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Yulök Revista de Innovación Académica, ISSN 2215-5147, Vol. 5, N.º 1
Enero- junio 2021, pp.15-35
Arqueología en el sitio La Trinidad: un
campo de batalla del siglo XIX
Maureen Sánchez Pereira
Académica - Investigadora jubilada Universidad de Costa Rica; San José, Costa Rica.
maureensanchep@gmail.com
https://orcid.org/0000-0002-7104-601X
Resumen
Se discuten los resultados de la investigación arqueológica en un campo de batalla que fue escenario de conflictos
armados en diciembre de 1856 y en los primeros meses de 1857, en el contexto de la guerra contra los filibusteros li-
derada por William Walker. Se confrontan las fuentes documentales de la época con el análisis de un paisaje de guerra,
detallando la distribución de los objetos bélicos encontrados, delimitando las trincheras y ubicando las viviendas co-
rrespondientes a La Trinidad, fuerte del río Sarapiquí, espacio que fue ocupado antes de los eventos bélicos y posterior
a los mismos, la cronología comprende 1000 años de historia, a partir de 900 d.C.
Palabras clave: Guerra, Costa Rica, libusteros, río San Juan, río Sarapiquí.
Abstract
The results of archaeological research are discussed on a battlefield that was the scene of armed conflicts in December
1856 and in the first months of 1857, in the context of the war against the filibusters led by William Walker. The docu-
mentary sources of the time are confronted with the analysis of a war landscape, detailing the distribution of the war
objects found, delimiting the trenches and locating the houses corresponding to La Trinidad, a fort on the Sarapiquí
River, a space that was occupied before the war events and after them, the chronology includes 1000 years of history,
starting from 900 AD.
Keywords: War, Costa Rica, libustering, San Juan river, Sarapiquí river.
Archeology at the La Trinidad site: A 19th century battlefield
Referencia/ reference:
Sánchez, M. y Novoa V. (2021). Arqueología en el sitio La Trinidad: un campo de batalla del siglo XIX. Yulök Revista de Inno-
vación Académica, 5 (1), 15-35. https://doi.org/10.47633/yulk.v5i1.363
Recibido: 10 de mayo del 2021 Aceptado:15 de junio del 2021
Introducción
Se expone el resultado de la investigación arqueológica
en un campo de batalla de mediados del siglo XIX (1856-
57), consignado en las fuentes históricas bajo el nombre
de La Trinidad. Los primeros acercamientos al sitio se
dieron a finales del 2016, la actividad de campo inició en
los años siguientes, la primera fase del estudio concluyó
en el 2019. En este artículo se aborda desde la construc-
ción del problema de investigación, los lineamientos teó-
rico-metodológicos empleados, además, el análisis y pre-
sentación de los datos junto a la revisión y comparación
de los documentos escritos de la época, los cuales per-
mitieron complementar, contrastar y evidenciar el aporte
que la arqueología puede brindar al estudio histórico de
estos eventos socio políticos, llegando a configurar un
paisaje de guerra.
El contexto histórico que dio inicio al enfrentamiento
entre los países centroamericanos y el filibusterismo es
Sánchez, M. y Novoa V. Arqueología en el sitio La Trinidad: un campo de batalla del siglo XIX.
Virginia Novoa Espinoza
Museo del Jade y de la Cultura Precolombina; San José, Costa Rica.
virginianovoa@gmail.com
https://orcid.org/0000-0002-4589-8227
Sánchez, M. y Novoa, V. (2021). Catálogo Objetos arqueológicos del siglo XIX, sitio La Trinidad, Sarapiquí. Editorial Univer-
sidad Técnica Nacional.
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complejo, May (2011) y las consecuencias de sus accio-
nes siguen siendo tema de debate hasta el presente entre
estudiosos de la historia documental, Obregón, (2016).
El río San Juan, era en esa época el escenario de intereses
políticos y económicos que trascendía a países como Ni-
caragua o Costa Rica, para involucrar al resto de Centro-
américa y a otras latitudes como Estados Unidos, Ingla-
terra o Francia, esto provocó una guerra contra el filibus-
terismo, en la cual cerca de 4000 soldados costarricenses
participaron entre 1856 y 1857 en distintos escenarios
bélicos, según Arias, R.F. (2010, p. 104). Fallecieron cer-
ca de 8607 personas, producto de la epidemia del cólera
como consecuencia de esta cruenta lucha, el 8.2% de la
población (p. 106).
Se propuso como objetivo general demostrar e interpretar
el contexto espacial y cultural de los eventos que se re-
flejaron en la batalla de La Trinidad, durante la Campaña
Nacional de 1856 y 1857.
Antecedentes
Costa Rica posee un amplio y diverso acervo de estudios
arqueológicos, particularmente en períodos denominados
como precolombinos, o bien anteriores al contacto espa-
ñol, trabajos que comprenden períodos de la época colo-
nial a la republicana, son menores, como bien los detalla
la arqueóloga Floria Arrea (2016) sin embargo, se carece
de antecedentes en arqueología de campos de batalla del
periodo republicano de mediados del siglo XIX.
En Nicaragua, se reporta un estudio en la Hacienda San
Jacinto, sitio en donde se libró una batalla en 1856, con-
temporánea con La Trinidad. Arqueólogos nicaragüenses
estudiaron y recuperaron, entre otros objetos restos hu-
manos de 3 individuos, un análisis bio arqueológico pos-
terior realizó observaciones al material óseo, sobre edad,
sexo, patología y probable causa de defunción, Watson
y García (2009), lamentablemente no se tuvo acceso al
informe preliminar de la investigación arqueológica para
ahondar más en las características del trabajo realizado.
Panamá, posee un registro muy documentado con sitios
patrimoniales conservados hasta el presente como Pana-
má viejo, Portobelo y el Casco viejo, en donde existen
fortificaciones. La atención se ha dirigido a la investi-
gación histórica y la conservación de los bienes de las
ocupaciones de los siglos XVI al XIX, Castillero (2016).
La arqueología como ciencia social ha abordado temas
de conflicto, violencia o guerra, desarrollando con-
ceptos, propuestas teóricas y metodologías de análisis.
Ha incorporado el paisaje en el estudio de escenarios bélicos.
Pero ha sido en las últimas dos décadas que en América
Latina se ha incrementado el interés por estudios de este
tópico, México, el Caribe o América del Sur, concentran
la mayoría de los esfuerzos por comprender y explicar
desde la perspectiva y el dato arqueológico hechos que la
historia ha planteado sobre acciones militares.
Los Trabajos pioneros y exitosos en la Guerra Civil de
los Estado Unidos, fueron motivadores para avanzar
en la definición de un nuevo “campo disciplinar válido
y pertinente”. Leoni, et al (2020, p. 117). El estudio de
estas experiencias nos ha permitido seleccionar algunos
conceptos teóricos que serán importantes para explicar y
contextualizar la investigación en La Trinidad.
Lineamientos teóricos metodológicos
La arqueología en campos de batalla aborda como es ló-
gico la confrontación entre individuos, sociedades o paí-
ses, en ese sentido se considera que,
La arqueología de los campos de batalla refiere tam-
bién al estudio específico de un sitio arqueológico
particular en el que se produjo una acción militar.
Esto puede incluir tanto los campos de batalla “de-
marcados” donde la disposición de las tropas, los
números y el orden de la batalla se conocen a partir
de los registros textuales, y también de la evidencia
documentada del conflicto. Pintos (2020, p. 199).
Pocas veces en la Arqueología de Costa Rica se tiene la
posibilidad de disponer de textos que sirvan de guía para
localizar y comprender un fenómeno social, en este caso
que muestre la violencia, la guerra o la muerte, hay que
estar preparados para observar y reconstruir ese espacio
de conflicto, los movimientos que ahí se generaron, las
consecuencias en la toma de decisiones, para ello es ne-
cesario modificar y enriquecer la concepción de artefacto
arqueológico, como bien se explica esta cita,
Ello implica abordar el campo de batalla como un
artefacto arqueológico, dotado de atributos comple-
mentarios donde se erige una relación concomitan-
te entre los comportamientos de los seres humanos
en un evento específico: las decisiones sobre el tipo
de tropas, métodos de transporte y suministro, ca-
racterísticas defensivas y la elección del desarrollo
del campo de batalla vinculados a consideraciones
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prácticas de vegetación, uso de la tierra, cambio es-
tacional, entre otros. Del Cairo et al. (2020, p. 156).
