Revista Arjé: Mediación Pedagógica a través de la divulgación y la ciencia
E-ISSN: 2215-5538, Vol. 5, N.º 2
Julio a diciembre, 2022
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Reseña del concurso
El pasado 18 de octubre el Programa Institucional de Formación Humanística
(PIFH) de la Vicerrectoría de Docencia, llevó a cabo el Simposio Cultural y
Deportivo “Las artes y los deportes en la Formación Humanística” y al
acto de premiación del concurso “Un balón tejido de identidades” (concurso
de relato corto y fotografía, dirigido a estudiantes de la UTN). Este Simposio
constituyó espacios de formación y de intercambio lúdico de experiencias para
la comunidad universitaria.
La actividad fue inaugurada por el señor rector Emmanuel González Alvarado y
el señor Giovanni Beluche Velásquez, jefe del PIFH, quien dedicó la actividad a
la escritora costarricense Eunice Odio.
Como parte de la agenda del Simposio se presentaron los conversatorios: Las
artes en la formación humanística y Los deportes en la formación
humanística, ambos dirigidos por docentes de la UTN. Además, se llevó a cabo
el acto de premiación de las personas estudiantes ganadoras de los concursos
de fotografía y relato corto de 2022, denominado “Un balón tejido de
Identidades”, que contó con el auspicio del COLYPRO.
En fotografía ganaron, en ese orden: Bryan González Herrera (primer lugar) con
la obra “Cielos Grises”; Marianela Gómez Morales (segundo lugar) con “Fútbol
Femenino, entre pasión y desigualdad”; y, Héctor Picado Urbina (tercer lugar)
con la fotografía “El Tiro”.
En la categoría de Relato Corto, las personas premiadas fueron Emileth Sánchez
Bogantes (primer lugar) con la obra “Descalza”; Rosaura Corrales López
(segundo puesto) con el cuento “Por el marco en la pared”; y, Megan Pamela
Cruz Rodríguez (tercer puesto) con el micro relato “Memorias en juego”.
Posterior a la premiación, el público disfrutó las presentaciones artísticas:
Poesía con el escritor Adriano Corrales, Música con la docente Natalia
Esquivel y la participación del Cuentacuentos y docente de humanidades
Rodolfo González.
A continuación, las obras ganadoras:
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Bryan González Herrera (primer lugar) con la obra
“Cielos Grises”
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Marianela Gómez Morales (segundo lugar) con “Fútbol
Femenino, entre pasión y desigualdad”
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Héctor Picado Urbina (tercer lugar) con la fotografía
“El Tiro”
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Emileth Sánchez Bogantes (primer lugar) con la obra
“Descalza”
Oriunda en San Miguel de Grecia, donde el tabú opaca la calidez del
arcoíris y mi rostro autóctono. Decidí cambiar las muñecas por el balón,
el maquillaje por las gotas de sudor y el rubor por el enrojecimiento de
mis mejillas al jugar bajo el sol. “Marimacha”, solían decime.
Los pueblerinos en su mayoría escépticos, donde al caer la tarde
acompañan sus anécdotas y remembranzas con una taza de café.
La hipocresía es tanta que los diablos antes de despedirse, dan la
bendición. Sus costumbres están arraigadas en pensamientos declamados
y plegarias, siempre, todos los días, no hay cambio.
Sin embargo, nací con la convicción de domar el viento y volar.
Ha desconcertar al prejuicio con mi habilidad del balón. Soy mujer por la
gracia de su naturaleza y por la convicción de mi consciencia. Tan grotesca
que menstrúo mis verdades bajo la autonomía de mis pensamientos. A
la luz de sus mitos, incómodo con este figurín. A veces, tan "puta" para
decidir sobre mi cuerpo y una bruja por confrontar a su razón.
Decidí coger el autobús en la terminal de Grecia, cuyo rumbo sería
Alajuela, a lo que sería mi primer entrenamiento a pesar de los murmullos
de la gente. Asustada, estaba sentada en la última banca a la espera de
la siguiente salida del autobús. A mi lado, digna sentarse una señorita de
edad desconocida, un vestido de tonalidad rojo y unas gafas de sol. Sus
audífonos la eximían del ambiente poco inusual que acontecía en ese
momento, por ejemplo: aquel mendigo que con rostro cansado trataba de
abrir el grifo oxidado por la desidia de la administración. Los botes de
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basura desbordaban lo que más adelante sería su desayuno. Tan irónico
que todo sucedía mientras miraba el rótulo que decía la ciudad más limpia
y del progreso”. Las ratas aprovechaban a más no poder ese el último
trozo de vísceras del proletariado.
El llanto de un niño que ambientaba las tétricas estructuras metálicas que
por años gozaron de risas. Me hicieron recordar a mi abuela, una Musa
griega de cabello blanco cenizo, piel de oro ancestral y el guiño cansado,
que ahora desafía a la demencia; con los colores del sol, la sonrisa del
recuerdo y la vida con libertad. Me enseñó que la obligación puede llegar
a ser una prisión para aquellos que no aman con devoción.
