preciso pulir los procesos iniciados y agregar nuevos aspectos que les
enriquezcan, para así llegar a todas las poblaciones que lo requieran.
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Conclusión
A pesar de que en Costa Rica se han realizado esfuerzos relevantes para
incluir a grupos que, por distintas razones han sido relegados del sistema
educativo, existen algunos que no han recibido la misma aceptación y
visibilidad. Las poblaciones con orientaciones sexuales diferentes a la
heterosexual o con identidades sexuales no binarias, han sido tomadas en
cuenta en las estrategias de inclusión.
No obstante, la escasa formación docente y sensibilización con relación a la
diversidad sexual e identidad de género, enlazada con la antigua
concepción de lo que es la educación inclusiva, ha suscitado que la mayoría
de las acciones propuestas para incluir a estas personas quede
principalmente en el papel.
Por tal razón, se torna ineludible empezar a trabajar en la formación de las
personas docentes, no solamente con el personal actual, sino desde ya con
miras a futuro, pensando en las próximas generaciones de docencia. Para
esto, es necesario que se incorporen algunos aspectos indispensables en la
elaboración de estas estrategias formativas. Dentro de las cuales se
encuentra lo siguiente:
1. La comprensión de la educación inclusiva como aquella que realmente
integra y legitima a todas las personas en su diversidad, independientemente
de las condiciones o características que les destacan.
2. El aporte activo de la educación superior en cuanto a la formación
docente en y desde la educación inclusiva. En la cual se considere de forma
específica en los contenidos curriculares de los programas de estudio, a todas
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las poblaciones que por distintas razones han sido excluidas en ámbitos
educativos. Asimismo, que se refuercen aspectos relacionados con la
aceptación y el respeto por todas las personas.
3. Lograr un trabajo en conjunto con todos los grupos relacionados con el
plano educativo e inclusivo. Es decir, el establecimiento de alianzas y
estrategias de acción entre el MEP y las universidades, así como las personas
que trabajan por la inclusión de algún grupo en específico, llámese
necesidades educativas especiales, estudiantes de bajos recursos
económicos, población LGBTI, entre otros.
Es importante señalar que el establecimiento de un trabajo de formación en
conjunto no solo es lo que corresponde de acuerdo con lo estudiado a nivel
global y legal, sino que, además, permitiría un mayor avance y eficacia en el
objetivo común, una educación de calidad para todas las personas.
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