Lo metodológico del trabajo de investigación debe aso-
ciar múltiples líneas de información, para caracterizar y
delimitar el paisaje, visualizar el mismo desde un punto
de vista estratégico militar, releer los textos para situar y
comprender lo narrado desde la misma zona en la que se
gestaron las acciones. Introducir las técnicas geofísicas
de prospección para complementar y mejorar la búsque-
da, en síntesis,
Así, el abordaje teórico y metodológico integra múl-
tiples aspectos vinculados a las esferas discursivas,
tanto orales como escritas, el paisaje, la geomorfo-
logía, el uso de variadas herramientas tecnológicas
recientes, la documentación, clasificación, registro
y catalogación artefactual, las técnicas de prospec-
ción arqueológica, el análisis de tácticas y estra-
tegias, entre otros. Del Cairo et al. (2020, p. 186).
La ubicación del Campo de Batalla de La Trinidad,
como parte de un contexto marcado por una historia de
intereses geopolíticos, de trascendencia local, regional y
mundial, y la existencia de otros escenarios de guerra a
lo largo del río San Juan, como los fuertes, puestos mi-
litares e incluso vapores hundidos, indican que deberá
pensarse en que las investigaciones futuras aborden estos
temas desde una perspectiva más integral, en ese aspecto,
el concepto maritorio, el cual no se ciñe exclusivamente a
la dicotomía entre la tierra y mar, sino más bien como un
espacio unificado que permite el análisis de una situación
de guerra, lo cual posibilita estudiar “amplios campos de
batalla que conjuntan sectores de lechos tanto marinos
como ribereños, áreas de desembarco, combates ya en
tierra o remanentes arqueológicos individuales” Herrera,
J. et al. (2020, p. 64)
Ubicación de la zona de estudio
La zona se encuentra ubicada en la Provincia de Here-
dia, Cantón de Sarapiquí, Distrito Cureña. La revisión
de fuentes documentales de la época indican que el sector
con mayor potencial de encontrar evidencia era la mar-
gen izquierda de la desembocadura del río Sarapiquí con
el río San Juan (figura 1), el terreno, una terraza aluvial,
bajo el resguardo de Mauricio Ortiz Ortiz, permitió eje-
cutar el trabajo arqueológico en una extensión de 8169.39
m
2
, esta fue el área objeto de atención, aunque no necesa-
Figura 1 Ubicación zona de estudio, confluencia de los ríos Sarapiquí (izquierda) y San Juan (derecha). Fuente: Vargas, J. (2017)
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riamente correspondió a todo el espacio ocupado durante
el conflicto bélico.
La terraza presenta suelos compuestos por diferentes ca-
pas de arenas, limos y arcillas, producto de la acción ero-
siva de los ríos San Juan y Sarapiquí, con una ausencia
notable de rocas, Arias, M. (2017).
Construcción del problema de investigación en un
campo de batalla
Los filibusteros ocuparon la zona de La Trinidad desde el
19 de marzo de 1856 según De la Cova (2016, p. 261) con
aproximadamente 66 hombres, la denominada batalla de
La Trinidad se dio el 22 de diciembre de ese año con la
participación de alrededor de 130 costarricenses, quienes
lograron una victoria en tan sólo 40 minutos, de acuerdo
con los diarios de Máximo Blanco (2016) y el Capellán
Rafael Brenes (2016).
En el terreno permaneció un número significativo de
combatientes hasta el 13 de febrero de 1857, previo a su
retirada, se dieron fuertes enfrentamientos con intercam-
bio de artillería y disparos de rifles, los filibusteros orga-
nizaron un contraataque, fortalecidos con la presencia de
cerca de 700 hombres, un vapor y suficientes pertrechos
de guerra, se desplazaron y controlaron la salida por el
río San Juan y en tierra firme se posicionaron en la Punta
Alvarado (margen derecha del río Sarapiquí).
Esos hechos bélicos se dieron en cuatro momentos di-
ferentes, los días 28 de enero, 6, 8 y 13 de febrero, in-
crementando su intensidad. El último ataque inició en
la madrugada y concluyó en la noche, lo que obligó a
Máximo Blanco a ordenar la retirada debido a la escasez
de pertrechos de guerra y sobre todo el desgaste físico -
mental de la tropa.
Ante este breve tiempo de ocupación y aún más reducidos
los momentos de combate e intercambio de disparos, con-
tados según los testigos de la época, Máximo Blanco y el
Capellán Brenes, en horas, cabe preguntar ¿Qué tipo de
evidencia material pudo quedar producto de esa batalla?,
¿Cuántos artefactos pudieron quedar ocultas a lo largo
de más de 160 años? Y ¿De qué manera pudo afectar la
dinámica y las fluctuaciones en el caudal de los ríos San
Juan y Sarapiquí la permanencia de los objetos de guerra?
El valorar las posibles causas post deposicionales en el si-
tio que inciden en la conservación y eventual distribución
de los restos culturales, la construcción del problema a
investigar contempló entre otros, dos aspectos fundamen-
tales: la ubicación del terreno a estudiar (a partir de las
narraciones y escritos de la época), y la delimitación de
un perímetro del campo de batalla. Así se logró asegurar
casi 8200 m2 de tierra como el escenario de la batalla del
22 de diciembre de 1856 y las acciones posteriores de
enero y febrero de 1857.
La investigación arqueológica apoyada en documentos
escritos va más allá de la recuperación de objetos, cuyo
valor tangible es innegable como testigos mudos de los
sucesos que allí acontecieron, lo realmente significativo,
es poder ofrecer datos que corroboren que en ese lugar
se llevó a cabo una batalla y la reconstrucción de la mis-
ma, visualiza sobre el terreno elementos propios de la
estrategia de combate como lo son la distribución de los
artefactos, la ubicación de las trincheras o viviendas, de-
terminar la distancia y el rumbo de la artillería enemiga,
es decir ahondar más en la comprensión e interpretación
de un paisaje de guerra, aspectos que podrán dimensionar
aún más, si cabe, los alcances del conflicto social y el rol
de los actores involucrados en el marco de una guerra que
traspasaba las fronteras nacionales.
Discusión del método empleado
Se consideraron distintas perspectivas en la construcción
de la estrategia que permitió el abordaje de los objetivos
de la investigación, en primer término, la literatura de la
época apoyada en testimonios escritos de los combatien-
tes, entre otras valiosas fuentes primarias, como también
las reinterpretaciones que se han suscitado y permiten re-
valorar el significado de esta guerra contra el filibusteris-
mo y sus intereses económicos y expansionistas. La ba-
talla es descrita siguiendo textos, sin disponer, hasta 164
años después, de un solo artefacto cultural, testimonio in-
cuestionable de los cruentos eventos que ahí se vivieron.
Es importante sin lugar a duda, el papel de los infor-
mantes locales, habitantes de la zona quienes, mediante
entrevistas abiertas en numerosos encuentros, aportaron
información sobre los procesos de ocupación, uso y trans-
formación de la tierra en distintos períodos que compren-
dieron las décadas de 1960 a 1980, donde escribieron
aspectos sociales, económicos educativos y políticos de
carácter binacional, dada su condición de zona fronteriza.
La aplicación del método de investigación arqueológica
partió de la premisa de localizar vestigios de antiguas
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trincheras, municiones de guerra, balas de cañón, frag-
mentos de metal de cureñas, armas como rifles, mosque-
tes, sables, crucetas, cuchillos y otro tipo de implementos
de hierro, plomo, bronce o cobre, incluso ubicar las fosas
en donde posiblemente se enterraron a los combatientes
caídos, es en esa línea en que la investigación tuvo una
participación interdisciplinaria con contribuciones de la
geología en un campo específico cual es la geofísica.
Por lo tanto, se integró en el reconocimiento arqueológico
el diseño de una prospección geofísica guiada por equi-
pos especializados en teledetección, como el georadar
(GPR, siglas en inglés), entre otros equipos.
Dos esfuerzos importantes permitieron diseñar e imple-
mentar una prospección geofísica en la zona, ambos diri-
gidos por geólogos, el primero lo coordinó, Mario Arias
Salguero de la Universidad de Costa Rica (2017) y el se-
gundo Waldo Taylor Castillo del Instituto Costarricense
de Electricidad (2018). Ambos estudios son complemen-
tarios y brindaron información valiosa sobre la estructura
del suelo e imágenes asociadas a la presencia de activida-
des antrópicas vinculadas a los eventos de interés. Los re-
sultados de las contribuciones de la geofísica serán abor-
dados en futuras publicaciones dada su especificidad.
