Revista Arjé: Mediación Pedagógica a través de la divulgación y la ciencia
E-ISSN: 2215-5538, Vol. 5, N.º 2
Julio a diciembre, 2022
Huellas talentosas
7
Rosaura Corrales López (segundo puesto) con el cuento
“Por el marco en la pared”
El corazón se le salía del pecho, era tanta la adrenalina que recorría su
cuerpo. Bastaba con tirar su pierna hacia adelante y patear ese balón, su
cabeza giraba, primero a la derecha y luego a la izquierda, viendo a su
equipo, igual de expectantes por lo que estaba a punto de suceder; el
tiempo avanzaba más lento y fue entonces cuando los parlantes del
estadio amplificaron la celebración del gol que se acababa de anotar.
Pero, aquel evento no llenó la primera plana de ninguna revista, periódico
o noticiero, no iba a ocupar la atención de la ajetreada agenda deportiva,
que además de saturada con las mismas caras de siempre, desconocía la
relevancia de dicho hecho.
Pasaría los años rodeándose del anonimato, siendo una persona más del
montón cuya carrera deportiva nunca se elevó lo suficiente como para
impactar generaciones. Preguntándose de quien había sido la culpa y si
lo que le dijeron por mucho tiempo era verdad.
Luego, estaba aquel hombre, que viendo a su familia crecer, decidió
darles la espalda, negándoles aquello que al igual que a él, le generaba
chispa y emoción en su ser. Años después y un poco avergonzado
esperaba enfrentar diferente aquella situación la cual no se dio hasta que
la más pequeña de sus cinco nietos husmeando en fotos viejas de la casa
notó al hombre alto, orgulloso y risueño que era su abuelo, vistiendo una
pantaloneta con el número 05 en un costado.
«No sabía que usted jugaba futbol abuelo», le decía la niña a su abuelo
de 76 años. «Vieras que yo también he pensado en entrar al equipo de la
escuela, ¿usted cree que mami me deje?», la sorpresa se reflejó en el
rostro de aquel viejo, se levantó hasta donde estaba la foto colgada, la
soltó y se acercó a la niña. Despegó el fondo del marco y sacó otro papel
metido detrás de la foto de su equipo, «es que a estas guilas ya no les
cuentan nada, ni para quejarse de uno» exclamaba el viejo entre
murmullos, le señaló el papel a la niña para que pudiera ver que se trataba
de otra foto; no tan desteñida como la primera. Con mucho detenimiento,
la niña observó la foto y con un sobresalto grito “ahí está mami”. Aquel
señor se volvió a su mecedora mientras los ojos brillantes de la niña