Revista Arjé: Mediación Pedagógica a través de la divulgación y la ciencia
E-ISSN: 2215-5538, Vol. 5, N.º 2
Julio a diciembre, 2022
Sección Especial
Arias, R., Castro, L., Madrigal, L., Porras, A. y Quesada, R. Construcción y desarrollo de
la Mediación Pedagógica en la Universidad Técnica Nacional: reflexiones desde las
vivencias y experiencias de actores clave en el contexto socioeducativo
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SEGUNDA ENTREGA:
Construcción y desarrollo de la Mediación Pedagógica en
la Universidad Técnica Nacional: reflexiones desde las
vivencias y experiencias de actores clave en el contexto
socioeducativo
Introducción
A continuación, se presenta la segunda entrega de los resultados obtenidos
en la investigación denominada “Construcción y Desarrollo de la Mediación
Pedagógica en la Universidad Técnica Nacional: reflexiones desde las
vivencias y experiencias de actores clave en el contexto socioeducativo”,
Rocío Arias Soto
Universidad Técnica Nacional, Costa Rica
rariass@utn.ac.cr
Lourdes Castro Campos
Universidad Técnica Nacional, Costa Rica
lcastro@utn.ac.cr
Laura Madrigal Corrales
Universidad Técnica Nacional, Costa Rica
lmadrigal@utn.ac.cr
Alexander Porras Sibaja
Universidad Técnica Nacional, Costa Rica
ajporras@utn.ac.cr
Rebeca Quesada Murillo
Universidad Técnica Nacional, Costa Rica
rquesada@utn.ac.cr
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que fue impulsada desde la Dirección de Formación Pedagógica del Centro
de Formación Pedagógica y Tecnología Educativa de la Universidad Técnica
Nacional de Costa Rica (CFPTE-UTN).
La información descrita surge de la sistematización de saberes,
aprendizajes y vivencias de las veinte personas expertas que participaron
como informantes en las entrevistas a profundidad, de quienes se brinda el
detalle en la Tabla 1.
Tabla N.º 1
Distribución de las unidades de muestreo
Autoridades UTN
Rol
1. Emmanuel González Alvarado
Rector UTN
2. José Matarrita Sánchez
Vicerrector de docencia UTN
3. Fernando Villalobos Chacón
Decano, sede Pacífico UTN
4. Johnny Sequeira Sandoval
Director de carrera, CFPTE-UTN
5. Andrea Gómez Barrantes
Directora de Carrera, IGA-UTN
Profesores UTN
6. Max Arias Segura
Docente, CFPTE-UTN
7. Tania Barrantes Estrada
Docente, CFPTE-UTN
8. Silvia Arrieta Castro
Coordinadora Formación
humanística- sede central UTN
9. María Ly Vásquez
Docente, ILE-UTN
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Externos UTN
10. Enrique Margery Bertoglia
Docente, Director The Open
Institute
11. Ana Ligia Monge Quesada
Docente pensionada, UCR
12. Cruz Prado Rojas
Exdirectora del doctorado en
educación con énfasis en
mediación pedagógica,
Universidad La Salle
13. Anamaría Hernández Barrantes
Docente pensionada, UNA
14. Marcela Carmona Guillén
Docente, UNED
15. Beltrán Seco Villalobos
UNA
16. José Antonio Blanco Villalobos
UCR
Internacionales
17. Daniel Prieto Castillo
Argentina
18. Douglas Marín Briones
Nicaragua
19. Oscar Azmitia Barranco
Guatemala
20. Mauricio Arias Giraldo
Colombia
Nota. Muestreo no probabilístico, seleccionando las unidades
tomando como criterio su formación y experiencia en materia de
Mediación Pedagógica.
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En este caso se realiza un descripción de los aportes suministrados por las
personas expertas en correlación con los siguientes aspectos: buenas
prácticas de mediación pedagógica, aprendizaje significativo, lecciones
aprendidas en la implementación de la mediación pedagógica,
recomendaciones para lograr la integralidad en los procesos formativos,
estrategias de mediación para una mayor motivación, productividad y
participación de las personas estudiantes, reconfiguración del rol de
estudiantes y docentes en los diferentes espacios educativos y reflexiones
finales sobre mediación pedagógica.
Además, cabe resaltar que la primera entrega de esta investigación fue
publicada en la I edición del año 2022 de la Revista Académica Divulgativa
Arjé de la UTN.
Buenas prácticas de mediación pedagógica
De acuerdo con Jerí-Rodríguez (2008) “una buena práctica es una
experiencia de carácter innovador que permite solucionar un problema a
través de una mejora en el proceso” (p. 31). Estas experiencias, menciona
la autora, son el resultado de una interacción de factores personales
internos que le permiten a las personas conocer qué va a hacer (conciencia
que tiene la persona de que lo que hará tendrá un resultado), cómo lo hará
(conocimiento) y cuál es su capacidad para hacerlo (habilidad para actuar).
Según este escenario, en las buenas prácticas destacan aquellas conductas
y talentos que presentan las personas en el ejercicio de sus actividades a
la hora de afrontar situaciones críticas con innovación y creatividad, para
generar alternativas de solución a diversas problemáticas, así como el
cumplimiento de sus objetivos personales, profesionales y laborales. En
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congruencia con lo descrito, desde el ámbito de la mediación pedagógica
señala Sequeira-Sandoval (2022), que estas buenas prácticas se traducen
en acciones y activos, es decir, en recursos inherentes al docente que le
posibilitan cocrear espacios y experiencias de aprendizaje junto con las
personas estudiantes.
Por tanto, Prieto-Castillo (2022) expresa que desde la mediación
pedagógica se debe tener apertura ante un horizonte infinito de
posibilidades, las cuales se pueden impulsar como prácticas de prospección,
de lenguaje, de inventiva, entre otras. Lo anterior, con el fin de entender
que las buenas prácticas de aprendizaje no están definidas, sino que evocan
la reflexión constante de cada docente para abrirse a nuevos caminos y
promover experiencias de aprendizaje innovadoras.
Así mismo, Prado-Rojas (2022) sugiere que este contexto de
implementación de buenas prácticas en la mediación pedagógica se trata
de un proceso de cambio que se da de manera paulatina y vivencial, para
que todas las personas vayan tomando conciencia de los beneficios de esta
mediación como motor del aprendizaje, en el que destaca la importancia
del placer, la creatividad y la felicidad en este proceso, debido a la
correlación que existe entre el sentir y el saber.
Respecto a lo anterior, señalan Arrieta-Castro (2022), Barrantes-Estrada
(2022) y Matarrita-Sánchez (2022), que existe la necesidad de construir
aprendizaje a través de las experiencias de quienes forman parte del acto
pedagógico, para que de esta forma las personas participantes puedan
sentirse involucradas e identificadas con el proceso y, de esta forma, dotar
de sentido los saberes adquiridos desde el cómo y el para qué.
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Lo descrito implica, según Barrantes-Estrada (2022), estimular el
empoderamiento de la persona aprendiente, a partir de la validación de su
propio conocimiento y de la dotación de las herramientas adecuadas que le
orienten en la exploración de la realidad en la que se desenvuelve, todo
esto, en un marco de aprecio y respeto. Por ende, es fundamental que
quien medie ese proceso lo realice desde orientaciones auténticas que
posibiliten a las personas aprendientes la comprensión de las diversas
situaciones emergentes y las prepare para la vida personal y profesional.
En ese sentido, Hernández-Barrantes (2022) agrega que hay que enfocar
el pensamiento en las personas participantes, para que se sientan el centro
del proceso y pueda vivirse en su contexto y más allá, al desarrollar su
sentido de pertenencia al grupo, a la sociedad, al país, al continente, al
planeta y al mundo. Aunado a esto, Marín-Briones (2022) menciona que
es importante lograr que la persona estudiante se sienta protagonista y que
logre descubrir que es actor clave en su propio proceso.
Por lo tanto, desde el abordaje de las buenas prácticas en el ámbito
académico, señala Arrieta-Castro (2022), se debe impulsar una visión
integral y contextualizada, desde la cual se promueva la sensibilización de
la persona estudiante, de manera que le permita implicarse en diversos
escenarios como ser social en interacción con el ambiente y con las
diferentes manifestaciones científicas, artísticas y literarias que se
desarrollan, para ir más allá y no solo seguir o limitarse a un programa de
estudio.
Desde este ángulo de mira, se destaca como un privilegio la posibilidad del
encuentro con otras personas en los diferentes espacios de aprendizaje
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colaborativo, pues este contribuye al desarrollo integral del estudiantado y
el fortalecimiento de la educación a nivel nacional.
En este sentido, se trata de un acercamiento integral que inicia desde el
planeamiento de la clase, al considerar los diferentes elementos formativos
e informativos centrados en el aprendizaje (Villalobos-Chacón, 2022).
Además, resulta de primordial relevancia promover la innovación en los
procesos pedagógicos, incorporando las tecnologías de información y
comunicación para el aprendizaje (Arias-Segura, 2022). Marín-Briones
(2022) indica que la persona docente debe asumir el rol de facilitador desde
una planificación asociada a la mediación pedagógica, que contemple los
detalles del plan, la comunicación y la didáctica como estrategia de
aprendizaje.
Por consiguiente, el tomar decisiones acertadas para el desarrollo de los
procesos de aprendizaje desde esta visión, menciona Arias-Segura (2022),
que debe conocer muy bien a las personas estudiantes, sus necesidades,
sus perspectivas y sus particularidades, para acrear un vínculo afectivo
con estas personas centrado en la confianza y la conexión emocional.
Aunado a lo expuesto, Ly-Vásquez (2022) concuerda con lo descrito
anteriormente y agrega que la idea es que la persona aprendiente asuma
un rol participativo, dinámico y creativo en los procesos de formación, al
integrar el diálogo, el respeto y la curiosidad como elementos centrales del
aprendizaje, con el fin de ampliar su imaginación a la hora de cuestionar
y problematizar la realidad, así como, de debatir y despertar la curiosidad,
de forma tal que pueda transitar hacia la construcción de experiencias de
aprendizaje que trasciendan la simple memorización de contenidos.
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Esto da paso a procesos educativos centrados en el aprender haciendo y
en el aprender a aprender, que posibilitan problematizar, cuestionar y tener
una actitud crítica de la realidad.
Desde este enfoque, describe Monge-Quesada (2022) que para dinamizar
la mediación pedagógica es necesario contemplar los procesos históricos,
culturales y sociales, que permean la realidad de las personas involucradas
en el acto educativo, con el propósito de generar un ambiente que les
permita sentirse seguras aún en medio de la incertidumbre.
Esto supone, según Arias-Giraldo (2022), aceptar que la incertidumbre es
un factor existente en la mediación pedagógica y que esta fluye como un
proceso vital que genera diálogo y conversación. Por ende, en correlación
con lo manifestado por Prado-Rojas (2022), resulta preciso que todas las
personas autoras en el proceso educativo, vayan tomando conciencia de
los beneficios de la mediación pedagógica como impulsora del aprendizaje,
a través de la construcción conjunta.
A su vez, Carmona-Guillén (2022) y Blanco-Villalobos (2022) concuerdan
con esta idea y advierten que las buenas prácticas consisten en facilitar una
mediación comprometida y consciente tanto del contexto como de la
persona aprendiente y sus procesos. Por lo que, la preparación, la
investigación y la aceptación de los desafíos propuestos por las personas
estudiantes se convierten en un referente que conduce a la mejora continua
de la persona docente y su mediación, estableciéndose, con esto, una
mayor horizontalidad en el proceso de construcción del conocimiento, en
igualdad de condiciones, pero sin renunciar, ni desvalidar al docente como
guía en el proceso de formación.