Prospección y excavación
El trabajo se dio en etapas, de gabinete, campo y labo-
ratorio, apoyadas en todo momento en el método ar-
queológico. Se estableció un protocolo para recuperar la
evidencia material que estuviera asociada a eventos bé-
licos, correspondiente a las actividades de las acciones
de prospección y excavación, bajo la denominación de
operaciones y suboperaciones con el fin de sistematizar
los resultados del proceso de investigación.
La operación N°1 correspondió a la prospección y reco-
lección de evidencia localizada y distribuida en superfi-
cie. La operación N°2 abarcó las distintas intervencio-
nes de excavación, dividida en dos suboperaciones, en la
suboperación N°1 se ubicaron los pozos sistemáticos de
sondeo bajo la sigla y los pozos auxiliares. La subope-
ración N°2 concernió a la ejecución de las calas estrati-
gráficas para conocer la composición del suelo y medir
la secuencia cultural de los diferentes eventos y la su-
boperación N°3 a las trincheras, que permitieron extender
las áreas de excavación, ante la confirmación de material
bélico de la época. En el cuadro 1 se detalla la distribu-
ción de material cultural encontrado en cada una de las
acciones realizadas.
Como puntos de control se establecieron dentro del área
de casi 8200 mts2, 5 puntos fijos de referencia con bases
de cemento y pines de metal para mantener un control
sistemático, hitos que apoyaron la prospección arqueo-
lógica, geofísica y el levantamiento topográfico y plani-
métrico, aspecto que permitió elaborar mapas temáticos y
ubicar cualquier unidad de excavación, material en super-
ficie, rasgo cultural o artefacto.
A partir de estos puntos fijos se cuadriculó el área de for-
ma equidistante cada 10 m., colocando estacas de madera
Figura 2 Levantamiento planimétrico del área de estudio. Fuente: Arias, M. (2017) modificado por las autoras
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en cada esquina inferior izquierda (sur oeste), utilizando
letras y números para mayor control, esto permitió tra-
bajar en escalas más reducidas cuando fuere necesario
(figura 2).
Prospección y recolección en superficie: Operación
N°1
Durante el diseño de la Operación N°1, el estudio arqueo-
lógico en el campo inició con una búsqueda sistemática
de la evidencia cultural. En los puntos de intersección se
ejecutaron pozos sistemáticos cada 10 metros hasta cubrir
toda la zona, el reconocimiento fue ordenado siguiendo el
sistema de cuadriculado, (figura 3) se limpió la maleza,
por medio de la observación en algunos casos se empleó
un detector manual de metales marca Garrett modelo Ace
350, (figura 4) con el propósito de identificar y recolectar
aquella evidencia ubicada en superficie, la cual fue regis-
trada conforme la nomenclatura del cuadriculado base, se
tomó el punto de la esquina inferior izquierda (sur oeste)
del cuadro en el que la misma fue hallada.
Resultados de la prospección en superficie
El análisis del material identificado mostró una secuencia
de ocupación desde mediados del Siglo XIX, (restos de
lozas y vidrio antiguo, en menor número hierro) hasta la
década de 1980 (basas de madera de la antigua escuela
unidocente, restos de zinc, hierro, monedas y objetos de
plástico), siglo XX. De especial interés dos balas, una
Minié sin percutir (figura 5) y una munición de origen
anglosajón asociada a un revólver Colt Walker, arma vin-
culada a las fuerzas filibusteras durante la Campaña Na-
cional, localizada fuera de la cuadrícula.
La distribución de material en superficie mostró vestigios
culturales en distintos puntos de la superficie de la terraza
aluvial, muy evidente la recolección que se hizo en una
franja de 1 m. de ancho entre H8-I8 y de 85 cm de pro-
fundidad, en el límite Norte con el vecino Señor Carlos
Mena, los restos analizados no sólo ratifican la evidencia
de ocupaciones de mediados del siglo XIX, sino que tam-
bién plantearon el interés de extender el reconocimiento
de los terrenos aledaños a la zona delimitada previamente
dentro de la cuadrícula, más aún con el reconocimiento
de la bala Colt. En la zona, se identificaron antiguas bi-
Figura 3, Fotografía aérea del área de estudio y el dibujo con la rejilla establecida. Fuente: Arias, M. (2017)
Figura 4 Uso del detector manual de metales por la arqueóloga
Virginia Novoa. Fotografía M. Sánchez 2017.
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sagras de hierro, tachuelas y una bala de hierro del siglo
XIX.
Excavación arqueológica: Pozos sistemáticos y po-
zos auxiliares. Operación N°2, suboperación N°1.
Una vez detectada, la presencia de municiones de guerra
asociadas a los enfrentamientos de 1856 y 1857, se proce-
dió a desarrollar excavaciones sistemáticas, denominados
pozos de sondeo cada 10 m., con el objetivo de obtener de
forma controlada no aleatoria una comprensión general
sobre la posible distribución de evidencia cultural en el
subsuelo, a través de la verificación de presencia o au-
sencia de material histórico, y la determinación de áreas
de interés para futuras excavaciones. Estas intervencio-
nes se ubicaron en la esquina inferior izquierda (suroeste)
de cada grilla. Cada pozo se hizo de 50 x 50 cm, en el
mismo punto para cada una de las grillas. Se descendió
en niveles arbitrarios, cada 20 cm, a efecto de tener un
adecuado control.
Se realizaron un total de 72 pozos de sondeo, con una
profundidad promedio de 70 cm. Solo un 26% de estos
aportó restos culturales, la ausencia en los otros casos po-
dría indicar la disminución o nula presencia de vestigios
en esas zonas, este dato fue incorporado en la reconstruc-
ción hipotética del campo de batalla a partir de la infor-
mación arqueológica.
Resultados de la excavación de los pozos sistemáti-
cos de sondeo y los pozos auxiliares
Se mapeó aquellas zonas que presentaron una muy baja o
casi nula frecuencia de objetos, correspondientes a otros
sectores, al lado Este, límite con el río San Juan, el terre-
no en esa parte es desigual muestra una inclinación en
pequeñas terrazas orientadas hacia el río debido a las va-
riaciones propias del caudal del San Juan, determinando
en algunos casos una diferencia de -1.5 m respecto a la
parte central del terreno, se valoró excavar a mayor pro-
fundidad, llegando a 99 cm, sin resultados.
En el eje B, mantiene la baja densidad, no obstante, fue
localizado a 70 cm de profundidad un fragmento de cerá-
mica “criolla” cuya cronología posee un rango muy am-
plio, desde el Siglo XVI hasta el Siglo XVIII, se asocia
su uso en los primeros momentos a poblaciones indíge-
nas sometidas al dominio español, aunque con el paso
del tiempo descendientes de españoles, mestizos y otros
grupos étnicos utilizaban ollas de barro para cocinar y al-
macenar agua.
Se perfiló el interés por desarrollar más estudios en el eje
G, dado el reporte de un número significativo de objetos,
37 en total, con mayor presencia de restos de artefactos
del Siglo XIX, como loza y vidrio antiguo, además de
municiones de plomo, perdigones. Municiones como
Minié o perdigones de plomo se localizaron también en
los ejes E y F asociados a una baja densidad de materia-
les.
En estas acciones se localizaron algunos fragmentos
monocromos de cerámica precolombina, los cuáles no
fueron recolectados, se dejaron in situ, al no ser este un
proyecto dirigido a la búsqueda de sitios de este periodo
en particular.
Una vez concluidos los pozos de sondeo cada 10 m., se
tuvo una mayor certeza de cuáles zonas debían de ser
exploradas, para ello se diseñaron los pozos auxiliares
en zonas donde la densidad o presencia de evidencia era
mayor. Fueron ejecutados 48 pozos auxiliares, con un
100% de resultados positivos. Adicional a estos pozos
se hicieron otros 29 pozos, dirigidos a verificar las po-
sibles anomalías reportadas por la prospección geofísica
coordinada por los geólogos Mario Arias y Waldo Tayor.
Las dimensiones y profundidades de los pozos auxiliares
no fue la misma en todos los pozos, en algunos casos se
corroboró la anomalía electromagnética, pero en la ma-
yoría de las intervenciones no correspondió a restos cul-
turales de interés.
Los objetos registrados en su mayoría se vinculan directa-
mente a la época (mediados del Siglo XIX) y al contexto
Figura 5. Bala Minié localizada en el sector Oeste, sin percutir.
