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Yulök Revista de Innovación Académica, ISSN 2215-5147, Vol. 5, N.º 1
Enero- junio 2021, pp. 36-55
destacaba el Comodoro Cornelius Vanderbilt, quien era
uno de los más destacados transportistas marítimos de la
época. Rápidamente la empresa se organizó para reali-
zar el transporte de miles de viajeros en barcos de vapor,
desde Nueva York y Nueva Orleans a San Juan Norte.
En este puerto eran trasladados a pequeños vapores de
río, para recorrer el río San Juan y el Lago de Nicara-
gua, cruzando luego los pasajeros el último trayecto de
unos 20 kilómetros por tierra hasta San Juan Sur. Aquí, la
empresa los embarcaba de nuevo en vapores para hacer
el recorrido final hasta California. La porción del via-
je dentro de Nicaragua estaba a cargo de la Compañía
Accesoria del Tránsito (CAT), subsidiaria de la Atlantic
& Pacific. El tráfico sobre esta ruta fue en fuerte aumen-
to puesto que mientras en 1851 sólo lo utilizaron unos
1.300 pasajeros, en promedio en cada uno de los años
siguientes de 1852 a 1855, pasaron por el Tránsito unos
12.000 pasajeros, es decir casi 10 veces más. La vía por
Nicaragua rivalizó con la ruta a través del istmo de Pana-
má, pero aquella predominó al llevar casi dos tercios de
los viajeros a California entre 1848 y 1855. El negocio
en todo caso de la CAT era boyante, hasta que la gue-
rra contra los filibusteros produjo primero su reducción y
luego total suspensión, Folkman (1993, p. 166, apéndice
B). En 1856, primer año de la guerra, pasaron solo 6.092
pasajeros y en 1857, 1.443; de 1858 a 1861, la ruta estuvo
totalmente cerrada y solo logró recomenzar en 1862 hasta
1868 cuando cesó del todo operaciones.
El segundo aspecto, el expansionismo estadounidense
resultó aún menos favorable para los centroamericanos,
pues llevó a la incursión en la región de filibusteros pro-
venientes de EE. UU., siendo lo más notorio, la incursión
de los filibusteros y la toma del gobierno de Nicaragua
por William Walker entre 1855-1857, lo cual obligó a la
región a realizar la Guerra Nacional para liberarse del do-
minio que planteaban establecer los invasores.
Producto de una prolongada guerra civil en Nicaragua
(1854-1855), entre legitimistas (Granada) y demócratas
(León), hizo que los segundos negociaran el ingreso a
ese país de filibusteros, para que a manera de mercena-
rios les ayudaran a obtener el poder, bajo el disfraz de un
contrato de colonización de extranjeros. Gradualmente,
William Walker, el jefe de los filibusteros se hizo con el
poder en ese país, levantando las alarmas en los países
centroamericanos, en particular en Costa Rica, cuyo go-
bierno venía siguiendo de cerca los acontecimientos en la
región, incluyendo el interés demostrado por los EE. UU.
en llegar a controlar el istmo. Así, desde 1854, se tomaron
medidas dirigidas a afrontar este reto, tanto en el campo
diplomático como militar, recurriendo al fortalecimiento
de los lazos con Gran Bretaña y con Francia, naciones
que rivalizaban en el istmo con los EE. UU. En dichos
países, los cónsules respectivos de Costa Rica, Eduardo
Wallerstein y Gabriel Lafond, tuvieron éxito en comuni-
car la posición nacional a los Ministros de Relaciones Ex-
teriores inglés y francés, y así obtener el apoyo diplomá-
tico para Costa Rica. El primero de ellos, Wallerstein, no
solo logró ese apoyo inglés, sino que logró obtener armas
para el ejército, las cuales llegaron a Puntarenas en barcos
que venían a cargar café a inicios de 1855, León (1997,
p. 124), es decir con suficiente anticipación al inicio de
actividades bélicas. Cuando comenzó la guerra a inicios
de 1856, ambos cónsules, de nuevo solicitaron el apoyo
inglés y francés, para prevenir que los filibusteros inter-
firieran en el comercio del país y en el tráfico de pasaje-
ros y correo. Mientras tanto Felipe Molina, el ministro de
Costa Rica ante EE. UU., realizó ingentes esfuerzos ante
el gobierno estadounidense desde 1855, para informar so-
bre la situación y buscar contrarrestar a políticos de ese
país que apoyaban a los filibusteros.
Un tercer factor, en este caso solo de carácter regional,
que vino a agravar las relaciones exteriores de Costa Rica
con Nicaragua, fue el hecho ya mencionado que existía
un fuerte diferendo entre ambos países, respecto a la de-
limitación de la frontera común. Durante la época co-
lonial al pertenecer todos los estados centroamericanos
al imperio español, no había sido necesario establecer
fronteras muy definidas, especialmente en las zonas me-
nos pobladas y remotas. Sin embargo, una vez declarada
la independencia, aparecieron los primeros problemas.
Por motivos políticos ocurrió en 1824 la anexión del Par-
tido de Nicoya, antes dependiente de Nicaragua, a Costa
Rica. Esto representó un primer punto de discordia entre
los dos países; y el reconocimiento por la Asamblea de
la República Federal de Centroamérica de la anexión en
1825, no resolvió la disputa. Cuando la Federación dio
visos de resquebrajarse en 1838, el asunto de definir fron-
teras entre los Estados volvió a tomar importancia, Obre-
gón (1984, pp. 115-116).
Además, en la década de 1840, un fuerte aumento en el
comercio externo llevó a Costa Rica a buscar una sali-
da alterna a la del Pacífico vía el Cabo de Hornos para
colocar sus productos en los mercados ubicados en el
Atlántico. Entonces, surgió la propuesta de construir un
camino al norte utilizando el río Sarapiquí, para lo cual
era necesario proponer a Nicaragua el uso conjunto del
León, J. Apertura de rutas al Norte 1820-1860: La cuenca del río San Juan y la Guerra Nacional.