He comenzado a construir puentes de papel entre destellos fantásticos de
ilusiones. Y esos fragmentos de duda comenzaron a fusionarse. Los límites
imaginarios desaparecieron con el vuelo de una “pelota” negra,
desplegando sus alas en el horizonte de aquella plaza, al que los
prejuicios.
Pseudónimo: La Nigüenta
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Rosaura Corrales López (segundo puesto) con el cuento
“Por el marco en la pared”
El corazón se le salía del pecho, era tanta la adrenalina que recorría su
cuerpo. Bastaba con tirar su pierna hacia adelante y patear ese balón, su
cabeza giraba, primero a la derecha y luego a la izquierda, viendo a su
equipo, igual de expectantes por lo que estaba a punto de suceder; el
tiempo avanzaba más lento y fue entonces cuando los parlantes del
estadio amplificaron la celebración del gol que se acababa de anotar.
Pero, aquel evento no llenó la primera plana de ninguna revista, periódico
o noticiero, no iba a ocupar la atención de la ajetreada agenda deportiva,
que además de saturada con las mismas caras de siempre, desconocía la
relevancia de dicho hecho.
Pasaría los años rodeándose del anonimato, siendo una persona más del
montón cuya carrera deportiva nunca se elevó lo suficiente como para
impactar generaciones. Preguntándose de quien había sido la culpa y si
lo que le dijeron por mucho tiempo era verdad.
Luego, estaba aquel hombre, que viendo a su familia crecer, decidió
darles la espalda, negándoles aquello que al igual que a él, le generaba
chispa y emoción en su ser. Años después y un poco avergonzado
esperaba enfrentar diferente aquella situación la cual no se dio hasta que
la más pequeña de sus cinco nietos husmeando en fotos viejas de la casa
notó al hombre alto, orgulloso y risueño que era su abuelo, vistiendo una
pantaloneta con el número 05 en un costado.
«No sabía que usted jugaba futbol abuelo», le decía la niña a su abuelo
de 76 años. «Vieras que yo también he pensado en entrar al equipo de la
escuela, ¿usted cree que mami me deje?», la sorpresa se reflejó en el
rostro de aquel viejo, se levantó hasta donde estaba la foto colgada, la
soltó y se acercó a la niña. Despegó el fondo del marco y sacó otro papel
metido detrás de la foto de su equipo, «es que a estas guilas ya no les
cuentan nada, ni para quejarse de uno» exclamaba el viejo entre
murmullos, le señaló el papel a la niña para que pudiera ver que se trataba
de otra foto; no tan desteñida como la primera. Con mucho detenimiento,
la niña observó la foto y con un sobresalto grito “ahí está mami”. Aquel
señor se volvió a su mecedora mientras los ojos brillantes de la niña
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pedían una explicación. «su mama jugaba a escondidas futbol, yo no la
dejaba», la confusión aumentó en la pequeña. «Yo le decía a su mama
cosas muy feas para que dejara eso, y aun así la confisgada era muy
buena jugando», la incomodidad del viejo al decir las cosas se notaba
muchísimo, sin embargo, su nieta le oía con atención y en silencio, él
continuó, «pero yo no la apoyé, no la fui a ver nunca, ni cuando tuvo un
partido importante y al final no le dieron pelota al equipo y por eso lo
dejó», aquel hombre que por mucho tiempo mostró un semblante
orgulloso y sereno, tenía ahora los ojos cristalizados y brillantes,
acumulando las lágrimas que por mucho tiempo deseó derramar frente a
su hija; la niña se levantó de donde estaba, se acercó a su abuelo y le
estripo los cachetes para secar las lágrimas que habían caído y sonriendo
le dijo «¡Ay! Abuelo, ¿usted cree que tengan el número cinco en los
uniformes de la escuela?».
Rous.
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Megan Pamela Cruz Rodríguez (tercer puesto) con el
micro relato “Memorias en juego”
Durante varios años he visto distintas generaciones jugar en el patio
frente a mi casa, estas generaciones que han pasado después de la mía
solían ser un poco distintas ya que ocasionalmente se dividían en dos
bandos los cuales eran los niños del pueblo conocidos nuestros por
relaciones familiares. Estos niños quienes afortunadamente tenían una
pelota vieja y rota que a mucho costo aun servía para gozar de sus
prestigiosos partidos, en el otro lugar, unos niños bien vestidos quienes
muy probablemente estaban de visita donde algunos de sus tíos, abuelos
o primos, niños que regularmente no se veían correteando en la zona,
pero a quienes puede notar ya que estaban jugando frente a mi casa.
Años atrás tuve esa edad donde mi pasión era salir a explorar, a disfrutar
y jugar con amigos en esas épocas éramos todos iguales, niños de pueblo
quienes siempre se veían con un corazón alegre, nunca importo quien era
el dueño de la pelota o el estado en el que esta estuviera, al final siempre
terminábamos todos sucios, cansados y agradecidos de un día más.
Entre las cosas que más notaba sentada frente a la ventana, con una taza
de café mirando el terrero eran las divisiones clasistas que con el tiempo
la humanidad se ha encargado de crear en niños y jóvenes, todo aquel
que pasaba frente al terreno baldío ese día era capaz de notar esta
división entre unos inocentes quienes se encontraban tan solo jugando.
Meg C.