Fotografía M. Sánchez, 2017
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del conflicto razón del estudio. Se concretó una secuencia
de ocupación humana desde la época precolombina, apro-
ximadamente 900 d.C. hasta finales del siglo XIX, con un
contexto definido de municiones mayormente de plomo
asociado a los eventos de la Batalla de La Trinidad, así
como a las intervenciones militares posteriores de los pri-
meros meses de 1857, además de objetos de vidrio, loza,
hierro, bronce o cobre y barro. Otros vestigios correspon-
den como era de esperar, a ocupaciones recientes, siglo
XX, las décadas de 1960-1980, cuando ese espacio físico
era tierra de familias campesinos, escuela unidocente y
sitio que albergó a la policía de frontera.
Calas estratigráficas: Operación N°2, suboperación
N°2.
Se ejecutaron 3 calas estratigráficas con la intención de
desarrollar intervenciones de mayor envergadura para ve-
rificar información de la prospección geofísica y ampliar
el registro de vestigios culturales, sobre este último punto
los resultados fueron positivos, pero no se logró corro-
borar la mayoría de las anomalías sugeridas por el GPR.
Las calas tenían dimensiones de 2X1 m y la profundidad
promedio fue de 95 cm. (figura 6) Los resultados deri-
vados de esta excavación evidenciaron 6 balas Minié,
asociados a botellas de vidrio del Siglo XIX y un objeto
de cobre o bronce vinculado posiblemente a vestimenta
militar antigua. También se hallaron 2 fragmentos de ce-
rámica “criolla” en la Cala-2.
Trincheras: Operación N°2, suboperación N°3
La última de las suboperaciones, la N°3, correspondió a
excavaciones de mayor alcance y complejidad. Se lleva-
ron a cabo 4 trincheras, la N°1 y N°2 la intención fue
verificar la información de la prospección geofísica, la
N°3 y N°4 se excavaron en áreas donde la presencia de
restos culturales asociados a los eventos históricos de las
confrontaciones militares fue mayor, por consiguiente,
era perentorio ampliar el estudio en esas zonas.
En la excavación de la Trinchera N°1, orientada al sur de
la terraza aluvial, cuyo límite es el río Sarapiquí. Entre
los objetos hallados, se identificaron, 2 balas Minié y 2
perdigones, llamó la atención la presencia de fragmentos
de cadenas de hierro en un nivel que se puede relacionar
con las municiones.
Muy significativo fue encontrar en la Trinchera N°3, 45
municiones de plomo, entre balas Minié completas, co-
lapsadas producto de algún impacto y un gran número
de perdigones de diferentes dimensiones y pesos, junto
a loza, porcelana, vidrio antiguo y botellas completas de
vidrio propias del Siglo XIX.
La última de las intervenciones arqueológicas, la Trin-
chera N°4, permitió completar la información que había
aportado la excavación de la Trinchera 3, al localizar di-
versas municiones de plomo, balas Minié y perdigones,
objetos de cobre, un posible medallón de metal, una va-
riedad de botellas antiguas de vidrio, un tintero de vidrio,
loza y porcelana, un cubierto de plata, entre otros objetos
todos ellos asociados al Siglo XIX y particularmente a los
hechos bélicos de interés en este estudio. En el Cuadro
1 se resume la información arqueológica de las distintas
intervenciones realizadas.
Figura 6. Perfil Este de la Cala N°2 se observa la composición
del suelo con capas de arenas limos y arcillas. Fotografía M.
Sánchez, 2017
Sánchez, M. y Novoa V. Arqueología en el sitio La Trinidad: un campo de batalla del siglo XIX.
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Análisis de la evidencia sociocultural
Caracterización y ubicación cronológica de los arte-
factos
La investigación arqueológica en el Campo de Batalla de
La Trinidad, según la descripción de los párrafos anterio-
res, registró 1359 artefactos que nos permiten ubicarlos a
lo largo de una prolongada secuencia de ocupación, más
allá de lo concerniente a los años de 1856 y 1857, pe-
riodo principal del estudio. Esta prolongada cronología
se inicia al encontrar y analizar in situ 77 fragmentos de
cerámica monocroma precolombina, la observación en el
campo permitió ubicarlos aproximadamente a partir de
900 d.C., debido a la consistencia de la pasta y el acabado
de superficie. La arqueología de la región del río San Juan
no ha sido objeto de interés arqueológico por profesiona-
les de Nicaragua o Costa Rica, los registros de sitios son
muy breves y puntuales, sin permitir profundizar en las
particularidades de estos asentamientos.
Esta baja densidad del material precolombino se relacio-
na con una muy baja densidad de población. Considera-
mos que la ubicación de la zona, una terraza cuyo límite
Este es el río San Juan y el límite Sur es el río Sarapiquí
(su desembocadura), los grupos humanos allí asentados
eran pequeños, dispersos, vivían en pequeñas casas he-
chas probablemente de material perecedero y quizás con-
taban con cierta movilidad. Posiblemente se dedicaron a
la pesca, la recolección de recursos del río y a la caza.
No se podría descartar una agricultura muy incipiente
(cuido de plantas, más que siembra sistemática, corres-
pondiente con el concepto en inglés de “gardening”).
En cuanto a los objetos de barro, una pequeña pero inte-
resante muestra de fragmentos de cuerpos de vasijas, 9 en
total, toscamente elaboradas, localizados en su mayoría
entre 40-70 cm de profundidad, correspondientes a lo que
se conoce en el registro arqueológico como “cerámica
criolla”, usada tanto por la población española durante la
Colonia en los siglos XVI-XVIII, como por indígenas,
mestizos o criollos, en recipientes de cocción y para al-
macenar líquidos o granos. No se descarta la ocupación
por breves periodos de alguna población en ese tiempo
o incluso en el mismo siglo XIX. Esperemos que en un
futuro se incrementen los estudios arqueológicos en la
región para poder documentar mejor esta evidencia y pre-
cisar el dato cronológico.
Fuera de los restos culturales mencionados, el grueso de
los vestigios materiales recolectados han sido ubicados
en el siglo XIX, de ese ciclo se tienen botellas y diversos
envases de vidrio, llevados a ese punto por los viajeros
que iban de paso en vapores, por comerciantes o por ha-
bitantes que residieron en la zona en distintos momen-
tos, como el caso de Wilhelm Christian Hipp quien vivió
en ese terreno desde 1853 hasta el 19 de marzo de 1856
cuando es obligado a irse debido a la proximidad de los
conflictos De la Cova, (2016, pp.260-261), un dibujo an-
tiguo publicado en 1856 muestra la propiedad y su en-
torno en el mes de junio de ese año (figura 7), atendía a
los visitantes ocasionales que deseaban ingresar por el río
Sarapiquí hacia el interior del territorio nacional o bien
eran inmigrantes que deseaban establecerse permanente
en el país. Tampoco olvidamos a los combatientes de am-
bos bandos, quienes consumían licor, botellas de coñac,
según lo refiere Máximo Blanco en su diario (2016, pp.
2,7, 19).
La identificación del material requirió consultas específi-
cas de catálogos, registro de marcas de vidrio, coleccio-
Sánchez, M. y Novoa V. Arqueología en el sitio La Trinidad: un campo de batalla del siglo XIX.
Operación Suboperación Excavaciones Material identificado
1 - - 133
2 1 72 pozos sistemáticos 70
2 1 77 pozos auxiliares 389
2 2 3 calas estratigráficas 77
2 3 4 trincheras 690
TOTAL 156 intervenciones 1359*
Cuadro 1 Distribución de la evidencia cultural
*Nota: Se incluyen los 77 fragmentos de cerámica precolombina, este material se dejo in situ.
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nes de museos internacionales, así como publicaciones
arqueológicas de sitios contemporáneos, con énfasis en
las técnicas de elaboración, la forma o el color, para pro-
poner su temporalidad y uso. Este procedimiento tam-
bién se hizo con los objetos de porcelana y loza, se revisó
literatura especializada y reconoció que todos estos bie-
nes llegaron para ese tiempo, por comercio o contacto de
visitantes europeos o norteamericanos.
