A partir de lo anterior, es posible contar dos pequeñas experiencias en lo que
respecta a la labor del aula, específicamente, con sétimo año de secundaria,
se trata de una actividad inicial para romper el “hielo”, la idea era que los
estudiantes se “soltaran” un poco y se empieza por preguntarles uno por uno
sobre el ejercicio que estaba en la pizarra; cuando se llega a una estudiante,
ella responde: “a mí no me pregunte, yo soy muy mala en matemática”, ante
este comentario, el docente indica: “tranquila, es solo una opinión lo que se
le está pidiendo, lo que diga está bien”. Su cara cambió de semblante y
respondió sin preocupaciones.
Según esta idea, Sánchez, Corimayhua, Catacora y Chang (2021) describen
de forma muy clara como es el sentir del docente, donde prevalece como
centro la persona estudiante:
Un maestro enseña con el corazón blando, muy tierno, totalmente sin
rencores, con valores; un docente cura el sufrimiento, guía con ternura
a sus estudiantes. Ha nacido y nace para reconocer a los niños y a las
niñas, forma parte de ese grupo social, con el propósito de tomar
decisiones más importantes y valederas para ellos, mejorando sus
consideraciones y sus condiciones (p. 43).
El aula debe ser un lugar libre para aprender, donde la persona estudiante
logre sentir valorada su opinión, además pueda construir su conocimiento sin
miedo a equivocarse, ya que esto es parte de su proceso de aprendizaje. Esto
lo afirma Sánchez, Corimayhua, Catacora y Chang (2021) citando a Carranza
(2019), ya que para ellos la pedagogía de la ternura es una relación sana,
especial entre maestro y alumno. El maestro trabaja para fortalecer la