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Por su parte, Seco-Villalobos (2022) señala que toda mediación pedagógica
debe partir de la vida misma, al tomar en cuenta lo que la persona
aprendiente esté viviendo, por ende, toda experiencia que se derive de esta
dinámica, para que resulte significativa, debe darse con la participación
estudiantil, a través de su expresividad y su emocionalidad en el acto de
aprender. De esta forma, menciona el autor citado, se promueve la
creatividad, la curiosidad y la capacidad de asombro por lo que se aprende,
y se da paso a nuevos elementos como una actitud positiva hacia el
descubrimiento, que posibilite la satisfacción y la alegría por construir
nuevos conocimientos. Así, Marín-Briones (2022) agrega que es necesario
que la persona docente trabaje desde la biopedagogía, lo que implica
considerar el saber de la persona estudiante, es decir, que relacione su vida
con los conceptos y que construya en conjunto los saberes.
A modo de síntesis, se retoma lo planteado por Azmitia-Barranco (2022),
quien asegura que la principal buena práctica en los procesos de mediación
pedagógica consiste en crear los espacios y el clima adecuados para el
aprendizaje, lo cual implica la libertad, la creatividad y el respeto a los
procesos del aprendiente, de forma tal, que este pueda vivirlos con gozo
en la convivencia.
En este sentido, expresa el autor citado, que la escuela debe ser un lugar
para convivir y relacionarse con los demás, al asumir con empatía la
interrelación y la complejidad de las relaciones humanas como aspecto
central de la vida. Por este motivo, es relevante reconocer que lo que
interesa es la vida, es el desarrollo del buen vivir y, por lo tanto, en el
proceso de aprender se necesita incorporar el proceso vital a todo lo que
leemos, reflexionamos y compartimos, en función de promover y defender
la vida.
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A partir de estas reflexiones, se puede considerar que las buenas prácticas
en la mediación pedagógica consisten en poner el énfasis en la persona
aprendiente como promotora de la gestión de su propio aprendizaje, al
integrar su espacio vital, con su implicación histórica, experiencial y
emocional, que permita la libertad, el disfrute, el diálogo y la conversación,
en un clima adecuado para el desarrollo de la creatividad, la innovación, el
placer y la felicidad en el sentir y el hacer. Todo esto, posibilita promover
el empoderamiento desde una visión integral, es decir, asumirse como ser
social en el encuentro con otras personas, esto, prepara para la vida
personal y profesional, ya que considera los desafíos del contexto.
Así mismo, la persona docente debe valorar su papel como acompañante y
orientador de estos procesos de formación, al crear espacios, climas y
experiencias de aprendizaje, que promuevan el rol participativo, dinámico
y activo de las personas aprendientes, la integración de las tecnologías de
la información y la comunicación, así como, el reconocimiento y la apertura
a las múltiples posibilidades de recursos existentes, tanto en el aspecto
humano como en el contexto, de manera que permitan el diálogo y el
involucramiento personal dotado de sentido, dentro de un vínculo de
conocimiento, confianza y conexión emocional, para el desarrollo continuo
de las personas, que les permita tener un desempeño eficiente y
satisfactorio en su vida personal y profesional, lo anterior contribuye en el
sentido comunitario del bien común y el bienestar social.
Aprendizaje significativo
De acuerdo con la teoría desarrollada por Vygotsky y, posteriormente,
referenciada por Prado y Gutiérrez (2004), se considera un aprendizaje
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significativo o con sentido, en la medida en que durante el proceso de su
construcción se logren establecer experiencias placenteras, gratificantes
y satisfactorias, tal y como se describe “El desarrollo personal se da en el
momento en que el aprendiz, por la ayuda que recibe y acepta
placenteramente, pasa de objeto a sujeto de su propio desarrollo”
(Vygotsky s. f., citado en Prado y Gutiérrez, 2004, p. 33).
Desde esta perspectiva, señala Prado-Rojas (2022), se concibe que el
aprendizaje es vida y, por lo tanto, es significativo cuando logra
interconectar el nicho vital de las personas aprendientes con sus procesos
educativos, permitiéndoles encontrar el sentido a lo que aprenden.
Lo anterior, se constituye un proceso personal, ya que ese sentido solo se
lo puede dar la propia persona. A diferencia de lo que se genera desde el
modelo de la enseñanza, donde muchas veces el proceso educativo se
rellena de actividades didácticas que no le permiten a la persona el darse
cuenta y generar conciencia sobre su aprendizaje, y más bien le inhibe en
sus espacios de creatividad y libertad, lo que disminuye el gozo y el
encuentro de sentido a lo que está aprendiendo.
En palabras de Seco-Villalobos (2022), una de las características de la
mediación pedagógica, que posibilita la construcción de aprendizajes
significativos, se traduce en la vinculación que se hace entre el acto de
aprender y los procesos vitales, en la medida en que se aprende de la
naturaleza y de la vida. Aunado a esto, Hernández-Barrantes (2022)
expresa que el aprendizaje es significativo cuando implica existencialmente
a la persona, en el colectivo y en la sociedad. Cuando la persona siente que
ese aprendizaje aporta a su vida y le da elementos para ir configurando su
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estar en el mundo, o sea, ser una mejor persona y contribuir en la vida de
las otras personas.
La idea expuesta se complementa con lo dicho por Blanco-Villalobos
(2022), quien citando a Simón Rodríguez enuncia “Lo que no se hace sentir
no interesa”, con esto evidencia la necesidad de dotar de sentido y de
contextualizar los contenidos en la vida de los interlocutores, para que así
la educación no sea tema de un proyecto político, sino de la vida de los
sujetos que aprenden.
Lo descrito se refuerza con los señalamientos de Prieto-Castillo (2022),
quien considera que desde el aprendizaje significativo, la pedagogía supone
poner el corazón y el pensamiento en el otro, al reconocer que desde el
concepto mismo de pedagogía, se parte de la creencia de la educación como
un proceso de socialización y de construcción del propio ser; por ende, se
relaciona, profundamente, con lo que significa partir del otro, colocar como
elemento central al otro, es decir, a la persona estudiante, quien viene a
aprender de la institución, de los materiales y de las personas mediadoras.
En esta línea de pensamiento, para que se el aprendizaje significativo,
se requiere la configuración de un entorno de mediación pedagógica
fundamentado en el interés por el otro, o sea, por las personas
aprendientes y por los autores del contexto. Esto debe ser integrado por la
institución y por las personas educadoras y estudiantes, con los medios y
materiales utilizados, así como, en las prácticas de aprendizaje, en un acto
humanizado, que excluye la violencia simbólica en cualquiera de sus
manifestaciones, ya que el reconocimiento del otro debe convertirse en un
puente para promover y acompañar el aprendizaje.
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Esto significa una labor cotidiana y una madurez que no se consiguen de
manera sencilla, pues implica desarrollar la capacidad de relacionarse con
el otro y de acompañarle, de ahí que Prieto-Castillo (2022) señala que
"Necesitamos pensar a fondo la mediación pedagógica como un arte", que
requiere de esfuerzo, de comprensión y de emoción, moviéndose en un
espacio donde es necesaria una gran fineza en la capacidad de percibir al
otro, de valorarlo y de acompañarlo.
En congruencia con este planteamiento, Barrantes-Estrada (2022)
menciona que para lograr un aprendizaje significativo es importante
realizar una lectura detallada del contexto de las personas para reconocer
su interés y orientarla en la construcción de experiencias de aprendizaje,
que sean lo más cercanas a su realidad.
Esto implica un acompañamiento por parte del docente y la creación de
recursos orientadores, que permitan la flexibilidad de los procesos, para
que estos alcancen la profundidad y creatividad, sin dejar de lado la
estructura, al considerar los grados de libertad que promuevan la
expansión.
Lo anterior, menciona Barrantes-Estrada (2022), se debe a que la
mediación pedagógica apuesta a que cada participante en el acto educativo
tenga su propia respuesta, es decir, que cada quien construya su ruta,
mientras alcanza el resultado de aprendizaje y el desarrollo integral.
Asociado a esto, Marín-Briones (2022) agrega que el aprendizaje
significativo se relaciona con la posibilidad de que cada estudiante pueda
aprender haciendo con una finalidad. Aporta el ejemplo de la Universidad
Internacional Antonio de Valdivieso (UNIAV), cuando se desarrolla el tema
del emprendimiento, ya que al graduarse de la universidad no solo obtienen
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el título académico, sino que reciben un certificado de obrero especializado
profesional, lo cual repercute de manera significativa en su proyecto de
vida.
A esto se suma lo expuesto por González-Alvarado (2022), quien considera
que es importante generar espacios de aprendizaje en los que la persona
aprendiente se pueda movilizar sintiendo seguridad en su participación, al
disminuir el temor respecto a lo que se encuentre en su camino de
construcción de conocimientos. Por lo que, se requiere idear estrategias
centradas en el aprendizaje significativo, que posibiliten el acercamiento de
la ciencia al interés y comprensión de las personas, a través de recursos
didácticos cuya presentación contemple el sentido y la profundidad estética
requerida para incidir en la audiencia y favorecer la construcción de
aprendizajes.
Así mismo, Matarrita-Sánchez (2022) y Sequeira-Sandoval (2022)
mencionan que el aprendizaje significativo se logra, a través del amor al
conocimiento como vehículo de transformación personal y social, que
sobrepasa las barreras de la educación tradicional para vincular el
aprendizaje con la vida. Esto, a su vez, supone que desde la mediación
pedagógica se apele a las emociones, para que haya una mayor implicación
personal tanto en los docentes como en las personas estudiantes Arias-
Segura (2022).
Por lo tanto, es necesario tomar conciencia sobre la utilidad y el beneficio
de contar con un planeamiento educativo, que integre los conocimientos
previos y que facilite la resolución de situaciones contextualizadas,
asimismo, que reconozca las subjetividades y necesidades de las personas
estudiantes para involucrarse en un proceso participativo, que no solo se
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interese en el desarrollo académico y profesional, sino que contemple el
fortalecimiento de habilidades blandas en el espacio áulico, tal y como lo
explican Arrieta-Castro (2022), Gómez-Barrantes (2022) y Villalobos-
Chacón (2022).
Además, con base en esta misma línea de pensamiento, Azmitia-Barranco
(2022) sugiere que el aprendizaje cumple una función de vida, es decir, es
significativo. Por lo tanto, en el contexto educativo, la persona docente al
planificar, en la medida de lo posible, debe involucrar a las personas
aprendientes, pensándose en sus necesidades para la selección de temas
que les resulte verdaderamente significativos.
En este sentido Monge-Quesada (2022) y Carmona-Guillén (2022)
expresan que el aprendizaje significativo parte de una visión sistémica,
donde existe una retroalimentación constante entre todas las personas que
participan en el proceso educativo. A través de la socialización y el
compartir se da paso a la construcción de un conocimiento que trasciende
el ámbito individual para dar un salto cualitativo a un saber personal y
colectivo, en el que las personas implicadas son a su vez objeto y sujeto de
aprendizaje, lo que genera una dialéctica del adentro y del afuera.