Algunos ejemplos que ilustran lo hallado, divididos en
categorías según vidrio, para bebidas son; fragmentos de
botellas de vinos, champagne o carbonatadas de origen
irlandés, también los alimentos; recipientes para guardar
conservas, vajillas de vidrio blanco lechoso asociado a
dulceras o tazas, o bien los productos médicos; diversas
formas de envases como, botellas y tapones de vidrio
transparente o de color, contenedores de ácido bórico,
(figura 8); otra categoría fueron los artículos de uso per-
sonal, agua de colonia francesa marca Kananga de Ri-
gaud, tónicos para fortalecer la piel y el pelo (tricófero)
y finalmente en la categoría de varios, se identificaron
tinteros de vidrio. (Figura 8)
En cuanto a la porcelana (inglesa) y la loza, de este tipo
de vajilla se identificaron distintas clases como; Trans-
fer, Bone Chine, Spongeware, Stoneware, Decalware,
Dippedware, Earthenware, Pearlware o Whiteware (figu-
ra 9), algunas de ellas, según las condiciones y el color
de su esmalte se ubicaron desde 1830 hasta finales del
siglo XIX, (F. Arrea Siermann comunicación personal,
Figura 8 Imagen izquierda, botella incolora con presencia de pátina, leyenda Tucker. Derecha Posible tintero de vidrio azul claro brillan-
te de base cuadrada, marca E.B., probablemente de Edgar Breffit & Co, Lockhart, et al (2015). Fotografías M. Sánchez, 2020
Sánchez, M. y Novoa V. Arqueología en el sitio La Trinidad: un campo de batalla del siglo XIX.
Figura 7 Grabado de la confluencia de los ríos Sarapiquí y San Juan, al fondo La Trinidad o Punta Hipp, al frente Punta Alvarado.
Foto: Frank Leslie’s Illustrated Newspaper (1856)
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2 de abril, 2021). Las formas caracterizadas fueron pla-
tos extendidos, hondos, de té o café, tazones, también se
hallaron jarras de cerveza o licor y una muestra de taza de
juguete o adorno de porcelana inglesa. Estos bienes pro-
cedían de Inglaterra, entre ellos la loza Ironstone, otras
muestras provenían de Irlanda o Estados Unidos, de Fran-
cia se hallaron varias piezas de marca Faïencerie de Gien
creada en 1821, actualmente esta casa fabricante continúa
activa (Gien, sf).
A lo largo de las diferentes intervenciones arqueológicas
se recolectaron e identificaron 441 vestigios de objetos
de hierro y en menor medida de bronce, cobre y plata,
el clima del trópico muy húmedo, así como las crecidas
de los ríos San Juan y Sarapiquí afectaron la integridad
del material, todos ellos muestran distintos procesos de
oxidación, de moderado a grave que limita el estudio y
análisis. Se destaca dentro de esta muestra, la parte su-
perior de un cubierto de plata (figura 10) y un posible
medallón de cobre o bronce con decoración de filigrana
o repujado que presenta figuras en su interior, con forma
ovalada (figura 10).
Municiones de guerra y artefactos asociados
Un total de 84 municiones de plomo fueron encontradas
en zonas específicas de la terraza aluvial estudiada, par-
ticularmente balas, cuya morfología y características se
asocian a las balas Minié, también se identificaron ba-
las esféricas (perdigones) de distinto tamaño y por ende
peso. Las municiones se encontraron completas, pero se
determinó que un buen número de ellas presentaban de-
formaciones por compresión, debido a que posiblemente
impactaron contra un objeto o eventualmente una perso-
na. El material en cuestión presentó una pátina producto
de la oxidación, como muestra de su antigüedad, el cam-
bio de color grisáceo por un tono blanquecino, compuesto
de pequeñas partículas que se desprende al tacto, como
polvo.
Se tomó como variable el criterio morfológico y a la es-
pera de datos más concluyentes que examinen el origen,
composición y huellas de micro uso y desgaste de las mu-
niciones mediante análisis químico y microestructural,
Herrera, et al. (2021), la colección de balas Minié com-
pletas, 14 en total, se agruparon en 4 tipos.
El primer tipo, corresponde a dos ejemplares (figura 11),
cuya longitud promedio es de 23 mm/0.90 pulgadas, diá-
metro promedio 16.45 mm/0.64 pulgadas y su peso pro-
medio es de 36 g. Se caracteriza por presentar una forma
conoidal-cilíndrica, sin anillos en su base o evidencia
que mantuvo, base hueca, cavidad redondeada, y como
todas las municiones una pátina blanca con oxidación tí-
pica de plomo. Dada la carencia de anillos, Kinard (2000)
Figura 9 Fragmentos de loza Pearlware o Whiteware inglesa,
platos y posible taza, con esmalte craquelado. Fotografía M.
Sánchez, 2020.
Figura 10 Imagen izquierda, fragmento de cubierto de plata con decoración en relieve. Derecha, Objeto ovalado, posible medallón con
decoración de filigrana o repujado. Fotografía M. Sánchez, 2020
Sánchez, M. y Novoa V. Arqueología en el sitio La Trinidad: un campo de batalla del siglo XIX.
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propone que es una Minié inglesa fabricada por Royal
Small Arms Factory. De acuerdo con Smithurst (2011) el
diámetro podría corresponder al Rifle-Mosquete Pattern
Enfield 1851 denominado “Regulation Minie” de la fá-
brica arriba indicada, cuya munición corresponde a pro-
yectiles de 0.69 pulgadas de diámetro.
Según la forma de la munición podría asociarse al Mos-
quete convertido en Rifle para la división Naval del Im-
perio Británico denominado Pattern Enfield 1842 de la
misma fábrica. Relacionando esta información con do-
cumentos históricos de la época, cabe indicar que el emi-
sario que envió el Presidente Juan Rafael Mora Porras
para adquirir armas y material bélico en Europa, cónsul
británico Eduardo Wallerstein, consignó en una factura
de compra del Gobierno de Costa Rica, con fecha del
16 de noviembre de 1854; donde detalla la adquisición
de: “Un cajón conteniendo 10 Minié Rifles fulminantes
con bayonetas cada uno con su forro de paño 49 cajones
conteniendo cada uno lo mismo que lo anterior”. Archivo
Nacional, Fondo RREE, signatura 17939 (1854). De esa
cita se desprende la adquisición de 500 Minié Rifles (lla-
mados así a los Regulation Minié) además de barriles de
balas, baleros y chimeneas.
Diez ejemplares fueron agrupados dentro del Tipo 2, (fi-
gura 11), sus dimensiones promedio son; longitud 26.39
mm/1.04 pulgadas, diámetro 17.47 mm/0.69 pulgadas
y peso 44 g. Morfológicamente presentan forma conoi-
dal-cilíndrica, con 2 anillos en su base, forma de cavi-
dad indeterminada y pátina blanca. Según Kinard (2000)
dado que presenta dos anillos en su base, ambos con bor-
des exversos o “hacia afuera” podría tratarse de la modi-
ficación americana del proyectil Minié realizada por Ja-
mes Burton en Harpers Ferry, Arp, (2002) durante 1850.
Dado el diámetro y forma de la bala, podría correspon-
der al Rifle-Mosquete Enfield Pattern 1851, denomina-
do “Regulation Minié” fabricado por Royal Small Arms.
Observando las fuentes históricas, destaca otra factura
del gobierno costarricense adquirida por medio del cón-
sul Wallerstein, de fecha 16 de setiembre de 1854, en la
que establece la compra de armas nuevas del gobierno
británico con martillos de percusión, procedentes del
Arsenal Real de Woolwich, Gran Bretaña, Archivo Na-
cional, Fondo RREE, signatura 17939 (1854). Aunado a
ello, en el Estado General de las Armas de 1856, se es-
tablece la cantidad de 407 “Rifles de Minié” dentro del
inventario de las plazas, que pudieron relacionarse con
esta munición, Archivo Nacional, Fondo Guerra, signa-
tura 8646 (1856).
El tercer tipo, (figura 12) siempre guiado por criterios
morfológicos, lo representa un solo ejemplar, cuyas ca-
racterísticas son; longitud 21.87 mm/0.86 pulgadas, diá-
metro 13.76 mm/0.54 pulgadas, peso 24 g, de forma ci-
líndrica, punta aplanada por impacto, con anillos en su
base, base hueca, forma de cavidad indeterminada y la
presencia de pátina blanca. Ante la ausencia de anillos
Kinard (2000) se ubicaría como Minié inglesa fabri-
cada por Royal Small Arms Factory. Se asocia al Rifle
Mosquete Pattern Enfield 1853, cuyo diámetro de ca-
ñón de 14.48 mm/0.57 pulgadas, en comparación con
los modelos anteriores (Smithrusht, 2011) hace que este
ejemplar posea un diámetro menor. La forma cilíndrica
de la munición deja de ser conoidal, Le Chair, (2015).
Correlacionando los datos históricos, se retoma la factura
de fecha 16 de setiembre de 1854, de la compra de armas
al gobierno británico, de martillos de percusión, proce-
dentes del Arsenal Real de Woolwich, Gran Bretaña, Ar-
chivo Nacional, Fondo RREE, signatura 17939 (1854).
