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Yulök Revista de Innovación Académica, ISSN 2215-5147, Vol. 6, N.º 1
Enero-Junio 2022, pp. 67-70
Araya, M. Manuel Carranza Vargas y la pintura histórica en Costa Rica.
Introducción
La pintura sobre temas históricos, o pintura histórica, fue
un género preeminente en el arte pictórico. Hasta media-
dos del siglo XIX fue el “gran género” que primaba so-
bre otros en la pintura, tales como el retrato y el paisaje.
Bien se tratara de motivos que expresaran acontecimien-
tos cuya memoria se buscaba preservar y exaltar, o bien,
temas emanados de la literatura, de la mitología o de la
religión. Además de la calidad técnica, en este género pic-
tórico se valoraba lo elevado del mensaje moral o intelec-
tual que debía transmitir la escena que se representaba.
Al pintor se le exigía dominio técnico en varios géneros
(el retrato, el paisaje, entre otros), y debía tener un bagaje
cultural con conocimientos en historia, en literatura, en
historia sagrada.
La pintura histórica empezó a perder presencia ante el
impulso arrollador de nuevos estilos pictóricos y nuevas
temáticas surgidas en los siglos XIX y XX. Como era
el género favorito de la academia, contra ella lucharon
los movimientos vanguardistas de la pintura contemporá-
nea. El realismo pictórico adoptó temas que incorporaban
personajes y escenas de la vida cotidiana, gente común
y corriente. Al igual que harían los impresionistas, los
temas históricos centrados en personajes de la nobleza,
militares connotados o acontecimientos vinculados con la
Iglesia o con la religión, fueron rechazados. No obstante,
aún dentro de las corrientes vanguardistas del siglo XX
se produjeron obras extraordinarias de pintura histórica.
Una de ellas, el Guernica de Pablo Picasso (1937), el cual
surge como testimonio de denuncia ante el bombardeo
del poblado civil homónimo en la guerra que se estaba
desarrollando en España. Otras lo fueron las pinturas de
los muralistas mexicanos José Clemente Orozco, David
Alfaro Siqueiros y Diego Rivera, quienes expresan la di-
námica de conmoción social y política que vivió la socie-
dad mexicana durante las primeras décadas del siglo XX,
y que pintan en un formato monumental, sobre grandes
paredes, con lo que dan a sus obras un alcance para un
público masivo.
La pintura histórica posee, en su contenido, un carácter
narrativo; la escena que se representa cuenta una historia.
Como recurso visual, constituye un medio alternativo al
discurso escrito o hablado propio del historiador. El dis-
curso histórico ha sido abordado y validado en el ámbito
académico cuando se presenta en forma escrita, limitán-
dose el valor que tienen otros medios, tal cual el de la
imagen en una pintura, para la construcción discursiva de
un proceso histórico. El historiador estudia una realidad
del pasado y la reconstruye y explica mediante la palabra
escrita en un discurso cuyo contenido dependerá de sus
habilidades intelectuales, talento y dominio del método.
Un pintor de temas históricos puede, adicionalmente a su
labor de artista plástico, asumir el oficio del historiador,
investigar, informarse y expresar sobre el lienzo su inter-
pretación de un acontecimiento histórico.
La pintura histórica en Costa Rica
En Costa Rica el género de la pintura histórica ha sido
muy escasamente desarrollado. El recuento de pintores
inicia con el italiano residente en el país en los años se-
senta del siglo XIX, Lorenzo Fortino, quien pintó algunas
obras sobre las acciones bélicas que llevaron a la captu-
ra del expresidente Juan Rafael Mora Porras, del Gene-
ral José María Cañas y del grupo de sus seguidores en
Puntarenas en setiembre de 1860 (Carranza Vargas, s.f.)
Los cuadros pintados al óleo incluyen “Combate de La
Angostura del 28 de setiembre de 1860”, “El paso del río
Barranca por las tropas del Gobierno” y “Campamento de
las tropas del Gobierno”.
El nicaragüense Toribio Jerez realizó en el año 1888 va-
rias obras al óleo por encargo del obispo de Costa Rica
Monseñor Bernardo Augusto Thiel; la temática de los
cuadros se refiere a lugares en los cuales se llevaron a
cabo acciones bélicas que marcaron el triunfo de las fuer-
zas armadas de Costa Rica sobre los invasores filibus-
teros. Los títulos de estas obras son: “Batalla de Santa
Rosa, 20 de marzo de 1856”, “Punta Castilla, 30 de di-
ciembre de 1856” y “El Fuerte de San Carlos, 31 de di-
ciembre de 1856”.
El italiano, Aleardo Villa pintó en su taller en Milán, por
encargo del Gobierno de Costa Rica y para decorar el
Teatro Nacional que estaba en la fase final de su cons-
trucción, la “Alegoría del café y del banano” (1897); obra
icónica que se mantiene en este Teatro hasta el presente
(Fischel, p. 279).
Durante la mayor parte del Siglo XX, el género de la pin-
tura histórica quedó representado casi exclusivamente
por el lienzo al óleo de Enrique Echandi “La quema del
Mesón por Juan Santamaría”; obra que fue expuesta por
primera vez en el año 1897, esta suscitó intensas críticas
en el incipiente mundo cultural de la época, debido a la
representación que el pintor hizo del héroe nacional Juan
Santamaría (Molina, 1992, p. 195; Molina, 2010, p. 56).
En contraste con la imagen de un héroe triunfante que se
promovía en aquellos momentos en que las autoridades
civiles habían rescatado del olvido la memoria de la ac-
ción heroica de Juan Santamaría, Echandi lo presentaba
en su cuadro con el cuerpo acribillado por las balas, las
piernas doblegadas y a punto de caer al suelo; un indivi-
duo además de pelo ensortijado y piel oscura que iden-
tificaba las características físicas de un mulato, lo cual
chocaba con los fuertes prejuicios racistas de la sociedad
en aquellos años.