Esto significa que, desde la experiencia de Carmona-Guillén (2022), el
aprendizaje se vive, se construye y se da desde una consciencia que se
está participando y aprendiendo. Es desde ahí, que la persona docente
puede diseñar estrategias de mediación, que posibiliten reconocer las
características y los intereses de las personas estudiantes, es decir, hacia
donde ellos quieren ir, lo anterior, acompañándolos desde la profundización
y la creación de espacios participativos con libertad para su proceso
formativo.
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Esto evidencia que no se trata de un proceso permanente, sino de
momentos específicos con un tiempo y espacio delimitados, que permiten
transitar de una educación tradicional a una más holística y compleja, al
involucrar la humildad, el reconocimiento del error y el establecimiento de
relaciones más humanas.
En síntesis, un aprendizaje significativo implica la interconexión de este con
el nicho vital de las personas estudiantes, ya que es un proceso personal
que requiere hacer sentir la importancia de los contenidos en la vida, y su
posibilidad de profundizar en estos. Por lo que, el aprendizaje es un proceso
de socialización y construcción del propio ser, ya que es un acto
humanizado en que se pone el corazón y el pensamiento en el otro, a partir
de la puesta en práctica de la madurez y riqueza interior, todo esto, se
busca promover en los espacios de aprendizaje para lograr un acercamiento
de la ciencia al interés y comprensión del contexto humano, ya que cumple
una visión de vida. Marín-Briones (2022) comenta que es importante que
los procesos de aprendizaje se vinculen con la comunidad, desde la
investigación y la extensión social, a la vez, que la universidad aporte con
sus recursos (infraestructura) y servicios (certificados, patentes, otros) a
estas acciones realizadas por los nuevos profesionales, en beneficio de la
comunidad y sociedad en general.
Por lo anterior, la persona mediadora debe realizar una lectura del contexto
y de la realidad de las personas aprendientes, desde una visión sistémica
que posibilite la retroalimentación, a partir de la facilitación de recursos
orientadores y la promoción de la flexibilidad en los procesos, al considerar
los grados de libertad necesarios, para impulsar esa respuesta propia en
cada persona, esto, según el contacto emocional presente en el aprendizaje
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significativo, que promueve una implicación personal y permite la
profundización del mismo de la persona participante, es decir, trasciende
al ámbito colectivo.
A todo esto, el aprendizaje significativo implica la toma de conciencia de
que se está participando y aprendiendo, al mismo tiempo, que se están
desarrollando las habilidades para la vida como resultado de una visión más
holística y compleja en el contexto de la educación.
Lecciones aprendidas en la implementación de la mediación
pedagógica
En este punto resulta oportuno realizar una descripción de las principales
lecciones aprendidas por las personas expertas, quienes participaron de
esta investigación, y cuyos aportes reflejan las experiencias que cada una
de ellas ha construido desde sus roles como mediadores en esta escuela
llamada vida.
Se inicia con las ideas planteadas por González-Alvarado (2022), quien
sostiene que la mediación pedagógica marca un quiebre con respecto a la
educación tradicional centrada en la enseñanza, que únicamente promovía
la memorización, mientras el nuevo paradigma impulsa el aprendizaje, el
desarrollo integral de la persona y el disfrute del acto educativo. Esto
evidencia un cambio no solo en la didáctica utilizada, sino principalmente
en la posición de las personas aprendientes y mediadoras, que incluye
desde el lenguaje hasta su forma de estar frente a la vida. De igual manera,
Hernández-Barrantes (2022) expresa que se aprende de los contenidos
como insumo para la construcción de conocimiento, pero no como un acto
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solo de memoria, sino como un proceso de asimilación, ya que desde la
mediación pedagógica se rescata el proceso lúdico, estético y disfrutable.
Además, Ly-Vásquez (2022) acota que se debe empoderar a docentes y
estudiantes para que sean protagonistas en la construcción de
conocimientos y el desarrollo de las experiencias de aprendizaje, al
posibilitar el acercamiento a la mediación pedagógica de una manera
flexible, amigable, con sentido, empática, participativa, entre otros. Lo
anterior, a partir de estrategias metodológicas y evaluativas
contextualizadas y promotoras de aprendizaje.
En resumen, se trata de la posibilidad de aprender a disfrutar el proceso de
aprendizaje y su carácter significativo, tal y como lo indica Matarrita-
Sánchez (2022). Así como, la necesidad de despertar en las personas
aprendientes la capacidad de asombro, expectativa y alegría al adquirir
nuevos conocimientos (Sequeira- Sandoval, 2022).
Por su parte, Arias-Segura (2022) agrega que otro elemento central radica
en integrar las emociones de los aprendientes en el contexto del
aprendizaje y la activación del conocimiento previo, que es fundamental,
ya que es una base necesaria para enlazar lo que se aprende en el espacio
áulico con lo que ya conocen.
En este proceso, otro aspecto importante por considerar indica Barrantes-
Estrada (2022), se refiere a la libertad que se le debe brindar a las personas
estudiantes para que puedan ser creativas en sus procesos de aprendizaje.
Asimismo, para que esto se es importante respetar el ritmo de las
personas involucradas en el acto educativo, de manera que, se pueda evitar
la ansiedad u otras reacciones desfavorables, que sean limitantes para el
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aprendizaje. De igual forma, es necesaria la comprensión del contexto en
que estas personas se inscriben para que se pueda desarrollar diversas
acciones centradas en el aprendizaje y el desarrollo de las personas.
En esta misma línea de ideas, Prado-Rojas (2022) expresa que ese espacio
de libertad es lo que permite la inclusión, lo cual es muy importante en el
ámbito educativo. Por esta razón, los ejercicios que se generan deben
posibilitar a las personas aprendientes reflexionar acerca de su propio nicho
vital, al poner su impronta personal y su individualidad, más no su
individualismo, de tal forma, que cada experiencia sea una oportunidad
para aprender.
Para alcanzar lo expuesto, dice Carmona-Guillén (2022), que la persona
mediadora debe sentirse convencida de que la mediación pedagógica es
una de las mejores opciones para promover el aprendizaje, a partir de una
convicción de vida, que fortalece sus valores desde la transparencia y
autenticidad, al comprender que la persona o grupo aprendiente parte de
un propósito definido sobre qué explorar y qué experimentar, al incluir el
bagaje de conocimientos previos. Asimismo, quien media debe ser muy
consciente de todo esto para contemplarlo en el proceso de planeamiento
y, a partir de allí, generar su gestión de una manera horizontal, que
contribuya a que la persona estudiante pueda construir nuevos saberes,
según su ritmo, sus pautas y sus niveles de profundización del
conocimiento.
Por lo tanto, como lo menciona la autora Barrantes-Estrada (2022), se
puede concebir la mediación pedagógica como una danza que debe fluir, lo
que implica estar con la mente abierta y promover con las personas
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implicadas la concepción de que este proceso educativo es una forma de
hacer ciencia social, cuya naturaleza es una de las más prácticas.
Además, la mediación pedagógica requiere rigurosidad en todo el proceso,
y al incluir la evaluación, esta debe ser congruente con lo que se está
ejecutando. Con estos mismos planteamientos, Villalobos-Chacón (2022)
sugiere que, desde este abordaje, se logra mejorar sustancialmente el
aprendizaje de los estudiantes, pues se trata de un paradigma más abierto
y horizontal, donde, por ejemplo, en lo que respecta a la evaluación no solo
interesa el dato, sino un aprendizaje significativo y autocolaborativo en el
que las personas investigan y compartan.
En correspondencia con la idea anterior, Arrieta-Castro (2022) retoma el
tema del trabajo colaborativo y la interacción, presentándolos como pilares
muy importantes de la mediación pedagógica, al involucrar a los
participantes y la organización, además, al establecer objetivos para tomar
decisiones, comunicarse y emplear la creatividad en la búsqueda de
respuestas. Esto, a partir de direcciones claras, seguimiento y
retroalimentación por parte de la persona que media el proceso. Ante lo
cual, Hernández-Barrantes (2022) indica que se debe tener claridad de lo
que significa la participación en el aprendizaje, ya que no todo lo que se
nombra como participación lo es, pues implica decisión, construcción y
tomar las riendas. No se debe limitar a la formación de grupos y a la unión
de aportes individuales desarticulados, que resulten bonitos y donde se
utilicen diversos materiales. Por tal razón, se deben planificar, crear y
facilitar los procesos que permitan la participación genuina de las personas
estudiantes, con el fin de que se escuche su voz y no solo la de la persona
docente.
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En esta misma línea, Seco-Villalobos (2022) expresa que la persona
mediadora debe cuestionarse ¿Cómo generar experiencias de aprendizaje
que enamoren, ilusionen e inspiren para que los estudiantes reconfiguren
su rol dentro del propio proceso de aprendizaje? Al igual, menciona el autor,
que cada persona se cambia a sí mismo, esto es que realiza sus propios
procesos de transformación, por lo que no debe exigir el cambio en los
demás. En virtud de esto, el primer cambio le corresponde al docente en
su propio rol, al generar nuevas prácticas, ser flexible y encontrar el sentido
de la mediación centrada en el aprendizaje y el desarrollo de la persona e
influencia grupal, pero debe saber esperar y actuar sin que se interrumpa
el proceso personal.
También, dice Gómez-Barrantes (2022) que, aunque la guía y orientación
del docente es necesaria, en la mediación pedagógica es importante que
este no se crea amo y señor de la clase, al entender que su rol es como
facilitador y que el estudiante no es un ente pasivo, por tanto, resulta de
vital importancia involucrar a este en el proceso de aprendizaje de forma
activa, conociéndolo y escuchándolo en su hacer y sentir, en relación a sí
mismo y a su entorno.
Así mismo, dice Prado-Rojas (2022), que la persona mediadora debe
promover las relaciones con los otros, es decir, involucrarse de manera
comprometida con el proceso de aprendizaje, al reconocer las emociones
de las personas aprendientes para estimular en ellas la toma de sus propias
decisiones. Es decir, debe generar las condiciones para que se desarrolle el
acto de asimilación y aprendizaje de los contenidos, a través de la
planificación consciente y cuidadosa de la experiencia de aprendizaje, que
estimule la flexibilidad y la libertad.
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Ahora bien, es necesario hacer un paréntesis en este punto, para referirse
a lo indicado por Prieto Castillo (2022), respecto a no utilizar el rmino
“facilitar” cuando se habla de aprendizaje, él aclara que esto no constituye
un rechazo o prohibición a nadie de emplearlo, sino que desde su visión "el
educador no está para hacerle la vida fácil a nadie", de ahí que la mediación
pedagógica requiere de una intensa y constante laboriosidad tanto de
quienes enseñan como de quienes forman parte de un entorno presencial
o virtual de aprendizaje en calidad de aprendices (que somos todos).
En este sentido, cabe destacar, que por mucho tiempo se le otora la
persona docente una etiqueta como portador del conocimiento y de la
responsabilidad de transmitirlo a sus estudiantes, pero, actualmente,
explica Margery-Bertoglia (2022) los nuevos paradigmas educativos
generan una ruptura al respecto y reflexionan acerca de la necesidad de
concebir el aprendizaje como un elemento que se transforma y, por ende,
requiere generar una distinción entre el conocimiento que existe y lo que
yo conozco. Lo cual, implica estar siempre en una actitud humilde, atenta
y receptiva a nuevos saberes, pues cuanta más experiencia se alcanza
sobre un tema, más claridad se tiene de lo que aún falta por conocer.