Figura 11 Municiones correspondientes, izquierda Tipo 1, derecha Tipo 2. Fotografías tomadas por M. Sánchez (2018)
Sánchez, M. y Novoa V. Arqueología en el sitio La Trinidad: un campo de batalla del siglo XIX.
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El último grupo (figura 12), el tipo 4, con un solo ejem-
plar, mide 12.44 mm/0.50 pulgadas de longitud, diámetro
7.77 mm/ 0.30 pulgadas y peso 4 g, de forma cilíndri-
ca, con anillos en base indeterminados, de base hueca y
forma de cavidad sin determinar, igual con los anteriores
con presencia de pátina. Dada la carencia de anillos Ki-
nard (2000) se asocia a una Minié inglesa fabricada por
Royal Small Arms Factory. Considerando el diámetro de
la bala, se desconoce el tipo de armamento asociado o si
corresponde con algún rifle-mosquete. Podría tratarse de
algún tipo de carabina. No se encontró ninguna corres-
pondencia directa con dicha munición o armamento en
los documentos de los Archivos Nacionales.
Se ha dejado de última a un tipo de bala cuyas caracterís-
ticas se alejan de la bala Minié, con un solo ejemplar, sus
rasgos son, mide 12.44 mm/0.49 pulgadas de longitud,
el diámetro es de 7.7 mm/ 0.30 pulgadas, su peso es de 4
g, presenta una forma cónica, de base sólida con copa y
pátina (figura 12, imagen derecha). Su origen es indeter-
minado. Considerando el diámetro se podría asociar con
algún arma, como pistola o revólver. Su forma hace pen-
sar que corresponde a la ignición por fulminante con llave
de percusión, puesto que no es una bala esférica. Una po-
sibilidad sería el revólver estadounidense Colt, diseñados
por Samuel Colt que se utilizaron ampliamente Walker
1846; o por su diámetro y forma con un Revolver Colt
Pocket 1849 de 0.31 pulgadas de diámetro, Pachanian,
(1988). Cabe la posibilidad que esta bala corresponda al
armamento filibustero, no obstante, serán estudios más
precisos los que puedan contribuir con datos científicos
que complementen las consideraciones morfológicas que
se han venido exponiendo para la caracterización de estos
grupos preliminares, Herrera, Calderón, et al. (2021).
Las municiones esféricas o perdigones completos, 45 en
total, muestran diferentes tamaños y por ende pesos, sus
dimensiones oscilan entre 3.27 a 16.2 mm de diámetro,
con un peso de 0.18 hasta 23.5 gramos. En el estado ge-
neral del armamento que disponía el gobierno de Costa
Rica se indicaba la existencia de 3315 fusiles de chispa,
Archivo Nacional de Costa Rica, Fondo de Guerra 1856.
Respecto a los objetos de hierro, se hallaron antiguos
candados y tachuelas vinculadas posiblemente a cofres
o baúles de madera, todos ellos asociados al Siglo XIX,
este material se localizó en el sector de noreste del área
estudiada, junto a una pequeña munición esférica de ca-
Figura 12 A la izquierda Tipo 3, al centro Tipo 4, a la derecha bala cónica. Fotografías M. Sánchez (2018).
Figura 13. Imagen izquierda tachuela de hierro. Derecha, posible munición de cañón de hierro. Fotografía M. Sánchez, 2020
Sánchez, M. y Novoa V. Arqueología en el sitio La Trinidad: un campo de batalla del siglo XIX.
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ñón, asociada al armamento usado y descrito por De la
Cova (2016), igualmente unas cadenas de hierro, proba-
blemente pertenecientes a las balas de cañón encadena-
das citadas por este autor y usadas por los filibusteros.
(figura 13).
Distribución espacial de la evidencia material
Hay que mencionar otro tipo de evidencia visible en su-
perficie, que representa el último momento de la ocupa-
ción humana en la terraza aluvial estudiada, correspon-
diente al siglo XX, particularmente a tres décadas de los
años de 1960 a 1980. En ese lapso la zona fue poblada
por migrantes nicaragüenses y algunas familias que pro-
venían del interior del territorio nacional. Estas familias
fueron construyendo viviendas, sembraron maíz, granos
básicos, plátano y la crianza de aves, cerdos y vacunos
para complementar la dieta y generar una economía de
subsistencia que también incluía el consumo en pescado.
Así se fue configurando paulatinamente un pequeño ca-
serío con viviendas sencillas, dispersas denominado por
los lugareños y referido en la cartografía nacional, como
La Trinidad. Para atender la demanda educativa, se cons-
truyó una escuela de madera y el Ministerio de Educación
Pública manda a construir un pozo de agua y asigna un
docente. La escuela se levantó sobre basas de madera de
Manú, conocido también como Manú Negro de la fami-
lia Olaceae, Minquartia guianensis, resistente incluso al
agua, ideal para las crecidas de los ríos.
Esa edificación también sirvió como espacio para que los
católicos se reunieran periódicamente, en torno a una fi-
gura religiosa que se ubicó en un árbol al frente de la es-
cuela. Asociado a estas actividades se encontraron mone-
das de la década del 70 y 80, peines de plástico e incluso
pequeñas bolas de vidrio decoradas con pintura, utiliza-
das por la población infantil en sus juegos, fragmentos de
vidrio de refrescos, e incluso botellas de licor envasados
en Nicaragua, tubos de aluminio para dentífrico bucal
elaborados en esas décadas, también herramientas como
llave de hierro ajustable, clavos oxidados y clavos para
techos de zinc, conformaban parte de la muestra que re-
flejan esas actividades y vivencias cotidianas.
A finales de la década de los años 70 y hasta 1985, los
conflictos sociopolíticos en Nicaragua se incrementa-
ron y por razones de seguridad, la población abandona
la zona, el centro educativo se traslada y se instala y
asientan en la antigua edificación de la Escuela la policías
costarricenses con el objetivo de proteger la frontera na-
cional, construyeron al frente del río Sarapiquí un galerón
para cocinar los alimentos, esto según lo narra W. Medal
Orozco, oficial de la Policía de Frontera de Boca del Sa-
rapiquí, (comunicación personal 30 de marzo de 2018).
Testigos de esa breve estancia son las huellas de restos de
madera ya preparada (alfajillas), zinc y clavos que sirvie-
ron como parte de esta última construcción temporal, así
como casquillos de balas de rifles de diferentes calibres
de esa época. Posterior a esa fecha el terreno se mantu-
vo sin ocupación y la vegetación paulatinamente se fue
adueñando del sitio.
Discusión
La Batalla de La Trinidad del 22 de diciembre de 1856,
requirió que las tropas costarricenses definieran un plan
para rodear el cuartel de los filibusteros, sorprenderlos
y presionarlos hacia su huida o muerte, fuera por el uso,
aparentemente breve, de las armas empleadas o por aho-
gamiento en las aguas del Río San Juan. No obstante, fue
en los enfrentamientos de enero y febrero de 1857, cuan-
do el Sargento Mayor Máximo Blanco y sus oficiales en
su lucha por proteger y mantener el puesto de La Trini-
dad, combinaron diversas estrategias, conocimientos mi-
litares y un fuerte liderazgo que permitieron llegar hasta
el final, posiblemente en medio del asedio filibustero, el
hambre, el cansancio y la enfermedad.
Producto del presente trabajo de investigación La Trini-
dad debe analizarse en toda su dimensión, aunado su pa-
sado a los hechos bélicos de diciembre de 1856 y enero
– febrero de 1857.
Reconstrucción en interpretación de las acciones
militares en La Trinidad
Según el capellán del ejército, Rafael Brenes testigo de
los hechos, 200 hombres iban al mando del Sargento Ma-
yor Máximo Blanco, acompañado de los Teniente Coro-
neles; Pierre Barillier y Joaquín Fernández, los capitanes
Sylvanus Spenser y George F. Cauty, junto al médico
Carlos Moya, llevaban armas y bayonetas, fusiles de
chispa, rifles Minié y municiones, Brenes (2016).
La estrategia seguida por Máximo Blanco era una vez
alcanzado el río San Carlos, navegar sus aguas hacia su
desembocadura en el río San Juan, aguas abajo en direc-
ción al Caño Colpachí, separada la tropa, quedaría atrás
y sin comunicación el Capitán Francisco Quirós, con 70
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hombres. Es decir, Máximo Blanco contaba solo con 130
hombres para enfrentarse al enemigo.
