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Yulök Revista de Innovación Académica, ISSN 2215-5147, Vol. 6, N.º 1
Enero-Junio 2022, pp. 28-45
Salas, C. Asociatividad empresarial como alternativa para el éxito competitivo de las MIPYMES en Costa Rica.
En este artículo se discute precisamente la relevancia de
la asociatividad empresarial de las MIPYMES para que
éstas mejoren su posición competitiva, ya sea por medio
de economías de escala al adquirir insumos y contratar
servicios de manera conjunta, o mediante la organización
de actividades comerciales conjuntas, adquiriendo mayor
poder de negociación.
Para realizar la investigación se partió del paradigma so-
cio-crítico. Tal y como lo indican Guba & Lincoln, 2002
(citado por Ramos, C. 2015), el interés de este paradigma
es la investigación-acción, de forma que la captura de in-
formación se desarrolle como un puente entre la teoría y
la práctica; permitiendo al investigador ir más allá de una
descripción del contexto social de estudio y éste pueda
aplicar una ideología como sustento para modificar una
estructura social.
De acuerdo con el tema y los objetivos planteados, la
investigación siguió un enfoque mixto cuantitativo y
cualitativo (Giráldez, 2010). Eco, 1988, citado por De la
Fuente de Val, (sf), recalca la importancia de consultar
fuentes primarias, pero también fuentes secundarias. Lo
recomendable ha sido iniciar por fuentes secundarias que
hayan realizado un abordaje sobre el tema de interés, para
recabar información general y conceptual; luego pasar a
utilizar fuentes primarias y lograr la especificidad de los
datos.
Aunque mucha de la información recolectada partió de
premisas cualitativas, la metodología de recolección de
información también implicó la aplicación de un cuestio-
nario a una muestra cuantitativa de microempresario/as,
que forman parte de grupos empresariales. Este enfoque
se utilizó con el fin de realizar un estudio de las principa-
les características del capital social y de la asociatividad
y, así, determinar los factores que puedan contribuir con
el éxito del grupo empresarial.
Putnam (Helliwell, Putman, 1995) define el capital social
como “los aspectos de las organizaciones sociales, tales
como las redes, las normas, la confianza, que facilitan la
acción y la cooperación para beneficio mutuo” (p. 67).
Estos aspectos facilitan tanto las transacciones simples en
el mercado como los emprendimientos que exigen altos
grados de confianza entre socios y ayudan a concretizar-
se en una sociedad civil fuerte. En sus análisis Putman
brinda una gran preponderancia a las normas y valores
informales reproducidos en el seno de la familia que com-
penetran organizaciones formales, es decir, toda una serie
de principios culturales como también a prácticas socia-
les concretas como interacciones y relaciones.
Si Putman considera el capital social como una forma de
propiedad colectiva, Portes (1998) considera el capital
social más como un atributo de individuos expresado en
las redes de reciprocidad a las que tienen acceso. Al mis-
mo tiempo Portes reconoce el carácter colectivo del capi-
tal social, refiriéndose a los beneficios de la pertenencia a
un grupo, y al capital social como un aspecto de la estruc-
tura social que facilita las interacciones entre individuos.
Según Portes las funciones básicas del capital social son:
fuente de control social, fuente de apoyo familiar, fuente
de beneficios a través de red de apoyo extra-familiares.
Portes distingue y acepta la interdependencia entre inter-
cambios a través de individuos, relaciones que se eclipsan
si desaparecen algunos de los individuos involucrados y
aquellos encajados en estructuras sociales mayores, que
persisten a pesar de la rotación de sus miembros.
Entre otros mayores contribuyentes al desarrollo del tema
del capital social encontramos a Coleman (1988), quien
define el concepto en un sentido amplio y lo emplea en
todas las situaciones en que la gente coopera para lograr
determinados objetivos comunes, sobre la base de un
conjunto de normas y valores compartidos. Para Coleman
(1988) el capital social es un atributo de estructuras so-
ciales, que existen, además de las individuales, formas de
capital social que son propiedad de comunidades, clases
y sociedad enteras. El autor define el capital social como
una variedad de diferentes entidades, con dos elementos
en común: de alguna forma pertenecen a la estructura
social y facilitan acciones entre actores (individuales o
comunitarios) al interior de la estructura. Según Coleman
el capital social es un generador de bienes públicos y no
una propiedad privada, sino un atributo de la estructura
en que la persona se encuentra inmersa. El capital social
así entendido, beneficia a todos, no solamente a las per-
sonas como individuos.
Robinson, Siles & Schmid (2003) elaboran un paradigma
del capital social con sus variables para describir la in-
fluencia que ejercen las relaciones sobre las transacciones
sociales, emocionales y económicas. Los elementos del
paradigma comprenden bienes socioemocionales, valores
afectivos, las redes, las instituciones y el poder.
A partir de esta elaboración, como fundamento de la in-
vestigación, se plantearon dos hipótesis, las cuales se de-
tallan seguidamente:
Hipótesis 1: Las MIPYMES buscan alternativas de aso-
ciatividad cuando encuentran incentivos adecuados que
las dirijan a emprender estas estrategias y cuando las con-
diciones del contexto habilitan la conformación de estas
iniciativas asociativas.
Hipótesis 2: El éxito competitivo de los proyectos aso-
ciativos depende de una serie de factores que involucra
tanto aspectos intrínsecos (aquellos propios e internos de