Aunado a estas ideas, Margery-Bertoglia (2022) externa que resulta
oportuno visualizar al grupo de estudiantes como un sistema complejo
adaptativo, capaz de generar sus propias dinámicas de aprendizaje; a
través del desarrollo metacognitivo, para que accedan a un conocimiento
más consciente que toma en cuenta la naturaleza de los procesos de
aprendizaje.
De igual manera, Marín-Briones (2022) agrega que desde la mediación
pedagógica es importante la visión holística e integral de los saberes, por
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lo que se debe evitar la segmentación de los conocimientos y de la
percepción de la persona, ya que tiene que ser vista como un todo, debido
a que lo que sucede en una de sus partes afecta a su ser total. Además,
permite el asombro y el error, debido a que la incertidumbre es parte de la
vida. Así mismo, menciona que la riqueza que se genera al involucrar a
personas especialistas y pensadoras del tema de la mediación pedagógica
es un recurso valioso para los procesos de diseño e implementación de esta
propuesta educativa.
Prieto-Castillo (2022) refuerza lo citado, al manifestar que la práctica
pedagógica es de suma complejidad, puesto que no se puede improvisar
en ella, se requiere de mucha preparación y del adecuado manejo de las
variables, ya que va más allá de ir a algún aula a dar clases (o lecciones).
Esto implica considerar la mediación de contenidos, de prácticas de
aprendizaje, de la forma de los materiales, así como de otros elementos,
por ejemplo, la institución completa como mediadora.
En este sentido, el autor define como la "lección de las lecciones", el trabajo
en equipo, pues sugiere que la complejidad de lo educativo se resuelve
cuando un conjunto de seres se compromete en el proceso. Aunque
reconoce que hay situaciones en las cuales solo se tiene como espacio de
acción el aula para ofrecer una asignatura, entonces la responsabilidad por
la mediación institucional y por los equipos a cargo de una carrera
representa el ámbito fundamental para impulsar ideales de mediación
pedagógica, que van mucho más allá de las paredes de un aula.
Por ende, Margery-Bertoglia (2022) evidencia que la complejidad
característica de la mediación pedagógica prioriza el desarrollo de las
capacidades de afrontamiento y de resiliencia en las personas estudiantes.
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Además, Monge-Quesada (2022) indica que, al tratarse de un enfoque
sistémico integral, esta tiene como objetivo fundamental la participación
grupal y el crecimiento de la persona, al tomar en cuenta todos los
elementos de la mediación para promover el aprendizaje, la
autoorganización del grupo, la facilitación de condiciones y los elementos
para resolver preguntas. Lo anterior, al asumir un compromiso de ser
sujeto y objeto, de estar presente y comprometido, asimismo, de ser
participativo para lograr lo que se denomina un aprendizaje situado, donde
la corporeidad, la cognición y la emoción están ahí presentes, para hacer
valer nuestra identidad como personas.
De lo expuesto por Monge-Quesada (2022), se debe enfatizar en el trabajo
que se hace para conjugar la cognición y la emoción en un proceso de
construcción de conocimiento que es contextualizado y auténtico, además
que se interesa por toda la experiencia e historia de vida de los actores
educativos. También, en el papel que adquiere la pregunta como una
herramienta indispensable para entender y cuestionar la realidad, al hacer
una lectura menos estereotipada acerca de las reglas y normas sociales,
que en muchos casos se presentan como verdades absolutas.
Finalmente, se hace el cierre de lecciones aprendidas, al traer a colación lo
expresado por Arias-Giraldo (2022), quien menciona que en la mediación
pedagógica no existe el poder, eso se logra a través del ejercicio de la
compañía y no solo del acompañamiento; de la confianza y no solo de la
asesoría; del vínculo y la relación y no solo de la orientación; lo cual
posibilita comprender la mediación como el lugar de encuentro de la
educación.
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Por lo que es posible decir que, desde la mediación pedagógica hay un libro
abierto sobre el cual se configura una trama de sentidos para el
aprendizaje, en la que se debe propiciar una sincronía entre información,
conocimientos, capacidades, libertades, actitudes y de cómo esto permite
una relación con el ser, con su hacer, con su tener, con su convivialidad y
con su aprender a aprender.
A modo de síntesis, las personas expertas reconocen como lecciones
aprendidas que la mediación pedagógica es un quiebre, es decir, una
ruptura con la educación tradicional, que se orienta no a la enseñanza y no
al aprendizaje, pero implica un cambio en la didáctica y en la forma de vivir
el acto de aprender, ya que las personas aprendientes deben ser las
protagonistas en la construcción participativa del aprendizaje, con un
involucramiento activo, desde el disfrute, la significancia, el asombro, la
integración de las emociones, el contexto y los aprendizajes previos. Todo
esto, bajo una perspectiva de libertad para el desarrollo de la creatividad y
para el respeto del propio ritmo y la realidad de las personas.
Al valorar los aportes de cada participante, se podría aseverar que la
experiencia les ha demostrado que la mediación pedagógica permite una
educación inclusiva, ya que se integra el nicho vital de las personas con su
impronta personal y su individualidad no con su individualismo. De esta
manera, cada persona puede ser consciente del propósito de explorar y
experimentar para promover el aprendizaje, desde una convicción de vida,
con los propios valores y significados. Como lo apunta una de las autoras
citadas, es una danza, que fluye y promueve la ciencia social, desde una
visión práctica y evaluable. Además, está asociada con un paradigma más
abierto y horizontal, donde todas las personas son aprendientes.
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Desde esta apreciación, las personas expertas mencionan que un aspecto
esencial de estas lecciones aprendidas se relaciona con la promoción del
trabajo colaborativo o en equipo, o sea, esa participación grupal donde los
seres humanos se comprometen con el aprendizaje propio y colectivo, ya
que facilita a las personas interrelacionarse e involucrarse en el proceso de
reflexión y valoración de las prácticas, para autocuestionarse y promover
el cambio, todo esto, desde la comprensión y el respeto, que son motores
fundamentales de los procesos de transformación personal, orientados a la
adaptabilidad y la toma de conciencia de la complejidad de la vida.
Todo esto requiere, por parte de la persona mediadora, una planificación
consciente e involucrarse de manera comprometida en el proceso de
aprendizaje, desde un enfoque sistémico integral; así como una intensa y
constante laboriosidad para la preparación y el manejo de las diversas
variables educativas, incluso, la comprensión de la institución educativa
como mediadora.
De esa manera, se pretenden generar condiciones que favorezcan el
conjugar la cognición y la emoción de las personas participantes, la
integración de la corporalidad desde la propuesta del aprendizaje situado,
la construcción del significado del aprendizaje, así como, el desarrollo de
habilidades de asimilación y aprendizaje, todo esto, con el fin de lograr el
desarrollo de una actitud atenta, humilde y receptiva hacia los nuevos
saberes.
Con estas ideas, se puede identificar como la principal lección comprender
que la mediación pedagógica es un lugar de encuentro para el aprendizaje.
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Recomendaciones para lograr la integralidad en los procesos
formativos
El abordaje desde la mediación pedagógica, expresa González-Alvarado
(2022), tiene que ser consecuente en cada acto que se realiza, pues dentro
del proceso educativo nada es casual, ni improvisado, sino que siempre
debe estar presente la rigurosidad amorosa y la integralidad como
condiciones inherentes al desarrollo de los contenidos en específico y de
los programas en general, es decir, no es una cuestión aislada, sino es un
todo que integra el método, el contenido, la forma y la estética.
Al respecto, señala Gómez-Barrantes (2022), que se requiere romper con
el paradigma tradicional, para ser parte del paradigma emergente, sin dejar
de lado la atención la rigurosidad requerida, por ello, explica Matarrita-
Sánchez (2022) que es fundamental educarse y educar como un acto
permanente, que debe ir más allá de solo enseñar contenidos, para dar
inspiración y humanizar los procesos educativos. Es decir, se trata de idear
estrategias y procurar la construcción de experiencias, que conlleven a un
aprendizaje con sentido vital (Sequeira-Sandoval, 2022).
Al respecto, advierte Barrantes-Estrada (2022), que procurar la
rigurosidad, no impide atreverse a soñar y crear espacios para orientar a
las personas hacia experiencias prácticas, concretas y significativas. En
este sentido, el tener claridad respecto al objetivo de aprendizaje, le
permite al docente prepararse, sin temor a quitarse del centro y darle lugar
a las personas estudiantes para que puedan construir aprendizajes
individuales y colectivos, al respetar la diversidad, según las posibilidades
que se van presentando, junto con la flexibilidad y la maximización de su
potencial.
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Esto implica, según Arias-Segura (2022) y Villalobos-Chacón, pensar en la
otredad con respeto, empatía y aprecio a la esencia de su ser, para sentirse
identificado con las personas estudiantes y conectar, emocionalmente, con
ellas, al establecer un vínculo afectivo.
De la mano con lo descrito, Ly-Vásquez (2022) señala la necesidad de
pensar en la complejidad del proceso educativo, idear estrategias y diseñar
recursos adecuados para que las personas tengan desde diferentes ángulos
de mira, una posición para discutir y expresar, así como, para lograr
pensamiento crítico y complejo. Para ello, dice Arrieta-Castro (2022) se
deben identificar las variables que están y entran en el proceso, por
ejemplo, el contexto, las necesidades individuales y grupales, los
materiales, las guías y la evaluación, para dar paso a una muy buena
planificación que refleje hacia dónde se quiere ir y cuál es el objetivo, pero
con flexibilidad ante eventuales cambios.
Para mantener esa visión integral respecto al acto educativo insiste
Margery-Bertoglia (2022), es primordial asumir la docencia como una
investigación en la que el docente-investigador utiliza el aula como su
laboratorio para experimentar con las diferentes estrategias pedagógicas y
didácticas, en procura de un mayor uso de recursos innovadores, tales
como las tecnologías de enseñanza aprendizaje.
Además, dice este experto, que al igual que con el método científico, es
necesario establecer procesos para divulgar y socializar los resultados
obtenidos, por eso, se debe visualizar la docencia como un espacio abierto
para invitar a otros mediadores a conocer sobre las buenas prácticas. Para
ello, funciona muy bien la indagación apreciativa, pues a través de esta es
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posible compartir las experiencias exitosas para que otras personas las
adapten, las asimilen y las lleven a su propia práctica.
En esa socialización de aprendizajes, dice Margery-Bertoglia (2022) que se
debe valorar la docencia de dos caras, una cara, todo lo que es la
experiencia disciplinar, el dominio que se tiene de la materia, y la otra cara
es la comunicación didáctica ¿Qué tanto está mediado o qué capacidad se
tiene para movilizar al grupo?
Al considerar los planteamientos antes descritos, surge otra recomendación
muy importante, en este caso expuesta por Monge-Quesada (2022), en
torno a los procesos de capacitación y formación constante a los que se
deben enfrentar los y las docentes, en temas como técnicas participativas
centradas en la mediación pedagógica, lo cual representa un trabajo de
hormiga, porque hay una resistencia impresionante.
Prado-Rojas (2022), en un mismo orden de ideas, señala que se debe
mantener una actitud de apertura y humildad para aceptar la necesidad de
estar constantemente aprendiendo, ya que la integralidad implica
comprender que el proceso de aprendizaje es la vida, y que en ella todo
está interrelacionado, como se aborda desde el paradigma de la
Complejidad.
Coincide en este punto Carmona-Guillén (2022), quien sostiene que debe
haber humildad, sencillez y transparencia para entender como mediador
que el poder no es absoluto, porque tanto la persona docente como las
personas estudiantes, todas conforme el acto pedagógico, son
protagonistas en el desarrollo de la formación.