A las 10 am, narra Máximo Blanco (2016) se dirigen ha-
cia el fuerte de La Trinidad, en manos de los filibusteros,
recorren 2000 varas y a tan solo 500 varas (la distancia
total era aproximadamente de 2089.75 m) de donde se
encontraban las tropas de William Walker, coordinan la
estrategia del ataque de la siguiente bajo las siguientes
reflexiones, en donde priva el factor sorpresa.
Aquí hicimos un alto y entre Spencer, Francisco Al-
varado, Joaquín Fernández y yo convinimos que yo
llevaría treinta hombres por la derecha y que cuando
ellos oyeran las primeras descargas atacarían con los
cien hombres restantes, por la izquierda. Marché hasta
topar con el Sarapiquí y entonces seguí a la izquierda
hasta divisar las casas del campamento enemigo. Arre-
glé en cuatro guerrillas los treinta hombres…ví que los
filibusteros estaban enteramente distraídos y entrete-
nidos alrededor de una gran mesa, volví atrás y mandé
cargar a trote. A primer descarga, como de cinco fusi-
les, porque todos no querían dar fuego por húmedos,
los filibusteros tomaron sus armas, y por mucho que
quisieron volar a sus trincheras, ya nosotros les había-
mos tomado una; y aunque ellos se posesionaron de la
otra, la tropa que yo llevaba cargó a la bayoneta y muy
pronto los hicieron tirarse al agua.. Blanco, (2016:28).
Ese recorrido de 2500 varas, con ayuda de la geógrafa
Paula Pérez, se camina en 30 minutos, sin embargo, les
tomó cerca de 2 horas, el desconocimiento del terreno,
la precaución, el clima, la humedad, la vegetación, entre
otros, fueron los factores que incidieron en el lento avan-
ce. Figura 14
El presbítero Brenes describe el sitio en donde se ubicó
el enemigo “era una esplanada cubierta de platanillo”,
(2016, p.7) que ayudó a ocultar a los soldados. Los fi-
libusteros estaban alrededor de una mesa, al parecer el
cuartel se hallaba en el centro. La batalla según el pres-
bítero duró 40 minutos. Murieron 60 filibusteros y solo 6
sobrevivieron. Se reportó solo 2 heridos del bando costa-
rricense. Hay que recordar que en los relatos de heridos y
muertos la historia no siempre es precisa, varía el número
a favor o contra dependiendo de cual bando narra, como
se verá en las acciones bélicas de principios de 1857 en el
fuerte de La Trinidad.
Una interpretación de la denominada Batalla de
La Trinidad, 22 de diciembre, 1856
En la figura 15 reconstruye gráficamente la batalla a partir
de la información arqueológica y el relato escrito de los
testigos. Divididos inicialmente en tres grupos, un grupo
toma la ruta 1 de la izquierda, cercano al río San Juan,
Figura 14 Reconstrucción de la ruta seguida por las tropas costarricenses hacia el Fuerte de La Trinidad. Fuente: Diseño propio, 2021.
Cartografía digital, Pérez (2021)
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observa que “La artillería estaba al costado izquierdo del
cuartel” (Brenes, 2016, p. 8), es decir al noreste de la zona
estudiada. Es significativa esa información porque de ese
sector provienen objetos de hierro, como balas, candados
y tachuelas, el primero asociado a munición de cañón y
los siguientes a mobiliario.
El segundo grupo, toma la ruta del centro, ruta 2, para
toparse con las mesas rodeadas por filibusteros, lo que
sería el “cuartel”. La única bala cónica adjudicada a un
arma Colt, fue hallada, fuera del área de estudio, hacia el
Norte, siguiendo el eje G, cuadro G11. No se trabajó en
ese sector, pero un reconocimiento permitió localizar lo
que podría ser una munición empleada por los filibuste-
ros, su presencia allí puede ser desde prácticas de tiro de
los filibusteros previas a la confrontación o bien que estos
sí lograron disparar a las tropas costarricenses, aspecto
que no se menciona en los relatos, se resalta que el ata-
que sorpresa no permitió que el enemigo se defendiera.
Se requiere profundizar la investigación de campo para
contribuir a dilucidar este punto, en la propiedad vecina.
El último grupo, liderado por Máximo Blanco, combinó
más tácticas, primero, se guiaron con la búsqueda del río
Sarapiquí (ruta 3), posteriormente éste dividió a los 30
hombres en 4 guerrillas para cubrir el sector Oeste de la
zona estudiada. Blanco acompañó al subgrupo paralelo
al río Sarapiquí, localizó la primera trinchera. Se hace
alusión a que las armas estaban húmedas, por consiguien-
te, no pudieron realizar muchos disparos, justamente allí
se localizaron dos balas Minié completas y sin aparente
huella de uso. El resultado del ataque fue exitoso debido
a que poco a poco fueron rodeando al enemigo y sorpre-
sivamente los confrontaron, sin que mediara un fuerte in-
tercambio de balas y menos aún de artillería.
La delimitación de las trincheras fue posible porque aún
se observa una depresión sobre el terreno, tanto la trin-
chera que se dirige de Oeste al Este de la zona de estudio,
siguiendo la ribera del Sarapiquí, como la segunda trin-
chera que fue trazada de Sur a Norte para cubrir even-
tuales ataques provenientes del río San Juan y la ribera
izquierda del mismo. Algunas de las excavaciones rea-
lizadas como la Cala #3, Trinchera #3 y #4, abarcaron
diferentes zonas de estas depresiones encontrando ahí
un significativo número de balas esféricas (perdigones),
Minié, algunas claramente presentan huellas de compre-
sión producto posiblemente de impactos contra algún
objeto o individuo, también tubos de hierro de posibles
rifles muy oxidados.
Los resultados de las excavaciones y el análisis de los da-
tos permitieron configurar sobre el terreno “las áreas de
dispersión de restos arqueológicos de la basura de las uni-
dades domésticas” Drennan, (2006, p. 5) y ubicar así “las
casas del campamento” que describió Máximo Blanco, a
Figura 15 Configuración del campo de batalla, 22 de diciembre de 1856. Fuente: Diseño propio, 2021. Cartografía digital Pérez (2021)
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partir del registro y distribución de artefactos fragmen-
tados o completos, de loza, vidrio, hierro o metal, como
frascos de medicina o tinteros de vidrio, indispensables
para mantener la comunicación de los avances de la gue-
rra. Sin embargo, ese espacio de guerra fue habitado en
distintos momentos previos a esta confrontación, el aná-
lisis de la evidencia material muestra posible actividad
a partir de 1830, en 1853 se instala Hipp, a mediados de
1856, aproximadamente 66 soldados permanecieron ahí,
el grabado antiguo de la figura 7, muestra una vivienda,
una bandera, una cerca o tal vez empalizada de madera
que protegía el sitio y ocultaba las trincheras y la artillería
filibustera.
Se ubicaron dos viviendas, una de ellas denominada la
principal por el tipo de “basura doméstica” encontrada,
con dimensiones de 4X5 m
2
cuadrados, es decir un área
de 20 m
2
que sirvió para dormir y guardar implementos,
además de una galera que pudo funcionar para guardar la
leña y cocinar.
Reconfiguración del campo de batalla en La Trini-
dad, enero y febrero de 1857
Una vez que se gana la batalla y con la muerte de la
mayoría de los filibusteros, el Sargento Mayor Máximo
Blanco decide separar la tropa y continuar con la misión
de recuperar la vía del tránsito a lo largo del río San Juan.
Atrás quedan 30 hombres en La Trinidad, Blanco (2016,
p. 6), aquí se cumplían 20 días contados a partir del mo-
mento en que las tropas salieron de la capital rumbo a la
zona de conflicto.
Al día 43 de permanecer en la zona (14 de enero) es in-
formado que William Walker se ha organizado y envia-
do cerca de 700 hombres, para que ataquen y tomen el
control del fuerte de La Trinidad y la ruta del Tránsito,
regresa de inmediato. Blanco encuentra un panorama de-
solador, con dos trincheras que median 20 varas de largo
(16.6 m) y 3 varas de ancho (2.5 m) Blanco, (2016, p.
13) y muchos hombres enfermos. Solicita apoyo a Mue-
lle de Sarapiquí, le responden favorablemente llegan 250
hombres más, el día 49, pero sin comida, el hambre y las
inclemencias del clima van a acompañar a los soldados el
resto de su estancia en este punto, poco a poco se incre-
menta el número de enfermos y de soldados que desertan.
