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Prólogo: Signicados del estudio del Campo de Batalla La Trinidad
de la Universidad de Costa Rica. El personal profesio-
nal realizó su trabajo ad honorem e hizo algunos otros
aportes económicos. La arqueóloga Sánchez supervisó el
empleo de las técnicas arqueológicas en el sitio y en el
trabajo de laboratorio. Ella y la arqueóloga Novoa prepa-
raron los informes escritos y trabajan en una obra extensa
acerca de la reconstrucción del Campo de Batalla.
El área examinada fue de 8.169,39 m
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, manzana y algo
más, en la margen izquierda del río. Este espacio, brindó
datos acerca de 1000 años de ocupación humana, pues
en el nivel más antiguo se ubican fragmentos de cerámi-
ca monocroma, con engobe rojizo, de aproximadamente
los 900 años d.C.; se puede postular que corresponden
a sociedades agrícolas, alfareras, que también subsistían
de recursos ribereños, lacustres y marinos, con conoci-
mientos de navegación, pesca y recolección de moluscos,
crustáceos y bivalvos, además de cacería. Sus viviendas
posiblemente fueron perecederas, empleando madera, be-
juco y palma.
El segundo momento de ocupación se extiende del siglo
XVI al XVIII: grupos indígenas temerosos del contacto
rehuían la presencia de no indígenas; esporádicamente
algún viajero describía algún encuentro fortuito. Se regis-
tran algunos fragmentos de cerámica muy tosca, identi-
ficada en investigaciones arqueológicas como “cerámica
criolla” o cerámica indohispánica.
El tercer momento coincide con el período en el cual
Joaquín Mora Fernández había logrado recorrer, en dos
meses, una vereda, y marcar el camino, en 1820, en los
albores de la Independencia. Dos objetos corresponden
a la década de 1830: un tintero de vidrio transparente,
fabricado por P&J Arnold, inglés, y lozas antiguas de
vajillas decoradas. Otros artefactos son numerosos frag-
mentos de lozas inglesas, escocesas y norteamericanas de
1830 en adelante, testimonio cultural de las visitas que
posiblemente viajeros estadounidenses y europeos reali-
zaban por la zona.
El cuarto estrato, de mediados del Siglo XIX, aportó
importante evidencia vinculada con las acciones bélicas
de la Batalla de diciembre de 1856 y primeros meses de
1857, tales como: artefactos de guerra (municiones, balas
Minié y perdigones de plomo, balas de hierro de cañón,
posibles fragmentos de cañones de rifles y fusiles, cade-
nas de hierro); de vestimenta militar (posible botón de
uniforme, hebilla, navaja, alfiler); campamento (clavos,
posible bisagra de baúl o puerta); implementos médicos
(frascos de vidrio); personales (posible medalla o relica-
rio); alimentos (botellas de vidrio, de licor); entre muchos
más. El valor histórico aplica no sólo a Costa Rica, sino
también para el resto de países centroamericanos, pues
son los primeros artefactos recuperados de un sitio de
batalla con una ubicación precisa y un contexto cultural
definido. Se entregaron al Museo Histórico Cultural Juan
Santamaría para su custodia y difusión. Ningún museo
en Centroamérica posee los objetos de una batalla en su
suelo con un contexto así registrado.
El quinto momento, en el siglo XIX, lo atestiguan objetos
de vidrio y porcelana, asociados al consumo de bebidas,
licores entre ellos; envases de medicinas; productos para
el cabello y fragancias; indican lo atractivo del comercio
de mercancías de origen europeo, localizándose fragmen-
tos de vajillas de marcas inglesas, francesas y norteameri-
canas. Por ejemplo; de un plato Faiencerie, elaborado en
Francia por Gien Manuefacters-Thomas Hulm, y distri-
buido entre 1871-1875, y de platos fabricados en Inglate-
rra por W.H. Grindley & Co., entre 1891-1925.
El sexto momento, en el siglo XX, testimonia las basas o
pilotes de la escuela donde se educaba la población infan-
til ahí residente en las décadas de los años 1960 y 1970,
y la base de cemento y el pozo de agua que construyó el
Ministerio de Educación Pública. De 1979 a 1985, evi-
dencias como casquillos de balas de diferente calibre re-
cuerdan la situación de frontera y los conflictos sociales
del vecino país.
A la colección se le aporta su contexto; en cada plano
horizontal, y en la perspectiva vertical, se marca la lo-
calización y cronología de cada objeto; son 200 planos
o mapas en total. Se puede reconstruir el sector de los
combatientes de cada bando, por la concentración de
municiones; dónde estaba el campamento, la fogata, la
cocina. En otro período, con cuál tinta escribieron los
viajeros; con qué se perfumó la gente en algunos de esos
momentos; la actividad comercial es reveladora de otras
características sociales; cada fragmento encontrado narra
comportamientos humanos. El sitio excavado es como un
gran libro en la tierra, cada página se lee de abajo para
arriba o viceversa, otro significativo gran aporte al cono-
cimiento de la gesta 1856-1857.
Yulök Revista de Innovación Académica, ISSN 2215-5147, Vol. 5, N.º 1
Enero- junio 2021, pp. 9-10