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Eso supone tener la capacidad de atreverse a cambiar, y estar siempre
interesados en seguir aprendiendo y entender que no puede convertirse en
el controlador absoluto, sino que debe facilitar espacios de convivencia y
de agrado en los cuales se valide a todas las personas, sus emociones, sus
sentires y su multidimensionalidad.
Así mismo, Hernández-Barrantes (2022) agrega que la persona mediadora
debe realizar rupturas en las ideas preestablecidas, para poder tener una
actitud dispuesta a encontrar su propio sentido, a desarrollar su potencial,
a romper el mandato tradicional que le exige poseer todo el conocimiento
y a vencer el miedo a que los demás perciban que no lo sabe todo. La tarea
docente es mediar, no saberlo todo, es continuar aprendiendo con un papel
específico de mediador y es permitir la construcción de sus propias
vivencias al participar en la creación de procesos mediados
pedagógicamente.
Con base en lo anterior, indica Prado Rojas (2022) que es primordial asumir
que una característica de la complejidad subyace en que es incompleta
siempre, porque uno no puede unir todo, pero si se puede integrar la mayor
cantidad de elementos posibles. En este escenario, la mediación
pedagógica posibilita que una temática sea estudiada desde diferentes
ángulos de mira para alcanzar un nivel mucho más integral, es decir, una
mirada más integradora que posibilita eliminar las fronteras entre las
diferentes disciplinas, ya que en la vida real todo está interrelacionado.
En síntesis, se reflexiona acerca de lo expresado por Prieto-Castillo (2022),
quien destaca la madurez pedagógica requerida en cada persona que
asume la responsabilidad de educar, de enseñar y de aprender toda su vida,
y la madurez pedagógica de la institución que debe respaldar esta
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condición, a través de acciones que garanticen o favorezcan los procesos
de capacitación y actualización de forma permanente.
También, señala Azmitia-Barranco (2022) la capacidad de afrontar la
resistencia al cambio, a través de un acercamiento genuino al nuevo
paradigma emergente, que implica entre otras cosas, empoderarse de los
postulados teóricos de los principales representantes, así como, desarrollar
investigaciones complejas que generen un verdadero aporte al
conocimiento y que inciden en el bienestar común.
Recuperar la pasión y el juego colectivo, ya que la docencia no es una
profesión, es una vocación desde la que se requiere apasionarse por el
aprendizaje y superar la fragmentación al promover la
transdisciplinariedad, la interdisciplinariedad y la integralidad de saberes.
Con la meta de superar con ello el pensamiento único, debido a que
desvaloriza otras perspectivas y saberes, tales como los pensamientos
ancestrales de pueblos indígenas.
En esta nea, Marín-Briones (2022) expone que es muy importante la
construcción colectiva del conocimiento, a través del trabajo en red, con el
objetivo de alcanzar una aproximación y empoderamiento de los
contenidos, de tal forma que puedan ponerlos en práctica en diferentes
escenarios para la resolución de conflictos. Además, comenta la necesidad
de realizar un proceso de convencimiento y no de imposición (relaciones
patriarcales de poder), ya que el personal y la institución deben participar
voluntariamente para así hablar un mismo idioma, desde una propuesta
curricular de las carreras basada en la biopedagogía que integre las
estrategias para promover un ambiente pacífico y de respeto, todo esto con
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el fin de marcar un horizonte que les permita avanzar en la espiral hacia la
evolución humana.
Lo descrito, visto desde el punto de mira de Arias-Giraldo (2022), evidencia
la importancia de resignificar como persona docente, repensar los
escenarios y procesos pedagógicos y entender que la integralidad que
provoque rigidez en un proceso formativo riñe con la mediación
pedagógica, porque lo que ella pretende es la libertad en el aprendizaje
bajo un proceso ético y consciente en el que conocer es motivador, saber
es vinculante y aprender es fascinante.
En este sentido, menciona el autor citado, que el verdadero acercamiento
al nuevo paradigma conlleva comprender desde una visión holística y
compleja todo lo que es posible observar, además, es preciso tener
presente que la mediación pedagógica plantea 3 grandes caminos:
1. El camino que se propicia desde las prácticas educativas.
2. El camino que emerge desde las prácticas docentes.
3. El camino que se construye desde las prácticas pedagógicas.
Por esta razón, la mediación pedagógica como un proceso que se
asume a nivel de un proyecto educativo implica un cambio total en las
diferentes gestiones que tenga una institución.
Estrategias de mediación para una mayor motivación,
productividad y participación de las personas estudiantes
Un elemento central en los procesos de mediación pedagógica consiste,
precisamente, en la capacidad de transformar las prácticas educativas para
facilitar la construcción de experiencias de aprendizaje caracterizadas por
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E-ISSN: 2215-5538, Vol. 5, N.º 2
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una mayor motivación, productividad y participación de los diferentes
actores involucrados en el acto educativo.
En virtud de lo anterior, Hernández-Barrantes (2022) asevera que esto es
posible cuando se motiva a las personas, se relaciona el aprendizaje con
sus vivencias y se considera valioso lo que cada persona piensa, hace,
siente, intuye, cree y experimenta. En palabras de la entrevistada, es
importante que la persona se sienta reconocida y validada en ese proceso
de convivencia, tal y como lo expresaba Maturana. Por lo tanto, al retomar
la esencia de la biopedagogía que es la vida, el valor está en que la persona
se asuma como válida, creíble, respetada, desde una participación real y
significativa.
Marín-Briones (2022) comenta que una estrategia de mediación para una
mayor motivación, productividad y participación de las personas
estudiantes consiste en establecer una conexión de vidas y reconocernos
todos aprendientes. Otra estrategia implica unir la propuesta curricular, la
didáctica y la pedagogía, como herramientas rescatables que se utilizan
desde la mediación pedagógica y, finalmente, promover procesos de
aprendizaje que ayuden a resolver problemas reales y no hipotéticos de
laboratorio para que permitan la conexión con los conocimientos de otras
asignaturas.
En el contexto actual, el reto para las personas mediadoras es aún mayor,
pues deben prepararse para trabajar tanto en espacios físicos y
presenciales como en los virtuales, sincrónicos y asincrónicos. Esto supone
desarrollar y fortalecer una serie de competencias y estrategias
diferenciadas, así como diseñar herramientas y recursos que respondan a
esta realidad.
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Por otra parte, Barrantes-Estrada (2022), menciona que la virtualidad tiene
grandes beneficios ya que permite que las personas continúen sus estudios,
a pesar de que el acompañamiento que se les pueda brindar no sea tan
personal y destaca la posibilidad de establecer el acercamiento al valorar la
participación en las clases, procurando mantener una comunicación con un
interés genuino de indagar sobre su estado y aproximación al curso, a su
objetivo de aprendizaje, de manera que se puedan detectar oportunidades
de mejora.
Además, es primordial, en todo esto, desarrollar estrategias educativas
fundamentadas en prácticas éticas, pues estas son asimiladas con mayor
facilidad, según menciona Matarrita-Sánchez (2022).
Un ejemplo de estrategia didáctica que se apega a la condición antes
descrita, lo expone Ly-Vásquez, quien comenta acerca del proyecto de
voluntariado como un núcleo generador, donde las personas escogen una
situación, viven por algunas horas o días la experiencia en ese lugar o en
esa temática y empiezan a desarrollar una indagación y a cuestionarse al
respecto, lo anterior, mediante una participación positiva en las
comunidades aprendientes.
Así como también el trabajo en comunidades de aprendientes, mediante la
estrategia llamada "Socialización", planteada por Arrieta-Castro (2022) y
que se vincula directamente con la carrera de Alimentos y Bebidas, a partir
de la cual se establece una asociación con la zona de procedencia de los
estudiantes y las tradiciones culturales y culinarias de su zona de origen
para crear los recetarios de los abuelos. Este tipo de estrategias permite
desarrollar habilidades como autoorganización, liderazgo, trabajo
colaborativo, empatía, responsabilidad, comunicación asertiva, entre otras.
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Por su parte, Monge-Quesada (2022) comenta acerca de la estrategia
biopedagógica denominada "Espacios de aprendizaje situado", con la cual
evidencia que la integralidad de la mediación visual da como resultado un
aprendizaje significativo y posibilita la producción grupal y de auto
organización, sin importar la disciplina.
Lo importante en este proceso, señala Arias-Segura (2022) es que la
persona mediadora pedagógica debe implementar variadas estrategias
activas que motiven a quienes aprender a participar, de manera que sientan
placer al vivirlas, como por ejemplo, utilizar el juego como un recurso para
el aprendizaje, pues según su experiencia esto tiene un impacto súper
positivo al propiciar que haya productividad por parte de las personas
estudiantes, quienes internalizan no solamente el contenido, sino que
además desarrollan habilidades, destrezas, aptitudes y actitudes.
Lo anterior, evidencia la multiplicidad de alternativas existentes a la hora
de diseñar estrategias de mediación y la posibilidad de adaptarlas, según
las necesidades y características individuales y colectivas de los actores
involucrados en el proceso de aprendizaje.
Sobre esto, Prado-Rojas (2022) advierte que cada práctica está en función
de las personas aprendientes, por lo tanto, se debe realizar un diseño
flexible que oriente el camino para transitar al horizonte del aprendizaje.
Además, insiste en que una persona docente, que aborda una clase desde
la mediación pedagógica, debe dar libertad, es decir, soltar las riendas del
control rígido, teniendo confianza en la otra persona y dándole la
oportunidad de que se equivoque.
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Se trata, sin duda, de una tarea compleja, que la persona docente debe
asumir con total responsabilidad, si realmente está comprometida con el
acto de aprendizaje. Como muestra de dicho compromiso, se trae a
colación la estrategia propuesta por Prieto-Castillo (2021), denominada El
juego pedagógico”, la cual fue desarrollada en el contexto de un curso
impartido en el o 1991, a través de las estrategias que se sintetizan a
continuación.
1. Mínimas sesiones expositivas: estas producen una división
entre el que sabe y el que no sabe. Sin embargo, desde la
mediación pedagógica el concepto básico es el de construcción
de conocimiento, y ello lleva al intercambio de experiencias y
de conocimientos.
2. Pocos conceptos, con mayor profundización: se prioriza un
avance más en profundidad, acompañado con una discusión
real de cada uno de los conceptos.
3. La puesta en experiencia: el trabajo pedagógico centrado en la
experiencia de los participantes resulta mucho más rico que
otro centrado solo en conceptos. El método consiste en ir de
las experiencias a los conceptos y de éstos a la experiencia para
apoyarla.
4. Utilidad de conceptos, métodos y técnicas: reflexionar sobre el
valor que los conceptos, métodos y cnicas tienen para los
participantes.
5. Los acuerdos mínimos: estos acuerdos giran en torno a la
interpretación de experiencias y al valor de conceptos, métodos
y técnicas para la práctica. Posibilitan, por lo tanto, la
construcción de conocimientos.
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6. La educación no es solo un problema de contenidos: aun
cuando se cuente con valiosos contenidos, si no se los pone en
juego dentro de un método rico en expresión y comunicación
no se llega muy lejos.
7. Construir el texto: los textos son iluminados desde la
experiencia de la gente y, en este sentido, todo proceso es de
construcción del texto y no de simple aceptación.
8. La expresión: cada sesión puede abrir camino a diferentes
formas de expresión de todos y cada uno de los seres
involucrados.