El día 57 (28 de enero) se presentan los filibusteros, dis-
parando desde un vapor, esto provoca un cambio en la es-
trategia y ubica a dos soldados y un cabo, que, posiciona-
dos en la ribera derecha del Sarapiquí, en Punta Alvarado,
podrían avisar de la presencia enemiga, envía posterior-
mente a los oficiales Desiderio Selva y Dionisio Jiménez
a la ribera izquierda del río San Juan, su misión era atacar
al vapor. Se procede a arreglar ranchos para albergar en-
fermos y mejorar las trincheras. Blanco, (2016, p. 16).
Al día 66, (6 de febrero) los soldados ubicados en Punta
Alvarado dan aviso de la llegada de las tropas filibuste-
ras, “con fuego de cañón, rompiéndonos la casa principal.
Les contestamos y se entabló el fuego” Blanco (2016, p.
17). El oficial Desiderio Selva dispara al vapor a una dis-
tancia aproximada de 50 m., al sentirse atacados tan cer-
ca, el vapor se retira, y estos oficiales se regresan ante lo
vulnerable de su posición. El capellán Brenes indica que
el combate duró 3 horas (2016, p. 8).
Al día 68, (8 de febrero) nuevamente son atacados des-
de dos puntos diferentes, con el vapor, empleo de ar-
tillería y por tierra con 400 hombres. Los 120 soldados
costarricenses se atrincheran y disparan con prudencia,
conscientes de la escasez de municiones. El combate solo
dura 2 horas. Blanco (2016, p.18). Luego es enviado el
Capitán Herra a vigilar en Punta Alvarado las maniobras
que ejecutan las tropas filibusteras, detalla la presencia
de una “chata armada con cañones”, (p. 19), embarca-
ción de fondo plano usada para transporte. Se amplían las
trincheras y se incrementa la incertidumbre y el hambre
en la tropa.
Al día 73 (13 de febrero) da inicio al amanecer el ataque
más cruento y sostenido de los filibusteros hacia la dis-
minuida tropa costarricense, narraba Blanco, “No trans-
currieron otros cinco minutos cuando tres o quinientas
balas de rifle y tres tiros de cañón a palanqueta vinieron
sobre nuestro campo; pero ya estábamos cubiertos y ni un
solo herido me causó semejante granizada” (2016, p. 20).
En su defensa utiliza sus 3 cañones y raciona las pocas
balas “de las 15 que tengo”. A medio día le avisan que
los filibusteros vienen cruzando desde Punta Alvarado el
río Sarapiquí y en columnas 200 hombres por tierra les
atacan en la orilla, a unos “100 pasos”, aproximadamente
100 metros. Blanco ordena al oficial Rafael Castillo y a
Pedro Porras que defiendan ese punto, utilizando un ca-
ñón de “carga doble de metralla” y 30 hombres con sus
rifles que lograron detener la invasión del espacio costa-
rricense.
Ante esta situación desesperada, en la cual los ataques de
artillería y rifles provenían de tres direcciones, en tierra
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firme desde Punta Alvarado, en el agua, desde el vapor
colocado a una distancia aproximada de 200 m, y desde
Cody’ Point, figura 16, en la tarde noche de ese día se
organiza la retirada de la tropa y el abandono del fuerte
de La Trinidad.
Estos soldados costarricenses estuvieron 73 días en esa
zona, los últimos días prácticamente sin consumir ali-
mento, muchos de ellos enfermos de disentería. Los tex-
tos no precisan ni coinciden en el número de muertos, el
historiador Raúl Francisco Arias (2010, p. 73) menciona
9 muertos y 10 heridos, cita como caídos en combate en
el libro de muertos del Padre Francisco Calvo a 6 Sol-
dados, estos son; Antonio Benavides, originario de Ala-
juelita (p.111), Mercedes Sandoval, originario de Curri-
dabat (p.117), Francisco Campos, originario de San José
(p.162), Ramón Agapito Astorga, originario de Cartago
(p. 231), Nicolás Martínez, originario de Cartago (p. 240)
y Ramón Ramírez, originario de Cartago (p.4).
Para cerrar estos cruentos hechos históricos, llama la
atención, las palabras del Sargento Mayor Máximo Blan-
co, en la noche del día 75 es decir el 15 de febrero, a su
llegada a Muelle de Sarapiquí y encuentra, “… provisio-
nes de toda clase, un enorme almacén con todo lo que
puede necesitar un ejército, al mando de D. Pedro Porras”
Blanco (2016, p. 22). Surgen algunas inconsistencias en-
tre las narraciones de Blanco y sus superiores jerárquicos,
Obregón (2016, p. 275). ¿Qué sucedió entonces, por qué
no se les brindaron los alimentos y las municiones que
urgentemente requerían y solicitaban?, con la ayuda ade-
cuada, posiblemente hubieran ganado la batalla y sosteni-
do el punto del fuerte de La Trinidad.
En el estudio arqueológico en el campo de batalla de
La Trinidad, se obtuvo información inédita sobre lo acon-
tecido en las batallas del 1856-57, desde la presencia de
artefactos bélicos, como municiones, hasta implementos
de uso médico, doméstico y personal. Se ubican dos vi-
viendas y se trazó el contorno de las dos trincheras que
sirvieron de protección a las tropas que usaron el fuerte
de La Trinidad como punto estratégico de defensa y con-
trol a los accesos al río San Juan y al río Sarapiquí.
Conclusión
El lector no debe pensar que el trabajo ha concluido en La
Trinidad, por el contrario, nuevas excavaciones arqueo-
lógicas se esperan desarrollar, integrar nuevos espacios,
como las zonas circundantes incluida Punta Alvarado en
procura de la resignificación de este escenario de guerra,
importante para la comprensión histórica de los eventos
que Costa Rica enfrentó a mediados del siglo XIX, en
medio de la Campaña Nacional.
Sánchez, M. y Novoa V. Arqueología en el sitio La Trinidad: un campo de batalla del siglo XIX.
Figura 16 Contraataque filibustero, reconstrucción de la zona del conflicto, enero-febrero de 1857. Fuente: Diseño propio, 2021. Car-
tografía digital, Pérez (2021)
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Este ha sido un esfuerzo pionero, en una temática nue-
va para la Arqueología de Costa Rica, las posibilidades
de estudios futuros en otros campos de batalla existentes
en el país son reales, se espera puedan consolidar nuevas
perspectivas a los enfoques históricos que tradicional-
mente han sido empleados en la lectura e interpretación
del documento escrito, se impone el trabajo transdisci-
plinario, apropiándose de experiencias similares en otras
latitudes de nuestro continente, apuntando a que,
Si bien la mayoría de los abordajes arqueológicos fue-
ron realizados en escala de sitio, puede esbozarse en
ellos una tendencia inicial a ser pensados a una escala
mayor, tanto espacial como temporal. Pensando lo
local, pasando por lo nacional y regional, y tratando de
comprender el evento, no solo sincrónicamente, sino
en la diacronía y enmarcado en amplios procesos his-
tóricos. Landa y Hernández de Lara (2020, pp. 22-23).
La temática es retadora, los académicos y estudiosos de
hechos bélicos deben debatir de manera conjunta con los
profesionales en arqueología para construir juntos pro-
yectos que incorporen nuevas líneas de investigación, sin
dejar de convidar a los museos nacionales, como el Mu-
seo Histórico Cultural Juan Santamaría cuya misión es
educativa y divulgativa al resto de la sociedad, a partir en
el caso que nos ocupa, de una colección científica, con el
debido contexto arqueológico.
Agradecimientos
Al señor Mauricio Ortiz O., Académico de Número de
la Academia Morista Costarricense, quien promovió y
auspició el proyecto de investigación arqueológica, “Re-
cuperación e interpretación de la evidencia cultural de la
Batalla de la Trinidad durante la Campaña Nacional de
1856-57, Sarapiquí”, en el cual colaboraron y agradece-
mos el aporte del comunicador Rubén Darío Arena Mon-
tórfano y el Antropólogo José Ramírez Azofeifa.
Al MSC. Mario Arias Salguero por los distintos insumos
académicos que nos facilitó en la investigación geofísica
del sitio.
Al MSC. Waldo Taylor Castillo, por su participación en
la prospección geofísica y el diseño de los mapas de dis-
tribución de evidencia cultural.
A la MA. Floria Arrea Sierman, por su disposición en la
identificación de objetos del Siglo XIX.
A la arqueóloga Valentina Castro Duarte por su colabora-
ción en las diferentes etapas del estudio.
A la MSC. Paula Pérez Briceño, por su apoyo en la inter-
pretación geográfica.
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un-poco. Este texto fue publicado originalmente
Sánchez, M. y Novoa V. Arqueología en el sitio La Trinidad: un campo de batalla del siglo XIX.
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