La pedagogía del oprimido, como pedagogía humanista y liberadora,
tendrá, pues, dos momentos distintos, aunque interrelacionados. El
primero, en el cual los oprimidos van descubriendo el mundo de la
opresión y se van comprometiendo, en la praxis, con su transformación
y, el segundo, en que, una vez transformada la realidad opresora, esta
pedagogía deja de ser del oprimido y pasa a ser la pedagogía de los
hombres en proceso de permanente liberación (p. 35).
Por lo que es el camino del docente por el cual llevará a sus estudiantes a un
pensamiento libre, no solo racional, sino emocional, como complemento, la
matemática debe ayudar a formar esas habilidades de pensamiento libre y
para resolver los problemas que enfrentan a diario, entre otra habilidades,
que le permita convivir en una sociedad más humana.
La matemática es una construcción social, un producto cultural, falible como
cualquier otra rama del conocimiento y, por lo tanto, cambiable, es dinámica
y lo cual hay muchas formas de hacerla llegar a cada uno de los estudiantes,
dependiente del contexto y apegado a los valores. Esto implica,
primeramente, que el origen de la matemática es social o cultural y en
segundo lugar que la justificación del conocimiento matemático reposa sobre
su base cuasiempírica, ya que así es como todo empieza, como una necesidad
del ser humano por contar, por medir, por encontrar la explicación
fundamentada de los diferentes fenómenos; es decir, radica en hacer fácil lo
que a otros les puede significar difícil.
El ser humano requiere de la inteligencia racional complementada por la
inteligencia emocional, que se puede aprender y desarrollar
independientemente de la edad y, por eso, siempre está abierta a la