9. Lo lúdico, la alegría de construir experiencias y conceptos:
supone romper con la pretendida seriedad de la educación,
cuando se la confunde con una rígida presentación de teorías
ya armadas, como un conjunto de datos a transmitir.
10. Saber esperar: una puesta en común va ligada siempre a la
capacidad de esperar a los demás, de respetar sus ritmos de
aprendizaje.
11. No forzar a nadie: se ejerce violencia cuando son impuestos
conceptos, métodos y técnicas sin los puentes necesarios para
la comprensión y la aplicación.
12. Partir siempre del otro: establecer como punto de referencia
las experiencias, expectativas, creencias, rutinas, sueños de los
demás.
13. Compartir, no invadir: lograr un grado de profunda relación,
pero fundada en el compartir y en el reconocimiento de las
diferencias.
14. El sentir y el aprender: Lo que no se hace sentir no se
entiende, decía don Simón Rodríguez, y lo que no se entiende
no interesa”.
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15. La creatividad: todo acto pedagógico puede abrir espacios a la
creatividad y ésta conlleva a la capacidad de descubrir y de
maravillarnos.
16. Todo aprendizaje es un interaprendizaje: resulta imposible el
interaprendizaje si se parte de una descalificación de los otros.
Es muy difícil aprender de alguien en quien no se cree.
17. Trabajar intensamente, pero sin tensiones: se logra mucho
más sobre la base del encuentro y del compañerismo.
18. No hay prisa.
19. El ambiente educativo: el trabajo educativo requiere la
construcción de una atmósfera propicia, capaz de abrir espacios
a la comunicación.
20. Todo acto pedagógico da lugar a lo imprevisible: cuando se
parte de la experiencia de los participantes no es posible
preverlo todo, planificar hasta los más mínimos detalles. Hay
temas nacidos sobre la marcha, conceptos nuevos,
experiencias capaces de iluminar todo un ámbito de problemas.
21. Somos personas: somos seres con todo el peso y la riqueza de
la vida sobre los hombros y en el corazón.
22. La educación es un acto de libertad: visto como posibilidad de
expresión, de comunicación y de crítica.
23. Es muy difícil enseñar como no se ha aprendido: es muy difícil
enseñar si no se continúa aprendiendo.
24. Es muy difícil enseñar a alguien en quien no se cree: la
educación es, en esencia, un acto de fe.
Todos estos saberes plasmados por Prieto-Castillo son un referente en el
contexto de la mediación pedagógica, al orientar las buenas prácticas que
deberían ser consideradas a la hora de idear y crear estrategias educativas.
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Cercano a estas ideas, Azmitia-Barranco (2022), destaca la importancia de
crear los espacios, los ambientes y el clima significativo para acompañar el
proceso personal de cada aprendiente.
Además, se debe evitar la comparación de personas estudiantes que
participan en el desarrollo del programa, con el objetivo del programa, ni
con otros estudiantes. El autor citado, ejemplifica su criterio recordando
una escena en el contexto de un taller, donde la maestra le dice al niño “y
por qué no te portas como Juan” él le contesta “porque soy Pedro”, es decir,
mi proceso es mío, yo no me voy a comparar con nadie, cada día debo
mejorar en mi proceso de aprendizaje.
Según un escenario similar, Arias-Giraldo (2022) comparte las siguientes
prácticas desarrolladas desde la mediación pedagógica en Colombia, donde
él trabaja como docente:
1. Uso de estrategias de mediación contextualizadas a nivel
cognitivo y cultural en distintas regiones del país, para ello se
elaboran materiales educativos escritos, en cuyo diseño han
participado los aprendientes y los coaprendientes, logrando
como resultado un mayor interés por el aprendizaje.
2. Uso de estrategias en modelos de educación para población
adulta (por ejemplo, en el programa de alfabetización que
realizado para el Ministerio de Educación Nacional), con
mediación pedagógica virtual asistida, entendido lo asistido
como relaciones y vínculos con el contexto.
3. Creación de la Escuela de Reflexión y Pensamiento Pedagógico,
dirigida a la comunidad docente, a través de un proceso
denominado Nuestro Proyecto Escritural”, en el cual los
docentes escriben cartas pedagógicas, a partir de sus
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reflexiones y experiencias con relación a los procesos de
aprendizaje, permitiendo que la escritura desde el maestro y la
maestra se abra al mundo de la lectura, de la observación y de
la capacidad crítica, bajo la premisa de la dignificación de la
profesión docente.
4. El proyecto “Vive mi Cuerpo, cuido mi cuerpo” es un proceso
de mediación pedagógica que busca el cuidado del cuerpo y
mitigar el abuso sexual infantil que ha sido interesante y de
gran impacto para docentes, estudiantes y padres de familia.
5. Un programa que busca generar más conciencia en cuanto al
consumo de sustancias psicoactivas se llama “Mis Decisiones
me Conectan”, y es un programa para los jóvenes y los y las
docentes de las instituciones de educación.
6. La mediación provoca el desarrollo de los sentidos y los hace
expresivos, así, por ejemplo, el programa “Cuido Mis
Relaciones”, se vincula con el manejo de los conflictos entre los
docentes.
Estas estrategias son la evidencia, que la mediación pedagógica en
interacción con la biopedagogía posibilita el desarrollo de procesos,
programas y herramientas que generan aprendizajes significativos y
experiencias educativas para la vida.
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Reconfiguración del rol de estudiantes y docentes en los diferentes
espacios educativos
La puesta en marcha de la mediación pedagógica trae consigo una serie de
retos para los diferentes actores que participan en el acto educativo, según
menciona González-Alvarado (2022) implica visualizar el todo y las partes.
Barrantes-Estrada (2022) sugiere que, para la reconfiguración de los roles
docente-estudiante, es fundamental potenciar el espacio de confianza y
comunicación que se pueda crear, siendo esto más posible en la
presencialidad, ya que se tiene acceso más directo para realizar una lectura
de los rostros, gestos, que informan sobre el estado de las personas y de
la dinámica de los grupos, además, que brinda más cercanía.
Con base en este requerimiento, indica Prieto-Castillo (2022), reconfigurar
se traduce en volver a configurar y, por lo tanto, se debe tomar en cuenta
que "quienes educamos no formamos a nadie, en todo caso, colaboramos
con algo de tanta complejidad como la formación de un ser humano”. La
formación pedagógica de una persona docente es producto de un largo
camino en el campo de la educación, relacionado con cuestiones
personales, contextuales, profesionales, emocionales y racionales; todas
ellas vividas en el marco de un determinado modo de llevar adelante las
instituciones y la sociedad en su conjunto.
A esta idea, se suma lo propuesto por Seco-Villalobos (2022), quien
considera que la reconfiguración de los roles docentes y estudiantes implica
identificar dónde están posicionadas las personas, es decir, sus creencias,
estereotipos, percepciones y otros. Así como reconocer los beneficios de la
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mediación y romper con los mitos, relacionados con la idea de que a mayor
cantidad de contenidos habrá más aprendizaje.
En esta línea, Marín-Briones (2022) expresa que, para promover esa
reconfiguración de los roles, se debe fomentar en las personas aprendientes
que durante su proceso de formación gestionen y transiten del rol de
receptores hacia el ser productores de conocimiento, que fomente la
autoformación como proceso vital, en la que las relaciones que se
construyen son esenciales, para ir dando sentido a su formación porque
son seres en relación. Esto implica pasar de una visión positivista del
docente, que está en una línea vertical y en medio los contenidos, superior
a los estudiantes; a una mediación pedagógica en la que el docente
mediador se encuentra en el centro, arriba de él están los contenidos, el
conocimiento científico, cnico, y también están los saberes que él tiene
que mediar pedagógicamente. Todo eso para facilitar a las personas
estudiantes el encontrar sentido a lo aprendido en una relación horizontal
no vertical.
Aunado a esto, Hernández-Barrantes (2022) agrega que esta
reconfiguración de roles requiere superar la posición tradicional en el que
se percibe al estudiante como un recipiente y al docente como un dador de
contenido, que se posiciona en el lugar del saber y la autoridad, sin
establecer una conexión auténtica y trascendente en el contexto del
aprendizaje. Por tal razón, es necesario que cada persona pueda vivir un
proceso de transformación, lo que significa migrar de dónde se ha estado
posicionado, para transitar a un lugar con mayores posibilidades de
evolución, más humanizante. Esto requiere ir descubriendo el camino hacia
una mayor preparación para generar un proceso de aprendizaje mediado
pedagógicamente. Aunque no sea una tarea fácil, es importante estar
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convencido de que hay que seguir caminando con paso firme y
determinación, ya que suelen encontrarse actitudes de resistencia al
cambio.
Prieto-Castillo (2022), además explica que dicha transformación requiere
contemplar la complejidad y, por ende, se invita a quienes desempeñan
este rol, a revisar sus prácticas, sus biografías, sus herencias y sus
aspiraciones, sus frustraciones y sus logros. De esta forma, las personas
que se dedican a la tarea formativa promueven en el mundo que los demás
aprendan comprometidos con la promoción y el acompañamiento del
aprendizaje.
Surge entonces el juego pedagógico, como un marco de estrategias
didácticas, en el que la persona educadora al diseñar los entornos de
aprendizaje, con alto sentido de responsabilidad por promover el
aprendizaje ajeno, posibilita la construcción de alguien como persona
individual y grupal. Esto implica moverse entre un yo y un nosotros, lo cual
como práctica educativa no puede improvisarse; requiere de mucha
madurez pedagógica.
Al respecto, Cruz-Rojas (2022) menciona que se trata de contrarrestar las
demandas del sistema de educación tradicional, ya que desde la nueva
visión, en el espacio educativo la persona docente puede contribuir a
mejorar las relaciones interpersonales y el proceso educativo en general,
ya que si se cambian las relaciones se están reconfigurando los papeles de
las personas estudiantes, al transitar de la interacción vertical y de control,
hacia unas más horizontales y amorosas, de colaboración, de cooperación.
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Por lo tanto, bajo cualquier circunstancia el aprendizaje debe ser
humanizado, tal y como lo detalla Matarrita-Sánchez (2022). Y, para ello,
detalla González-Alvarado (2022) se debe garantizar un alineamiento
cultural y organizacional, que genere el acercamiento de las personas
aprendientes con sus procesos de aprendizaje y el contexto en que estos
se inscriben.
Así, por ejemplo, en una universidad se requiere apreciar las características
de cada sede o recinto para tener un diagnóstico inicial, promover su
vinculación y entrelazarlas en una armonía con las diferentes carreras, las
acciones de investigación, extensión y la social, de tal forma que la calidad
educativa y el desarrollo de las personas estudiantes, sean variables
transversalizadas a toda la comunidad universitaria.
Lo descrito, menciona el autor, aplica para la organización general y
también para el abordaje específico de los aspectos educativos, como es el
caso de la selección de los contenidos, el desarrollo de los programas, es
decir, no es una cuestión aislada, esa sumatoria que integra el método, el
contenido y todos los demás factores que intervienen en el proceso
educativo. Es decir, explica Sequeira-Sandoval (2022), la reconfiguración
del rol de cada actor implica promover una educación sin barreras
estructurales, que permitan la creación de diferentes espacios áulicos.
Así mismo, Barrantes-Estrada (2022), expresa que, en este proceso de
adaptación, es fundamental potenciar las habilidades de la confianza y
comunicación para hacer una lectura sobre el estado de las personas y la
dinámica de los grupos, lo cual, a su vez, brinda más cercanía.
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Bajo este escenario, Ly-Vásquez (2022) señala que la reconfiguración del
rol docente - estudiante se ha venido gestando en los diferentes espacios
académicos, haciéndose más evidente en el periodo de la pandemia con la
implementación de la educación virtual, donde fue necesario fortalecer las
habilidades tecnológicas para su puesta en práctica por parte de docentes
y estudiantes durante las clases virtuales.
Esto se ha traducido en la flexibilización del rol desarrollado por los
diferentes participantes en el proceso de aprendizaje, denotando que estos
no son estáticos, sino que deben estar abiertos a una constante revisión y
transformación.
Al diseñar una experiencia de aprendizaje se debe potenciar la expresión,
dejando que las personas hablen desde el sentir, desde lo que saben, desde
lo que creen, aunque no sea compatible con lo que la persona docente cree,
a través de actividades como un debate, una discusión de clase o una
vivencia, en la que por momentos no se distingue quién es el docente ni
quien es el aprendiente, ahí somos a tú, estamos discutiendo, estamos
debatiendo.
Lo anterior, en un contexto de respeto, donde se reconozca la experiencia
de cada uno de los presentes y la persona docente llega a aportar sus
saberes desde un rol flexible que permite el fluir del aprendizaje; sin
embargo, argumenta Arrieta-Castro que en este proceso de
reconfiguración hay docentes que no quieren ceder su rol de poder y de
todo lo sé, y eso reduce la posibilidad de que persona estudiante asuma
una posición crítica; esto último es importante para que se empodere de
su aprendizaje y el manejo de la información. De ahí la necesidad de que
la persona mediadora genere espacios de empatía, promueva el desarrollo
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de experiencias que permitan a los demás aprender y crecer. Lo anterior,
privilegia el encuentro con las personas estudiantes, con miras a la
trascendencia y a la transformación del conocimiento.
En otras palabras, la persona docente debe migrar hacia un rol de mediador
del aprendizaje, mientras que el estudiantado debe reconfigurarse como
protagonista de su propio aprendizaje, sea en lo virtual o en lo presencial
(Gómez-Barrantes, 2022).
También, es importante considerar el entorno en que se desarrolla el acto
educativo, pues en gran medida, este condiciona el accionar de quienes
participan, así por ejemplo, menciona Monge-Quesada (2022), en la
presencialidad hay condiciones que son insustituibles, como la posibilidad
de la lectura verbal y no verbal que el docente hace de su grupo, y que le
permite identificar la dinámica comunicativa desde una visión periférica,
observar la mirada de este y entre ellos mismos, lo que facilita la
participación y el proceso comunicativo.
Lo anterior, favorece la vivencia grupal en la que se crean vínculos e
interrelaciones, es decir, una red vincular de los aprendientes hacia el
educador entre estudiantes y del educador hacia el grupo.
Además, es posible identificar el clima del grupo, por ejemplo, cuando hay
presencia de ansiedad que afecta el aprendizaje o un clima de participación,
de disposición o más bien de negación, de confusión. Toda la lectura del
proceso de la red vincular y de la comunicación, genera información útil
para que la persona mediadora asuma desde esta realidad, el rol de
facilitación, con empatía, siguiendo el ritmo de aprendizaje del grupo, las
condiciones de apertura, de disposición, de participación.
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Mientras que, en la virtualidad, menciona la autora, es necesario crear
ejercicios para que las relaciones entre ellos se estimulen, fomentando así
la interrelación vincular entre el grupo de estudiantes, de manera que se
promueva la participación, teniendo muy en cuenta la dinámica humana,
donde están presentes los sentimientos, la emocionalidad de cada quien y
demás, y que se haga posible estar en el presente, es decir, en el aqy el
ahora del grupo. De esta manera, el aprendizaje se vuelve significativo
aumentando la sensibilidad en las personas, el manejo del tiempo y la
profundización de la temática.
En ese punto, surge otra condicionante, pues en lo virtual hay que tomar
en cuenta, como principio de realidad, las limitaciones tales como la
capacidad de conexión, el acceso al equipo de computación, la organización
de tiempos y del espacio físico donde se encuentra la persona.
Así mismo, Margery-Bertoglia (2022) agrega que en dicho escenario el rol
del estudiante, demanda mayor capacidad de autorregulación, ya que es
un aspecto clave, mientras el docente requiere implementar estrategias
metacognitivas y herramientas de afrontamiento, mucho más explícitas con
orientaciones claras, para que las personas estudiantes desempeñen su
trabajo educativo.
En la mediación pedagógica, agrega Carmona-Guillen (2022), tenemos que
ser conscientes de que cada persona tiene que estar interesada en
aprender, interrogarse con la pregunta, ¿por qué quiero aprender?, es un
querer conocer, por lo que la persona mediadora tiene que saber ¿qué es
lo que esta persona necesita aprender? y ¿para qué?
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Por esta razón, dice la autora, es importante que cuando la persona docente
media las sesiones y emite las orientaciones académicas, lo haga desde la
forma, el tema y el aprendizaje, para impactar en los aprendientes de forma
significativa, sin importar que se trate de espacios educativos presenciales
o virtuales, la idea es que quieran estar involucrados, estar presentes en
esos momentos ricos en aprendizaje.
Asimismo, es primordial que la persona aprendiente no se siente sola en el
proceso, sino que siente la orientación de quien media, le acompaña y
avanzan juntos, de manera que, si se tiene una interrogante, se pueda
encontrar un medio para comunicarse y que exista una respuesta de parte
de la otra persona.
A modo de síntesis, se destaca lo expuesto por Azmitia-Barranco, quien la
configuración de los roles en los espacios educativos. Un primer aspecto
por considerar es la centralidad del aprendiente, el segundo es la práctica
de la mediación, por parte de la persona docente, para crear los espacios
del aprendizaje y el tercero es el ambiente cálido y productivo, tal como lo
menciona Rosa María Torres, quien dice que no hay calidad educativa sin
calidez educativa y Maturana menciona que no se aprende sino en la
emoción y con la emoción. Finalmente, el último punto son los esfuerzos
colectivos para la creación del conocimiento.
Los cuatro aspectos anteriores son válidos en la virtualidad como en la
presencialidad, llevando las ventajas de un espacio a otro, cuidando que la
virtualidad no sea excluyente que es lo que pasa en América Latina, si la
virtualidad está poniéndose como una obligación, el Internet es un derecho
educativo y los estados deben dárselos a toda la población.
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E-ISSN: 2215-5538, Vol. 5, N.º 2
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Reflexiones finales sobre mediación pedagógica
A modo de cierre, para sintetizar los aprendizajes y experiencias
compartidos por las personas expertas en materia de mediación pedagógica
se expone a continuación sus principales reflexiones, iniciando con
Hernández-Barrantes (2022) quien señala que muchas veces existe una
preocupación acerca de ¿qué se aprende en las aulas?, sin embargo, ella
considera que en principio la cuestión que debe orientar el proceso de
aprendizaje es ¿cómo aprendemos a aprender?, pues eso posibilita tener
más claro el camino que se debe seguir a nivel pedagógico.
En este sentido, Prado-Rojas (2022) advierte que la mediación pedagógica,
cuyas bases epistemológicas están en la biología y en la física cuántica,
coadyuva a abordar el aprendizaje desde este enfoque, contribuyendo en
la ardua tarea de cambiar el mundo, empezando por la transformación
personal. De ahí que la mediación pedagógica debe ser contextualizada
para que realmente haya una transformación en el proceso educativo, lo
anterior, con el fin de que se interiorice en cada docente como una práctica
auténtica y no se exija o imponga de manera masiva en la población
educadora.
En esta misma línea, Arias-Segura (2022) considera que es necesario que
las personas mediadoras sean conscientes de la diversidad presente en los
salones de clases, para que de esta forma al realizar la mediación entre los
contenidos y quienes aprenden, sean los últimos el centro del proceso.
Esto supone reconocer que cada individuo en el salón de clase es
naturalmente aprendiente y, por ende, no se puede asumir que la persona
docente pueda llegar a imponer o pretender que va a “enseñar” como una
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verdad absoluta, pues cada ser humano, en mismo, nació capacitado
para aprender de una forma particular. Por esta razón, menciona Villalobos-
Chacón (2022) resulta de vital importancia reflexionar acerca de los
cambios que se deben realizar para atender las necesidades derivadas del
nuevo paradigma educativo, lo cual implica avanzar hacia nuevas formas
de aprendizaje, que respeten las inteligencias múltiples y todas las formas
de pensamiento y que, por ende, resulten más inclusivas en todos los
sentidos de la palabra.
En apego a lo descrito por Ly-Vásquez (2022), quien considera la
mediación pedagógica como una herramienta que posibilita el
acercamiento a esta nueva forma de concebir la educación, haciendo que
sea posible para todas las personas, porque, actualmente, existen algunos
modelos educativos que resultan no ser apropiados para atender las
necesidades educativas de un sector importante de la población estudiantil.
Otro aspecto central de la mediación pedagógica como metodología
educativa, es lo que menciona Monge-Quesada (2022), quien radica en el
uso del diálogo y el intercambio de saberes entre educandos y personas
educadoras, para consolidar la interrelación, la confianza y el
enriquecimiento desde la humildad, al reconocer que no se sabe todo y que
precisamente con el grupo se construye de forma más integral,
considerando también el crecimiento emocional.
Esta visión supone aprender para la vida, o sea, la responsabilidad de
ofrecer recursos y herramientas para desarrollar competencias en los
educandos, de manera que puedan enfrentar obstáculos, resolver
problemas, tomar decisiones de una forma más crítica, reflexiva y no por
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las demandas del status quo, de lo establecido, de los estereotipos y la
rigidez que implica, a veces, la educación formal tradicional.
Además, Monge-Quesada (2022) menciona que dentro de un mundo
cambiante y con tanta incertidumbre, el aprendizaje y la relación cotidiana
de las personas requiere de una visión solidaria, cooperativa y de equidad,
de ahí que exista la necesidad de adoptar estrategias de aprendizaje que
promuevan la innovación, el trabajo colaborativo, de construcción mutua,
de socialización, de autoorganización grupal y colectiva, pues esto fortalece
la relación como seres humanos y como sociedad.
Aunado a esto, la UNIAV (2016) en su Proyecto Educativo Institucional
plantea que la mediación pedagógica es una educación que se caracteriza
por la complejidad, y a su vez se alimenta de la no linealidad y de la
construcción colectiva de los conocimientos significativos. Así mismo,
Marín-Briones (2022) esboza lo siguiente:
Es de suma importancia la cohesión grupal y la participación
protagónica de la población estudiantil en la construcción de su
aprendizaje, como ciudadanos conscientes de sus derechos y
responsables de sus deberes, con un sentido de autoorganización que
les permita el desarrollo de una conciencia social que conlleva a su
formación integral (p. 6).
Lo anterior presupone que “la vida no discurre linealmente sino en espiral,
formamos parte de un todo más amplio y complejo, como es el universo en
todas sus dimensiones" (p. 9), por lo tanto, "transformar el entorno implica
que la población estudiantil tome decisiones individuales y colectivas a
partir de reflexiones holísticas y ecológicas. Manifestando iniciativa,
autonomía, compromiso social y ambiental" (p. 10).
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Esto implica que, en los diferentes entornos educativos, quien media debe
asumir el compromiso para la formación de los otros, en congruencia del
decir y hacer. Por ende, se trata de una postura diferenciada en la que se
está aprendiendo y enseñando en una dialéctica permanente con el grupo,
eso significa que hay que tener una disposición de apertura a la
participación, en contraposición con el rol sesgado, autoritario o formal que
responde al modelo tradicional.
Esta nueva forma de actuar le permite a la persona mediadora aportar
desde su propia experiencia y abrirse a la vivencia de los demás,
reconociendo con humildad que no lo sabe todo. Por ende, a través del
proceso dialéctico de aprendizaje, desarrolla la capacidad de empatía como
competencia profesional y capacidad de escucha, de confianza en las
capacidades de otros y otras, así como de respeto por el ritmo de los
aprendizajes del grupo, lo cual se traduce en el disfrute de mediar y de
estar ahí acompañando el proceso.
A pesar de que se trata de una metodología innovadora y flexible, agrega
Barrantes-Estrada (2022), la mediación pedagógica es un arte precioso,
una experiencia maravillosa, en la que no se debe renunciar a la
rigurosidad.
Por ello, menciona esta experta, se necesita de mucho lenguajeo y el
compartir muchas experiencias, que permitan movilizarse desde todos los
aspectos humanos, generando una disrupción como, por ejemplo: hacer un
círculo para verse las caras, expresar la voz propia, la alegría y el diálogo,
que se sepa que se necesitan espacios distintos, que hay personas que
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estarán más preparadas para entrar en esta dinámica en comparación con
otras.
Lo descrito, dice Barrantes-Estrada (2022), significa que se debe
reconstruir la experiencia del aprendizaje para que este no se desde el
sacrificio sino desde el disfrute, desde una mediación pedagógica que
construya a partir del amor y al propio ritmo, sin dejar de ser constante y
rigurosa. De forma tal que la mediación pedagógica puede aportar y dar
un paso más para la creación de un mundo mejor, donde la gente se pueda
enamorar de sus procesos de aprendizaje, de la investigación y, sobre todo,
de lo que realmente para cada persona es una pasión, procurando que se
encuentre en este modelo las claves para seguir haciéndolo y
transmitiendo.
Al reflexionar sobre los aspectos expuestos, se puede coincidir con Arias-
Giraldo (2022), quien plantea que la mediación pedagógica es el “cuerpo
vivo” del aprendizaje en un entorno que promueve el diálogo de saberes,
y, por ende, el desarrollo del conocimiento debe darse de forma
contextualizada, pues se asume que el aprendizaje mismo tiene la ética de
hacerse vital por el cambio y la transformación.
Vista de esta forma, la mediación pedagógica resulta fascinante, pues
implica cambiar y sugiere olvidar, por lo tanto, se trata de una apuesta
pedagógica revolucionaria para la educación porque la hace alternativa;
quien piense hoy el abordaje de la mediación pedagógica como enfoque
que transversa a un proyecto educativo, con toda seguridad, se encontrará
con gratas experiencias y con decisiones que emergen de las convicciones
y que hacen posible la creatividad e incluso la innovación en la búsqueda
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de una relación entre el conocer, el saber y el aprender; en el que la vida
y la cultura se implican para que el conocimiento se pueda profundizar.
No obstante, Seco-Villalobos (2022) advierte que la mediación pedagógica
requiere saber esperar, esto entendiendo que no se puede pretender que
en el corto tiempo se va a reconfigurar el rol docente y estudiante. Es un
reto que se tiene en la educación en general, que promueve contextualizar
y adaptar las prácticas educativas a los nuevos tiempos, ya que no se puede
hacer lo mismo esperando resultados diferentes para transformar la
realidad actual, y esto necesariamente se traduce en que la persona
docente deba ser modelo de cambio, asumiendo que, en los espacios
educativos, actualmente, no se forma únicamente para un trabajo, sino
para transformar a la sociedad y al ser humano.
Al respecto Gómez-Barrantes (2022) menciona que desde la mediación es
necesario hacer consciencia de que se está en interacción con otros seres
humanos, en un vínculo basado en la comprensión, la confianza y el amor,
y que esto posibilita el desarrollo de habilidades blandas y el compartir de
experiencias y conocimientos diferenciados en función del entorno y de los
actores que participan.
De ahí que según González-Alvarado (2022) en el proceso educativo se
deba ser consecuente en cada acto que se realice, porque cada acción
individual lleva a un ordenamiento dentro del todo, es decir, no se trata de
una cuestión aislada, nada es casual y todo está mediado, por lo que es
muy importante la ética y la congruencia que se requiere en este modelo
educativo., para un verdadero desarrollo del ser y del hacer.
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Por consiguiente, la mediación pedagógica implica un compromiso de la
persona mediadora en su quehacer, quien debe definir la ruta de
aprendizaje con el grupo de estudiantes, las experiencias que se van a
generar, la forma en que se va a evaluar y establecer la comunicación
permanente con el estudiantado. Pues en este escenario, expresa Arrieta-
Castro (2022) mediar significa provocar un encuentro que sea significativo
en todo momento.
Esto significa, según Prieto-Castillo (2022) que las personas educadoras
están en el mundo para contribuir en la construcción de los aprendizajes, y
esto significa una responsabilidad preciosa y, a la vez, enorme, por lo que
es preciso que se consideren las siguientes reflexiones, en la que no es
posible:
1. Practicar la mediación pedagógica si se choca con el lenguaje, en
el sentido de una pobreza comunicacional, es decir, de errores de
construcción del discurso utilizado y de balbuceos a la hora de
proyectar claridades.
2. Mediar sin comprender y vivenciar los puntos planteados en el
juego pedagógico.
3. Concretar las aspiraciones de la mediación pedagógica, utilizando
recursos que podrían ser válidos y terminar un proceso educativo
evaluando con un sistema de calificación punitivo.
4. Caer en cuestiones como la que me expresaba un docente hace
unos años: “yo soy solo un alumno entre mis alumnos”. Quienes
asumimos la mediación pedagógica no renunciamos jamás a enseñar,
término que une dos líneas de significación: in, en, signare, “señalar
hacia”, lo que implica brindar una orientación sobre qué camino
seguir.
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Desde esta perspectiva, la mediación pedagógica no se propone como una
relación vertical en la que alguien enseña y alguien que aprende, sino una
más horizontal, en la que todos aprenden y, por ende, la creación de
entornos de aprendizaje, de diseño de prácticas de aprendizaje, de
estrategias de trabajo colaborativo e individual corresponden en sus líneas
fundamentales a quienes están en el mundo para que los demás aprendan,
ese “quienes” significa personas educadoras y, de manera fundamental, a
proyectos educativos, instituciones y políticas pedagógicas.
En correlación con esto indica Sequeira-Sandoval (2022), algo importante
es que, en el proceso de mediación, dar clases no significa llegar a
transmitir conocimientos, sino que, desde el momento en que el educador
ingresa al espacio educativo se comienza a dar una relación de afectividad,
que sirve para que muchos estudiantes se sientan motivados y se
mantenga dentro del sistema educativo.
Además, como lo sugiere Carmona-Guillen (2022), cuando se está
sumergido o tratando de sumergirse en la mediación pedagógica, se quiere
vivir intensamente porque de cada momento hay algo que inspira a ser
mejor persona, no quedándose en el mismo lugar, siempre buscando
conocer más, reconociendo que no se sabe todo. De ahí que se requiera
estar siempre con una postura activa y receptiva, para abordar
interrogantes tales como ¿dónde se está?, ¿con quién se está?, ¿qué se
está haciendo?, ¿qué se está leyendo? y ¿qué es lo que se quiere?, porque
hay aprendizaje en todas estas reflexiones, lo que invita a que la persona
mediada sea humilde y empática, con todos y con todo, con el cosmos.
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Por lo que finalmente, desde la visión de Azmitia-Barranco(2022) se
muestra la mediación pedagógica, como una gran estrategia educativa, que
realiza un aporte significativo al pasar de una educación basada en la
enseñanza a una que prioriza el aprendizaje mediante vivencias,
experiencias y el aprovechamiento de momentos de crisis para resetear la
educación y replantear una nueva propuesta educativa que sea alternativa,
que se centre en la vida, que sea para gozarla, que se centre en la
expresión, en la convivencia, en la incertidumbre, en el apropiarse de la
historia y de la cultura.
Conclusiones
1. La mediación pedagógica posibilita el intercambio de saberes y
sentires entre los integrantes de la comunidad educativa, lo anterior,
en la búsqueda del bienestar común, la calidad de vida y el desarrollo
pleno de las personas.
2. Los espacios educativos deben facilitar la participación, la creatividad,
el disfrute, la viviencialidad, el compartir, el crear nuevas
experiencias, el diálogo, entre otros, con el fin de adquirir saberes y
conocimientos vitales y disciplinarios.
3. El trabajo colaborativo y en grupos diversos impulsa a las personas
estudiantes a explorar, comprender y vivenciar las situaciones
emergentes en el contexto sociocultural y educativo, por ende, es
muy valioso propiciar encuentros entre las diferentes personas
actoras.
4. La relación entre las personas docentes y el estudiantado debe
responder a una sinergia caracterizada por la comunicación efectiva,
la construcción conjunta de aprendizajes, la significatividad del acto
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educativo, la reconcepción de los ángulos de mira y las perspectivas
individuales.
5. La mediación pedagógica desafía las prácticas tradicionales de
enseñanza y evaluación, puesto que invita a la experimentación, al
cambio, la transformación, el sentido del aprendizaje, la interrelación
con el contexto, así, la principal labor del docente es reaprender y
disponerse a crear procesos innovadores, dialécticos, sistémicos y
cargados de sentires.
6. La puesta en marcha de la mediación pedagógica requiere de la
reconfiguración del rol de estudiantes y docentes en los diferentes
espacios educativos, donde prevalezca el respeto y el placer. En este
sentido, la persona docente debe migrar hacia un accionar de
mediador pedagógico y la persona estudiante a protagonista de su
aprendizaje.
7. El mediador pedagógico debe ser consciente que en los espacios
áulicos existe mucha diversidad, por lo que cada uno aprende de una
forma particular, entonces debe tomar en cuenta las inteligencias
múltiples y el contexto de cada estudiante.
8. La mediación pedagógica debe promover el diálogo entre educadores
y estudiantes, ya que permite consolidar la interrelación y la
confianza , lo cual favorece el aprendizaje significativo.
9. La universidad desde su proyecto educativo debe establecer acciones
que permitan la articulación entre los fundamentos curriculares y
pedagógicos, así como de la mediación y evaluación, para la
consolidación de los perfiles de las personas en sus procesos
formativos.
10. La mediación pedagógica se caracteriza por el rescate del proceso
creativo, el respeto y la libertad del ser, así como el desarrollo de su
potencialidad, el reconocimiento del valor de la persona, la
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multiplicidad de formas de interacción y el abordaje de los elementos
sustantivos de la comunicación, todo esto se sustenta en los pilares
de la gestión institucional, la planificación del acto educativo, la
investigación, la mediación pedagógica contextualizada, la evaluación
auténtica de los aprendizajes, la inclusión de la tecnología, que
garantice la calidad, la innovación, la pertinencia y la rigurosidad
académica.
Referencias
Marín-Briones, D. (2022). Premisas Epistemológicas que entraman la Red
Investigación/Docencia/Extensión universitaria en la Universidad
Internacional Antonio De Valdivieso.
Prado, C. y Gutiérrez, F. (2004). Germinando humanidad: pedagogía del
aprendizaje.
Universidad Internacional Antonio De Valdivieso. (2016) Proyecto
Educativo Institucional.